Juego de Tronos 7x05 Review: La llamada de la sangre
Después de cada batalla perdida, llega el momento desagradable para el ejército derrotado de postrarse delante del líder vencedor, en este caso, lideresa, y esperar a ver qué destino decide para los caídos. Aunque seamos seguidores de nuestra khaleesi, si nos ponemos por un momento en la piel de los soldados Lannister, hay que admitir que la madre de dragones se presentó ante ellos con unos aires ‘hitlerianos’, infundiendo temor con la bestia detrás, acomodada en un risco cercano, y esa estética de hombreras militares y color gris ceniza.
Como las que dejaron los cuerpos de Randyll y Dickon Tarly tras ser condenados a muerte por no rendir pleitesía a la Reina Targaryen. No había opciones intermedias en esta fuerte dicotomía que les impuso Daenerys: o conmigo o a la hoguera. Y la inmediata ejecución de la sentencia borró de un plumazo las pocas vacilaciones de los soldados que todavía no habían hincado la rodilla. Ese gesto que tanto complace a Daenerys.
Y es que, como rompedora de cadenas, ella no había venido a Poniente a encerrar hombres. Era un todo o nada de primera categoría. Sin embargo, su mano y más fiel consejero empezaba a sentirse incomodado por hacer gala de unas técnicas un tanto nazis, podría decirse. Al fin y al cabo, esa era su gente. Sus paisanos. Y de alguna extraña manera, podría sentirse más apegado a los habitantes de Poniente que a los extranjeros dothrakis, a pesar de compartir bando. Además, la política absolutista de Daenerys corría el riego de hacer que todo se saliera de madre y lo último que querían era otro ‘rey loco’ como su padre. Sólo era cuestión de encontrar un móvil que hiciera que la reina se aplacase. Y vaya si lo encontraron. ¿Qué mejor que un mal común para unir –temporalmente– a la humanidad?
(¡Salgamos en busca de Spoilers!)
La nobleza de un bastardo
Nada más aterrizar en Rocadragón, el picudo y escamoso hijo sobre el que montaba Daenerys decidió acercarse a Jon Nieve, el cual, se encontraba apartado en el extremo de uno de los acantilados. Al ver aproximarse a la bestia, un impulso similar al que llevó a Jaime a acercarse al mismo bicho le incitó a quitarse el guante y osar tocar la piel dura y grisácea del dragón. Pero sus intenciones eran opuestas al del ‘Matarreyes’, pues algo en su interior le atraía hacia el animal. Y lo más sorprendente y que dejó a Daenerys con la boca abierta: el dragón también lo buscaba. Un solo contacto con Jon bastó para que la criatura se mostrara mansa, y con una cara que decía “es amigo”, invitó a su madre a desmontar.
Daenerys no era capaz de salir de su asombro. Lógicamente, al desconocer que se encuentra ante su sobrino, el hijo de su hermano y de la hermana de Ned Stark, no llega a comprender el interés de uno de sus hijos ante aquel fenómeno de hombre. Y por ello, en busca de más información, se aventuró a preguntarle si lo que contó Sir Davos sobre dejarse apuñalar en el corazón era verdad… literalmente.
Pero una vez más, la conversación se quedó en lo más interesante, ya que un cuervo llegó de Invernalia para informar a Jon de varios acontecimientos: que sus hermanos Arya y Bran estaban vivos, lo cual trajo regocijo a su corazón, y que el benjamín de los Stark había visto el avance del ‘Ejército de la Noche’. Justo antes de que el ‘Rey de la Noche’ espantara a la bandada de cuervos que servían a Bran a modo de drones con cámara. Pareciera que este ser macabro ejerciera un cierto influjo sobre el ‘Cuervo de Tres Ojos’, pero no quiero adelantar acontecimientos. Ya se verá…
En cualquier caso, la situación requería de un cambio de estrategia: había que terminar con la amenaza sobre los hombres antes de seguir con la guerra interna. De lo contrario, los caminantes harían su agosto cuando traspasaran el muro y arrasaran con lo que quedara de Poniente.
Había que llevarle a Cersei una prueba fehaciente de que las leyendas sobre la Larga Noche eran ciertas y, de este modo, convencerla de aliarse temporalmente con tal de vencer a tan terrible enemigo. Por tanto, había que capturar a uno de los caminantes y llevarlo a Desembarco del Rey. ¿Y quién sería el valiente en aceptar tan arriesgada empresa? Pues sir Jorah, recién llegado de la Ciudadela de Antigua, y por supuesto, el noble Jon Nieve.
