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'Bajo el mismo cielo' Review Final: cuando el romance no es lo más interesante

Por Betty M. Martínez

El pasado viernes terminó ‘Bajo el mismo cielo’, pero con esta telenovela despedimos algo más. Primero, le dijimos adiós a última producción de Telemundo que quedaba en la franja de tarde-noche de Nova.

Ahora es territorio 100% Televisa. Pero, sobre todo, le dijimos adiós a una historia que consiguió, no sé si intencionadamente o no, que las tramas secundarias resultaran mucho más interesantes que el romance de los protagonistas.

¡¡CUIDADO SPOILERS!!

Un romance atípico

Como en toda telenovela, ha habido una historia de amor destacada. En este caso, la protagonizada por Carlos y Adela. A priori, tenía todos los elementos para funcionar. Un hombre que había perdido a su hijo en el oscuro mundo de las pandillas conoce a una joven de la que se enamora sin saber que ella misma es una pandillera, aunque, eso sí, con ganas de reinsertarse en la sociedad.

Olía a tópico por todas partes. Sin embargo, consiguieron que la historia discurriera por cauces poco habituales. Esta vez era ella la que se alejaba de él y era él quien la buscaba una y otra vez. Además, los continuos encuentros y desencuentros de la pareja hacían que estuviéramos permanentemente con la duda de saber si al final comerían perdices o cada uno seguiría su camino.

Protagonistas con y sin matices

En cuanto a los actores, no hay nada que reprocharles. María Elisa Camargo cumple bastante correctamente con su papel de Adela Morales y, además, consigue conservar la esencia del personaje a pesar de su impresionante evolución. Adela comienza siendo una pandillera para acabar como redactora de una prestigiosa revista. En ese camino fue cambiando su peinado, su vestuario, su lenguaje, pero siempre conserva esa actitud, esa fuerza, esa mirada del principio. Consigue evolucionar sin llegar a convertirse en otra persona, algo que la hubiera hecho irreal, ficticia, falsa.

En cuanto a Gabriel Porras, como siempre, cumple con el papel encomendado sin ningún problema. Ya he dicho en alguna ocasión que es un actor con capacidad para hacer de galán, de villano, de héroe o de lo que haga falta con bastante credibilidad. Sin embargo, en esta ocasión el actor ha estado muy por encima del personaje. Carlos no ha estado a la altura de lo que esperábamos.

Así como a Adela la vimos evolucionar, le vimos matices, la vimos dudar, caerse, levantarse, equivocarse, acertar; Carlos ha sido una línea recta. Era bueno buenísimo al principio y terminó siendo bueno buenísimo al final. Tiene una impresionante capacidad de perdón y una generosidad a prueba de palos. Lo siento, pero me ha resultado excesivamente perfecto. Era tan ideal que daba hasta una cierta aprensión. Siempre correcto, siempre educado, siempre honrado, siempre en su lugar. Hubiera agradecido algún altibajo en un personaje tan de diseño.

Rodrigo, el eje central de la historia

Las convenciones nos dicen que los protagonistas del romance son los que marcan los tiempos en las telenovelas. Ahora se conocen, después de enamoran, discuten, se reconcilian, etc. Sin embargo, en ‘Bajo el mismo cielo’ los acontecimientos vienen marcados por las acciones de Rodrigo. Rodrigo ha sido el eje sobre el que ha girado toda la historia. Ha estado en medio de absolutamente todas las tramas. Es más, lo digo desde ya. Sin Rodrigo, ‘Bajo el mismo cielo’ no habría tenido ni sentido ni interés.

Primero, Rodrigo era el hijo perdido del Carlos, con lo que ya era importante desde el principio porque era la causa del rencor del protagonista hacia las pandillas. Segundo, mandó asesinar al hermano de Adela, con lo que ya tenía el odio de la heroína. Tercero, y aquí se pone emocionante, se enamora de Adela, cuando, en teoría, tenía que asesinarla. Cuarto, es el padre de la niña que hace que Felicia pierda definitivamente el norte. Quinto, traiciona al líder de la pandilla y se convierte en el jefe supremo. ¿Alguien da más?

Es más, incluso ha tenido tiempo de dotar de matices a su personaje y de hacernos dudar de sus verdaderas intenciones. Rodrigo ha tenido todos los altibajos que le han faltado a Carlos y algunos más. ¿Sería capaz de destruir a su padre con tal de conseguir a Adela? ¿De verdad quería abandonar las pandillas?

Y, desde luego, lo que es incuestionable es el trabajo de Luis Ernesto Franco. Absolutamente impresionante. Ha conseguido que nos los creyéramos como cruel asesino, como orgulloso hermano mayor, como hombre enamorado de su peor enemiga, como solidario protector de los necesitados, como padre angustiado por el bienestar de su hija.

Además, es de agradecer que pese a su evolución final, los guionistas hayan sido coherentes con el personaje. Es más, no deja de ser paradójico que su final haya estado marcado justo por el único crimen que no cometió. Rodrigo se pasó toda la telenovela zigzagueando sobre una fina línea entre el bien y el mal y, al final, ese zigzag acabó por llevárselo por delante.

