Ramón García (Bilbao, 1961) ha estado 18 años sin presentar en Grand Prix, pero el Grand Prix nunca ha dejado de estar dentro de él. En todo este tiempo, el presentador ha intentado recuperar por activa y por pasiva el mítico formato, pues siempre tuvo “muy claro” que “tenía una larga vida” por delante. Esa que se ha visto interrumpida hasta en dos ocasiones. La primera, en 2005, cuando TVE renunció al programa que, hasta entonces, llevaba una década entreteniendo los veranos de toda una generación de espectadores. Y la segunda, cuatro años más tarde, cuando la FORTA dio por finalizada la segunda etapa del formato producido por EuroTV Producciones (Grupo iZen), entonces con Bertín Osborne al frente.
Este lunes 24 de julio, tras más de una década de ausencia y unos últimos años marcados por infinidad de rumores sobre su vuelta, el Grand Prix regresa a La 1 (22:35 horas), su “casa natural”, como dice Ramontxu, para volver a ser lo que siempre fue: “el programa del abuelo y el niño”. Aunque esta vez con una versión actualizada que mantiene 'Los troncos locos' y 'La patata caliente', suma a Michelle Calvó y Cristinini como copresentadoras y renuncia forzosamente a la vaquilla, ya que la nueva Ley de Protección Animal prohíbe la presencia de animales vivos en programas de televisión.
En su lugar habrá una 'supervaquilla', como avanzó verTele, aunque Ramón García echa de menos a las auténticas: “Para mí la vaquilla es una pérdida grande a la hora de retener espectadores, sobre todo en las zonas rurales, que es donde se ve mucho al Grand Prix”, reconoce en su encuentro con este portal y otros medios celebrado hace un par de semanas, justo después de la presentación de esta nueva temporada, la 12ª en TVE y la 16ª en total.
En esta nueva tanda participarán 8 pueblos a lo largo de 7 entregas, las cuales Ramontxu afronta con la máxima emoción. Al fin y al cabo, el Grand Prix es uno de los programas que más han marcado su carrera y su vida, y como tal, se lo conoce al dedillo. Por ese lado se muestra tranquilo, porque sabe qué formato está presentando. Pero por el otro, se muestra inquieto por saber cómo recibirá el público esta nueva versión: “Me asaltan las dudas sobre cómo la acogerá la gente joven, si defraudaremos o no a los veteranos espectadores”.
Ramón, no has podido evitar emocionarte durante la presentación.
Sí, yo soy un poco de lágrima fácil. Y cuando he visto las imágenes [durante la presentación se emitió un vídeo con imágenes antiguas del programa] me he acordado de los Estudios Buñuel, que ya no están. Y también de la carpa, que se construyó para el ¿Qué apostamos? en 1993, en principio solo para un verano, pero que duró 14 años ahí. Todos estos recuerdos de repente se agolpan. Me acuerdo de los compañeros que ya no están y que me acompañaron al principio de este proyecto. Además, en este recorrido he sido padre, y cuando hablo de mis hijas me emociono mucho. Entonces, bueno, esto es bonito porque va pegado al programa y a lo que soy yo a la hora de presentar.
¿Qué piensas cuando ves al Ramón del pasado?
Emoción. Sí, me emociono. Nunca me ha gustado ver mis programas. De hecho, casi nunca los veo. Sólo alguno, si veo que ha habido algún fallo mío o de realización, para intentar arreglarlo. Pero no, no me gusta ver mis programas de antes. Lo que pasa es que cuando son vídeos como estos que acabo de ver... Yo no los había visto hasta ahora. Me preguntaron que si quería verlos, y dije que no. Soy gilipollas porque sabía que me iba a emocionar en cuanto a los viera. Se me han venido a la cabeza muchos recuerdos. ¡Y qué pelazo tenía! (risas). Ahora tengo todo el cartón.
Cuando estábamos a punto de hacerlo en otro sitio llegó la llamada de TVE. Y aquí estamos, encantados, porque esta es la casa de este programa
¿Siempre tuviste claro que querías volver a presentar el 'Grand Prix'?
Desde que terminó, Carlos [Boserman, productor ejecutivo del programa] y yo siempre hemos estado con la idea de que siguiese el Grand Prix. Nosotros teníamos muy claro que el Grand Prix tenía larga vida, lo que pasa es que hubo un periodo de tiempo en el que los grandes programa de entretenimiento desaparecieron de la televisión en España. Entonces aparcamos el proyecto, pero Carlo, como productor ejecutivo, siempre se encargaba de visitar [cadenas], pero el proyecto no salía, no salía y no salía.