Pero antes, debían asegurarse de que Cersei los recibiría en audiencia y no los mataría una vez que accedieran a la capital. Aquí, Tyrion tenía muy clara la cadena: Cersei sólo hacía caso de Jaime, y su hermano, con suerte, le haría caso a él. O al menos, merecía la pena intentarlo.
Bombazo informativo
Y si era mediante un truco, mejor que mejor. Porque si Jaime no hubiera sido engañado por Bronn, tal vez no habría accedido a entrevistarse con su hermano enano en los subterráneos de palacio, con los huesos de los predecesores de los dragones de khaleesi.
Tyrion quería limar asperezas y justificar su postura a favor de Daenerys, pero no había tiempo. Necesitaba contarle a Jaime el porqué del armisticio y, sobre todo, la promesa en firme de llevar pruebas consigo. Tamaña revelación no fue suficiente para Cersei, la cual, no os creáis, ya había pensado por su cuenta en la posibilidad de establecer una tregua temporal con Daenerys. Al fin y al cabo, ésta iba ganando. Sin embargo, no le hizo gracia que Bronn no le dijera nada a Jaime del encuentro con el hermano de ambos, y a pesar de conocer la verdadera identidad de la asesina de su hijo, su animadversión hacia Tyrion parecía intacta.
Aun con todo, estaba dispuesta a esperar a ver qué le traían. ¿Podía hacer otra cosa? Porque, aunque el oro sí llegara a tiempo a Desembarco del Rey, antes del ataque de Daenerys, se habían quedado sin efectivos que lucharan por su reina. Y mientras tanto, qué mejor forma de matar el tiempo que darle la buena nueva a su amante de su reciente embarazo, fruto, una vez más, del incesto entre hermanos. Ahora tenían más motivos que nunca para volver a empezar y ganar esa guerra. No sólo por ellos, sino por el nuevo hijo que venía en camino y de cuyo padre esta vez sí se sabría su identidad. Inusualmente, las malas lenguas no se quedarían en los mentideros ya que a viva voz se confirmaría la malsana relación entre Cersei y Jaime. ¿Cómo sentará esto a Euron Greyjoy, quien espera en la antesala para subir a la alcoba y el trono de Cersei Lannister, la primera de su nombre?
Pero además del bombo de Cersei, el bombazo informativo casi ha sido descubierto por Elí, mientras leía las anotaciones del maese Maynard, al hablar de una anulación del matrimonio del príncipe Rhaegar Thargaryen(el padre de Jon Nieve, y de quien se rumorea desde hace días que será interpretado por el actor Wilf Scolding en la próxima temporada, aunque el personaje murió en el pasado) con su primera esposa para desposar en una ceremonia secreta en Dorne a otra doncella (supuestamente Lyanna Stark, la madre de Jon)… pero lástima, Samwell la interrumpió en el mejor momento, frustrado como estaba de no poder ayudar a la causa contra el ‘Rey de la Noche’ en su posición dentro de la Ciudadela. Nadie le hacía caso, pero él conocía la manera de vencerlo. Así pues, decidió marcharse de allí –no sin antes beneficiarse de un último préstamo de la biblioteca– para unirse a sus amigos y luchar activamente contra uno de los mayores males de su tiempo. Parece que el muchacho que en su día quiso ser maestre había adquirido una apetencia por las aventuras. Tal vez su padre, desde un lugar mejor, pudiera por fin sentirse orgulloso de su hijo.
El mal en el Norte
Cuando se ha vivido en la casa del ‘Dios de muchos rostros’ se adquieren una serie de costumbres que no se llegan a abandonar nunca. Como la de merodear por los rincones oscuros de corredores y pasillos, o escudriñar por las esquinas. Arya sabía bien esto y su fortalecido instinto le llevaba a poner en práctica todas estas habilidades. Y, para su desconcierto, no le gustaba ni un pelo lo que veía.
