‘Vikings’ 4x11 Review: Un aire nuevo de invierno que suena a despedida
Por: PorMarta Ailouti
Si la cuarta temporada de ‘Vikings’ hubiera tenido solo diez episodios, como era habitual hasta ahora, y no veinte, nos habríamos perdido uno de los mejores capítulos de la temporada. Quizás tenga que ver más con el frío de estos últimos días. Un aire fresco, de renovación, que ya tocaba. Como si la serie se hubiera desecho del letargo de algunas de sus viejas tramas y encajara mejor en el mes de diciembre. Parte del mérito lo tiene su final de mitad de temporada.
Ahora, parece, estamos a otras cosas, aunque de fondo aún resuenen las viejas heridas, los fracasos, las venganzas y, cómo no, las premoniciones. Pero basta de parones innecesarios y, si os parece, después del tráiler de esta segunda mitad, lo comentamos.
¡CUIDADO SPOILERS!
‘Vikings’ regresa sin batallas ni sangre en su, probablemente, capítulo más pacífico. Si no fuera por los cuervos, o los dioses, al menos habríamos tenido una muerte premeditada e intencionada con la mejor puesta en escena posible. No era el momento. A Ragnar Lothbrok aún le queda, palabra de Oráculo, un porvenir oscuro teñido de calamidades, desorden, caos, tragedia y muerte. Tomadlo como un spoiler.
El ocaso de un héroe
El personaje de Travis Fimmel, cuya presencia y aura de leyenda continúan infundiendo cierto respeto al resto de los vikingos –y también, por qué no, entre los espectadores–, es ahora un espejismo borroso del hombre que algún día fue, al que hasta sus propios hijos, excepto Ivar, no dudan en dar la espalda.
Consciente por primera vez de que, después de todo, es posible que las puertas del Valhalla ya no se abran para él, vaga como un fantasma de un lado a otro, entre Kattegat y Hedeby, con esa intensa sensación de desidia, desapego y falta de fe que, en realidad, le acompaña desde la muerte de Athelstan, mientras trata de reconciliarse con su pasado. Como una de esas listas de diez pasos que incluyen en el punto número dos el perdón –a Floki, en este caso, que partirá con Bjorn hacia el mar Mediterráneo–, y en el uno el arrepentimiento. No es la primera vez que el norteño anhela su pasado común con Lagertha y tampoco será la última. Es fácil imaginar por qué.
En cualquier caso, como si el guion de Michael Hirst fuera en realidad el tiempo, todo ha vuelto al orden natural de las cosas. El que señala que los años, como las derrotas, no pasan en balde y que los hombres no pueden ser dioses eternamente. Tampoco Ragnar Lothbrok, me temo. Sus actos hace tiempo que suenan a despedida desesperada. El relevo, al menos, ya está aquí.
Los descendientes
Y es que, mientras tanto, hasta que el día del Juicio Final, el Valhalla o lo que sea más pertinente llegue, retomamos este capítulo, con título de ‘Forastero’, precisamente donde lo habíamos dejado. Como si no hubiera pasado el tiempo y entre medias no se hubiera quedado congelada la derrota de París. Al que fuera el rey de Kattegat, ya no le interesa su reinado y, sin embargo, por afecto y algo más, nadie se atreve a cuestionárselo. Tampoco ninguno de sus hijos a los que, de algún modo, empieza a ceder protagonismo.
A vista de pájaro, poco a poco vamos conociendo a los cuatro descendientes por parte de Aslaug a los que parece unir una sana relación fraternal. Especialmente a Ivar. El que está llamado a ser uno de los personajes más interesantes de esta nueva entrega empezó su leyenda con uno de los momentos más impactantes y violentos de la primera mitad de temporada.
Pero, como suele ocurrir con los vikingos, Ivar tiene unaparte que te gana. Probablemente, su personalidad compleja y desmedida, además de vulnerable, inteligente y tremendamente ambiciosa. No hay que fiarse, eso es cierto. Por mucho que Margrethe, la esclava, haya logrado aplacar su ira. Pero al menos a él, al contrario que al resto de sus tres hermanos, se le ven rápido las costuras.
Por lo pronto, su escena final en el trono junto a su padre, al que le brillan un poco los ojos en su compañía, consigue que queramos verles más a menudo compartiendo plano. Una nueva expedición a Wessex se avista en el horizonte. Los vikingos vuelven a zarpar.
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Por: PorMarta Ailouti
Si la cuarta temporada de ‘Vikings’ hubiera tenido solo diez episodios, como era habitual hasta ahora, y no veinte, nos habríamos perdido uno de los mejores capítulos de la temporada. Quizás tenga que ver más con el frío de estos últimos días. Un aire fresco, de renovación, que ya tocaba. Como si la serie se hubiera desecho del letargo de algunas de sus viejas tramas y encajara mejor en el mes de diciembre. Parte del mérito lo tiene su final de mitad de temporada.