Cuando yo conocí a Ibai Llanos por el tema de las Campanadas, él era un niño del Grand Prix. Y así salió aquella conversación. De hecho, estuvimos a punto de hacerlo juntos. Pero a punto de caramelo. Lo que pasa es que por diversas circunstancias no salió. Y cuando estábamos a punto de hacerlo en otro sitio llegó la llamada de TVE. Y aquí estamos, encantados, porque esta es la casa de este programa. La casa natural del Grand Prix es TVE.
¿Qué enfoque le habéis dado al programa para encajar en la televisión actual y en la forma en que se consume actualmente?
Esta es la gran pregunta, pero no tengo la respuesta. Yo hubiera preguntado lo mismo, porque me parece que es lo interesante de esta nueva etapa. ¿Cómo vamos a conseguir eso? Yo me lo planteaba. Me gusta mucho hacer del abogado del diablo, y cuando reunía a todo el equipo decía: “Vamos a ver: 2023. ¿La gente joven, de menos de 18 años, se va a sentar a ver a un tío canoso, medio calvo, con dos chicas y con una cosa disfrazada?”. Porque antes teníamos vaquilla, que cada día tenía su punto. Para mí la vaquilla es una pérdida grande a la hora de retener espectadores, sobre todo en las zonas rurales, que es donde se ve mucho al Grand Prix. Pero como ya no está, dije: “¿Seremos capaces de conseguir eso?”. No lo sé. Este va a ser mi reto: intentar con este formato, que ya tiene sus años, conseguirlo.
¿Qué hemos hecho para lograrlo? Renovarlo. Ya no hay ballet, sino que son cortinillas que recuerdan a videojuegos. Además, el papel de Cristinini es fundamental. Su sitio no simula, sino que es una cabina de streamer donde ella va a retransmitir todos los juegos conmigo, aunque será ella la que lleve el peso porque lo hace fantásticamente bien. Ese mundo va a ser el apoyo para la gente más joven, la gente de redes sociales. Yo tengo que hacer mi papel de maestro de ceremonias, coser y pegar todo para que todo funcione y tenga un sentido.
¿Encajará bien? La expectación es muy grande entre los futuros espectadores. ¿Captaremos a los chavales y las chavalas jóvenes? Ojalá. ¿Se quedarán los antiguos y no les decepcionaremos? Porque esto también me lo he preguntado. Los que vieron en su día el Grand Prix a lo mejor ahora dicen: “Joder, vaya coñazo. Otra vez 'Los troncos locos', ya no está la vaquilla, Ramón está mayor... ¿Esto va a ser lo mismo? Pues ya no me apetece verlo”. Y esto lo pienso porque nosotros también hemos cambiado. Nuestra forma de entretenernos también ha cambiado.
Pero igual que antes los padres y los abuelos veían el programa y se lo pasaban bien, nosotros, que hemos crecido, y yo, que ahora soy padre, por qué no me lo voy a pasar bien durante un par de horas viendo un programa si lo hago con mis hijas, si lo hago con mis nietos... Ese es el concepto: “el programa del abuelo y del niño”. Verlo en familia. Hay chavales de treinta y tantos años que ya están haciendo quedadas para cuando se emita el Grand Prix. Para verlo, porque van a quedar, se tomarán sus birras, sus cosas y, coño, pues un planazo, tío. Noche de verano, ves el Grand Prix, te tomas algo y tortilla de patatas, pimientos y carretera (risas).
Lo que ha cambiado ahora es que la gente ahora consume la televisión de una manera más individual. Y también que la consume en diferido, o por partes, al margen de su emisión en directo.
Sí, la consumen otro día o ven algún trozo en TikTok, pero lo bonito del Grand Prix es que tiene un principio y un final. Es un proceso que hay que ver de principio a fin para enterarte de lo que pasa, pero es verdad que la forma de consumir productos audiovisuales ha cambiado. La gente que ve la televisión generalista es gente que supera los 60 años. ¿Y qué hace el resto? Pues ve las cosas de otra manera, pero las va a ver. Y a fin de cuentas, este programa es un formato audiovisual. Míralo en la tablet, en el móvil, en la tele de siempre, en la tele de tubo que todavía tiene la abuela... Donde quieras, pero échale un ojo. Y a partir de ese momento, que la gente se divierta.