Por ello, fue a ver a su hermana. Y ésta, que la conocía bien a pesar de los años sin verse, le dio carta libre para que hablara sin miedo. Arya, ni corta ni perezosa, desembuchó. Aunque a Sansa no le gustó lo que oyó. Porque en definitivas cuentas, su hermana pequeña la puso contra las cuerdas, contra sí misma, intentando no pensar en la tentadora idea de que su hermano no volviera y ella acabara siendo coronada como ‘la Reina en el Norte’. Así se lo habían hecho saber ya varios representantes de familias norteñas en el salón, a lo que Sansa se había limitado a asentir tímidamente en vez de sofocar las quejas con una inquebrantable confianza en la vuelta de su hermano. Al menos, eso es lo que le hubiera gustado a Arya.
Pero, a fin de cuentas, Sansa, aunque vanidosa, no era malvada. No traicionaría a Jon así como así. El origen de estos levantamientos procedía de otra parte. Algo se le estaba escapando. Por lo que decidió fijarse en otro de los miembros en su punto de mira: el esquivo Lord Baelish. Un ser tan astuto, que ha llegado a engañar a la misma Arya: el cazador, cazado.
Con malas artes ha hecho creer a la chica, que durante un tiempo no tuvo nombre, que había ocultado una nota de vital importancia para Sansa. Su contenido es confuso todavía, aunque si nos fijamos en el fotograma podemos distinguir también el nombre de Joffrey y la firma de Sansa, por lo que podría tratarse de una nota del pasado y muy seguramente un arma arrojadiza que tal vez enfrente a las dos hermanas. Recordemos que, en esa época, Sansa estaba ‘muy tontita’, y después de abrírsele los ojos ante la decapitación de su padre, durante un tiempo estuvo coaccionada y tuvo que hacer cosas que no quería. Sea como fuere, la silueta del Meñique sobresaliendo de la oscuridad del pasillo justo después de que Arya abandonara su alcoba daba a entender que todo había sido un ardid. ¿Se confirmará que la finalidad es poner a Arya en contra de su hermana?
Y mientras todo este caldo de cultivo se cuece en Invernalia, Jon ha llegado por fin a Guardiaoriente del Mar, la primera fortificación al inicio del muro –que además aparece en los créditos de entrada–, a donde se dirigen los caminantes y el lugar de la visión que tuvo ‘el Perro’ al mirar las llamas en el primer episodio de esta temporada. La granja en la que habían pasado esa noche era la misma en la que había estado con Arya anteriormente, y los cadáveres que encontraron muertos del frío pertenecían al granjero al que robó y a su hija. Fue la culpabilidad –por esa especie de maldición que les echó al vaticinar que morirían por ser débiles– la que le llevó a enterrar sus cuerpos. Y después de esa vivencia, no le quedaba más remedio que acudir al lugar que le habían revelado las llamas para intentar tomar parte de algo mejor, al servicio del bien común.
Así fue como los Hombres Libres les capturaron a él y a los miembros de la ‘Hermandad sin estandartes’ –la cofradía de bandidos que lucha contra los Lannister en nombre del fallecido Robert I–, y los mantuvieron cautivos hasta que Jon y sus acompañantes llegaron. Al margen de sus diferencias, –recordemos que Thoros de Myr y Beric Dondarrion vendieron a Gendry a Melisandre– hacían falta hombres valientes para acometer la encomiable hazaña de capturar a un soldado no muerto y salir vivo en el intento. Todos estaban en el mismo bando –pues todos respiraban–, así que no había que despreciar ningún tipo de ayuda. No estaban en condiciones de hacerlo.
De este modo, la humilde campaña liderada por Jon Nieve, e integrada por Jorah, ‘el Perro’, y un recién incorporado Gendry –el hijo bastardo de Robert Baratheon, que escapó con sir Davos después de vivir escondido durante años ante las mismísimas narices de su esposa Cersei trabajando como herrero– se aventuró en la infinita bruma más allá del Muro encomendando su vida al Señor del Fuego o al dios que cada uno tuviera más a mano.
Después de cada batalla perdida, llega el momento desagradable para el ejército derrotado de postrarse delante del líder vencedor, en este caso, lideresa, y esperar a ver qué destino decide para los caídos. Aunque seamos seguidores de nuestra khaleesi, si nos ponemos por un momento en la piel de los soldados Lannister, hay que admitir que la madre de dragones se presentó ante ellos con unos aires ‘hitlerianos’, infundiendo temor con la bestia detrás, acomodada en un risco cercano, y esa estética de hombreras militares y color gris ceniza.