Felicia, la malicia hecha personaje

En ‘Bajo el mismo cielo’, el gran problema que han tenido los protagonistas es que en muchas ocasiones los terceros en discordia les han robado el plano descaradamente. La arrolladora personalidad de Rodrigo hacía que en ocasiones Carlos pareciera un personaje secundario y no el protagonista principal y Felicia, a quien deberían haber llamado Malicia dadas sus malas artes, ha sido una de las mejores terceras en discordia que recuerdo. Me da un poco de pena por Érika de la Rosa porque parece condenada a interpretar una y otra vez el mismo papel, pero son las consecuencias de bordar la interpretación. Este ha sido otro personaje donde las aristas han sido las grandes protagonistas.

Se pasa la vida ayudando en la parroquia, pero no le tiembla el pulso al pedir que maten a Adela. Jura y perjura su amor por Carlos, pero no tiene problema en meter a Willy en su cama. El sueño de su vida es ser madre, pero cuando tiene un bebé en brazos lo lleva a casa de un cruel criminal.

Pero lo más interesante de este personaje es que, aun considerando que es de una bajeza moral impresionante, consigue que lo entiendas. Cuando la ves, sabes que Felicia es cruel, despiadada, fría, insensible, egoísta, pero ella misma tiene la habilidad de conseguir que sigas sus razonamientos y que hasta veas lógica y coherencia en sus actuaciones, por muy viles que sean. Quizá sea este uno de los personajes mejor dibujados de toda la telenovela y, desde luego, de los mejor interpretados. Lástima que su final no haya estado a la altura. Ha sido demasiado “rosa” para lo “negro” que fue su desarrollo.

Dos romances de manual

Sin embargo, en toda telenovela tiene que haber historias románticas que nos hagan soñar con flores y velos de tul. Y en este caso también las hemos tenido.

La más convencional ha sido la de Luis y Susy. De libro. Chico pobre se enamora de niña bien de Beverly Hills. Todos se oponen. Ellos se separan, pero, al final, triunfa el amor. Lo mejor de esta historia ha sido la oportunidad de ver a dos jóvenes actores como Alejandro Speitzer y Oka Giner, a los que seguro que veremos mucho en el futuro.

Aunque, lo tengo que decir, mi pareja favorita de toda la telenovela han sido María y Míster Jacob. ¿Por qué? Porque ha sido una historia próxima, cercana, real. Desde el principio intuimos que algo pasaba, pero han ido paso a paso, despacio, con calma, midiendo los tiempos. Hemos visto las dudas de ella a romper un matrimonio de años con dos niños pequeños a pesar de saber que su marido era un sinvergüenza. Hemos visto el cuidado con el que él la trataba para no asustarla y evitar que se alejara. Es cierto que al final pisaron un poco el acelerador, pero durante todo el “enamoramiento” asistimos a situaciones que cualquier pareja de la vida real podría haber vivido.

Por cierto, confieso que gracias a Jacob Sanders he conseguido ver con otros ojos a Keller Wortham, a quien tenía un poco de manía por su personaje en ‘Jane The Virgin’. Y esto hace que valore sus méritos interpretativos. Que un actor consiga que en la misma tarde lo aborrezca en una serie y lo adore en otra es que es muy, pero que muy convincente con sus actuaciones. Bravo.

La sombra de la Migra

Y, para finalizar, uno de los grandes puntos a destacar de esta telenovela es que trata un tema muy delicado sin florituras. La gran mayoría de los personajes viven en situación irregular en Estados Unidos y a través de ellos comprendemos como es la realidad de ese colectivo.

Carlos es un honrado jardinero que intenta cumplir con la ley, pero el sistema no tiene problemas en ponerle zancadillas, aunque, claro, siguiendo esa línea recta que es el personaje, al final cumple el sueño americano. También lo cumple Adela, aunque para eso haya tenido que recurrir a una vía menos ortodoxa. Lo tengo que decir. El final de Erik me pareció muy injusto. Era un personaje que podría haber dado mucho más de sí.

En cuanto a Juana, creo que a casi todos se nos pusieron los pelos de punta al pensar en la posibilidad de que la pesadilla que vivió este personaje pueda ser la realidad de muchas mujeres.

En definitiva, quizá lo más destacado de ‘Bajo el mismo cielo’ es que al hacer balance de lo que hemos visto, el romance entre Carlos y Adela, presuntamente el centro de la historia, queda un tanto desdibujado. Ha habido tantos personajes arrolladores, tantas tramas interesantes, que la historia de amor ha quedado reducida a una subtrama más.

Pero que nadie me malinterprete. No es una crítica negativa. Todo lo contrario. Me alegro de que los guionistas empiecen a apostar por romper los moldes tradicionales. Esta vez han dado algunos pasos y les ha salido bastante bien. Ya veremos si esta es la línea a seguir en el futuro o si volveremos a los convencionalismos.

Por Betty M. Martínez

El pasado viernes terminó ‘Bajo el mismo cielo’, pero con esta telenovela despedimos algo más. Primero, le dijimos adiós a última producción de Telemundo que quedaba en la franja de tarde-noche de Nova.