¿Cómo ha sido, con el paso de los años, tu relación con los pueblos que participaron en el 'Grand Prix'?
He pasado por muchos. Os voy a contar una cosa muy divertida. El primer año ganó Cudillero (Asturias) y me invitaron a ir. Me hicieron 'pixueto de honor', que es como ser hijo predilecto de allí. Y yo estaba pasando unos días en Laredo (Cantabria), así que fui para allá a pasar un fin de semana. Yo estaba sin afeitar, con una camiseta y para entrar al pueblo había una cola enorme. Estaba la Guardia Civil, así que pensé que había ocurrido algo. Pero de repente viene los guardias y me dicen: “Don Ramón, le estábamos esperando” (risas). Y yo, acojonado, le digo a mi mujer: “Vámonos, que yo creíamos que veníamos de incógnito”.
Había pancartas en las casas, la banda de gaiteros de Asturias me estaba esperando, y también todo el municipio, el consejero de Cultura... Bueno, la de Dios. Yo echo unos zorros, mi mujer con un ramo de flores y por la noche, fuegos artificiales y cena de gala. ¡Y yo no tenía ropa! ¡Iba con un vaquero y dos camisetas! Me tuvo que comprar una camisa allí, por lo menos. Pero luego lo pasamos genial, porque la oficina de Turismo de Cudillero se abrió con el dinero que habían ganado en el programa. Por eso decimos que el dinero se invierte en los pueblos. Y a partir de este momento, cada vez que iba a un pueblo me decían: “Ramón, ¿nos haces el pregón?”. Todos.
¿Y cuántos pregones hiciste?
Ninguno, porque no podía estar en todos. ¡No tenía vida! No podía estar en todos los sitios, así que para no hacer agravios comparativos no hice ninguno. Hubiese ganado una pasta porque entonces se pagaba muy bien aquello.
¿Los pregones no son gratis?
¿Gratis? ¡Pagaban una pasta! Pero además te decían: “Te damos tanto”. Y yo: “No, no. Que no es cuestión de dinero”.
La mejor campaña de marketing para un pueblo es salir en este programa.
Porque son dos horas y media de programa hablando de tu pueblo en directo. Además, cada pueblo tiene su vídeo. Yo he visto un par de ellos y ahora, con los drones, graban la de Dios. Porque esta es otra: la imagen. Cuando veáis ahora el Grand Prix veréis que la realización es nueva y la iluminación, acojonante. Ahora todo tiene vida. Cada prueba tiene su iluminación. Visualmente el programa ha ganado muchísimo porque también ha evolucionado toda la técnica que hay detrás. Y esto va a ayudar a que el programa guste mucho.
Estoy tranquilo porque sé cómo es el formato que estoy haciendo. Pero también me asaltan las dudas que os he comentado antes: cómo lo acogerá la gente joven, si defraudaremos o no a los veteranos espectadores, cómo nos vamos a sentir haciéndolo
Has agradecido esta oportunidad a la actual dirección de TVE, al tiempo que has dicho que otras no vieron oportuna la vuelta del 'Grand Prix'. ¿Entendiste las razones que te dieron entonces para no recuperar el programa?
Sí. Las razones fueron que el Grand Prix era un programa de antes, y que no tenía cabida en la nueva televisión. Nosotros les decíamos que no era el Grand Prix de antes, sino una versión actualizada. Nosotros lo íbamos cambiando año a año para adaptarnos a los nuevos tiempos. Por eso hemos llegado a este nuevo Grand Prix estando ya engrasados para tenerlo preparado. Pero bueno, son etapas.
En la época del Grand Prix yo también hacía el ¿Qué apostamos? y Todo en familia. Eran grandes formatos que costaban mucha pasta. De repente entramos en una televisión en la que todo se va haciendo cada vez más pequeño y donde se televisa la radio. Yo soy un tío de radio porque empecé en la radio, entonces, cuando veo a seis tíos sentados hablando digo: “Esto es la radio televisada”. El Grand Prix, no. Aquí hay movimientos, juegos, cambios de decorado, entra gente, sale otra... Y para mí esto es la tele: la gente, no gente hablando. Eso es la radio. ¿Le pones una cámara? Radio televisada. ¿Qué apostamos? era un programa de espectáculo. Grand Prix es un programa de espectáculo y es lo que a mí me gusta hacer.
La ausencia del 'Grand Prix' se ha notado en televisión, pero su huella se ha mantenido en muchos pueblos, que han hecho sus propias versiones de algunas pruebas del programa.
Sí, hay pueblos que siguen jugando y hay muchas fiestas, en ciudades, donde se hace el Grand Prix en plazas de toros. Voy a contar una anécdota muy divertida. Fiestas de Bilbao. Yo siempre voy mis niñas al Parque Etxebarria, que es donde se ponen todas las barracas y los juegos. Llego un día, voy paseando y escucho [tararea la sintonía del programa]. Voy para allá y veo el logo del Grand Prix y a mí en forma de muñeco. La atracción se llamaba Grand Prix. Entro, llamo al dueño y le digo: “Oiga, ¿usted esto...?” Y me dice: ¡Hombre, Ramontxu, qué bien que hayas venido aquí!“. Y yo: ”Ya, ya, por eso he venido. ¿Usted tiene permiso para hacer esto?“. No tenía ni permiso ni hostias. ¡No tenía nada! Y no sabes las colas que tenía. Claro, cuando la gente pasaba y me veía ahí se pensaban que yo formaba parte de la atracción (risas).
Has hablado de la expectación que genera el 'Grand Prix', pero me imagino que también, en este punto de tu carrera, asumes con más tranquilidad que el programa puede tener un resultado u otro en audiencia.
No tengo claro eso. Estoy tranquilo porque sé cómo es el formato que estoy haciendo. Pero también me asaltan las dudas que os he comentado antes: cómo lo acogerá la gente joven, si defraudaremos o no a los veteranos espectadores, cómo nos vamos a sentir haciéndolo. Yo soy el tío que mejor se lo pasa haciendo este programa porque soy el tío que más cerca está de los juegos. Y yo siempre digo al equipo que hay que transmitir esto al espectador: que nos lo estamos pasando bien. O sea, yo lloro de risa presentando este programa y viéndolo de cerca, lo que me convierte en un espectador privilegiado. Entonces, por un lado estoy tranquilo, porque antes de esta etapa hice más de 100 Grand Prix. Pero, por otro lado, estoy expectante por ver cómo va a acoger la gente este Grand Prix.
Los pueblos elegidos se cerraron después de las elecciones municipales. ¿Habéis notando alguna querencia mayor de unos partidos políticos que de otros?
No, nada que ver. Nosotros habíamos hecho el trabajo de base de contactar con los pueblos, pero hasta que no pasaron las elecciones no pudimos elegir. Quedamos con los alcaldes y alcaldesas que, en caso de revalidar su gobierno, nos confirmaran si querían seguir con el proceso. Pero creo que sí se nos ha caído algún pueblo al haber cambiado de gobierno. “Mire, ahora no estamos nosotros para juegos y tal”. Pero vamos, no ha sido un problema porque había pueblos de sobra.
¿Qué te han dicho tus hijas sobre esta vuelta del 'Grand Prix'?
Mis hijas están felices. Natalia, la mayor, vendrá con su novio a una grabación. Ella no se acuerda de lo que fue el programa porque tenía dos años cuando estuvo en el plató. Y Verónica ni había nacido. Me hablan mucho de los hermanos mayores de sus amigos, que sí lo veían y ahora les dicen: “¿Pero vais a poder ir? Jo, que suerte”. Y, claro, aquí no pueden estar, así que me haré una foto con ellas y luego se irán a una salita a ver la grabación por un monitor. Estoy emocionado porque van a venir y van a ver a su padre trabajar, aunque para ellas su padre es Ramón García, el de la tele, y lo ven como algo normal. Ellas me ven por la tele y les da igual.
El 'Grand Prix' está a punto de volver. ¿Te imaginas que también vuelve '¿Qué apostamos?'?
Todo es posible. En aquella época había tres ¿Qué apostamos?: el italiano (Scommettiamo che?), que fue al que más nos adaptamos por decorado y franja geográfica, y el alemán (Wetten, dass...?). El alemán, que era semanal, derivó en un programa mensual. Y ese programa mensual era una cita para todos los alemanes. Lo que pasa es que, en aquella época, al ¿Qué apostamos? venían Catherine Deneueve, Marcello Mastrioianni, Sofía Loren, Claudia Schiffer, Naomi Campbell... Teníamos a todas las estrellas internacionales. Y aquello era un reclamo muy bonito, pero que costaba mucho dinero. Cada apuesta tenía un decorado distinto, un vestuario distinto y unos invitados distintos.
Ahora, esa televisión cara no pasa el filtro de los presupuestos de las televisiones. Por eso se dejaron de hacer los grandes formatos. ¿La posible vuelta? Muy clara. Siempre hay gente con talento que hace cosas que te dejan con la boca abierta. Eso era el ¿Qué apostamos?. Los invitados eran muy llamativos, pero lo importante eran las apuestas. Aquellas personas que hacían aquellas cosas que parecían increíbles, pero que eran muy reales. Dicen que está volviendo la televisión de los 90. Yo lo flipé aquellos años.
La nostalgia siempre vuelve, tira de los formatos de antes y a veces tira de la falta de creatividad
Ahora han hecho 'El Desafío' (Antena 3), que es un '¿Qué apostamos?' en pequeñito.
Sí, es un ¿Qué apostamos? en pequeñito. Es el Preparando ¿Qué apostamos? que hacíamos nosotros.
En caso de que volviera el programa, ¿te gustaría volver a presentarlo con Ana Obregón?
Eso sería una fantasía. Hacer otra vez el ¿Qué apostamos? con la Obregón, fíjate.
¿A qué achacas esta vuelta a la televisión de antes?
Es cíclico. La nostalgia siempre vuelve. La nostalgia tira de los formatos de antes y a veces tira de la falta de creatividad. ¿Por qué hay programas que se parecen a otros en concreto? ¿Por qué la gente dice que equis programa se parece al ¿Qué apostamos??
Porque no hay nuevas ideas.
Exacto. Es como la música. Mis hijas escuchan canciones que suenan a Earth, Wind & Fire, así que les pongo la original. Son mezclas nuevas de la música que se hacía en los 70 o los 80. Pues con la televisión pasa lo mismo. Hay formatos que formaron parte del medio y de una base de creatividad. Y sobre esa base se crean sucedáneos. Cuando alguien dice que El Desafío se parece a ¿Qué apostamos? lo que dice es eso, que se parece. Yo a Pablo Motos le dije que los jueguecitos que hace ya los hacía yo a lo grande en ¿Qué apostamos? Pero todo viene de ahí, porque tú ya has visto eso antes. Y cuando llegas a producir dices: “Yo quiero hacer esto que vi antes”. Pero eso ya está hecho. Lo bueno es crear cosas nuevas.
¿Te gustaría hacer en la televisión nacional algo como lo que haces con 'En compañía' en Castilla-La Mancha?
Me encantaría. Ayer [por hace un par de semanas], mi programa hizo récord de audiencia entre las televisiones autonómicas. Dos viejos desdentados y una vieja viuda. Ese es el programa. Uno con una boina y otros que no saben ni leer ni escribir. ¿Pero sabéis por qué funciona el programa? Por las emociones. Porque son historias de verdad. Y yo disfruto con esto. Con 61 'palos' que yo tengo, voy feliz a Toledo porque sé que voy a ayudar a alguien de verdad. Hacer un programa en una televisión pública [CMM] y poder ayudar a un ciudadano a acabar con su soledad, que es la pandemia real entre gente mayor y gente joven, es un lujo. Juan y Medio lo hace en Andalucía y yo en Castilla-La Mancha. Es el mismo formato y sería un bombazo hacerlo a nivel nacional porque llegaríamos a más gente. Y cuanta más gente ve estas cosas, más capacidad de ayudar tienes.
¿La televisión de Castilla-La Mancha te ha dado algún permiso para grabar el 'Grand Prix'?
Sí, sí. No hay problema. Yo no tengo exclusividad, así que hablé con ellos. Les dije que venía el Grand Prix y hay cosas a las que no hay que decir que no. El programa no para nunca. Los días que yo no esté estará mi compañía Gloria Santoro.
Entonces, vas a pasar el verano sin vacaciones.
Sin vacaciones una vez más, porque mis veranos siempre se complican y siempre acabo sin vacaciones. Me escaparé unos días a la semana grande en Bilbao, a ver si el cabrón de la feria sigue por ahí. Seguirá, porque ahora con la vuelta del Grand Prix le han dado más vida (risas). Cabroncete, ¿eh? Con cariño. Pero bueno, encantando. Yo me lo paso bien trabajando. Soy de los que le gusta su oficio y lleva en él muchos años. Y como me gusta hacer lo que hago, no me cuesta ir a trabajar. No hay problema.