'Vikings' 3x02 Review: Un sueño, tres mujeres y un enigma
Por Marta AiloutiMarta Ailouti
La mayoría de nuestros días son, en realidad, como este capítulo donde las tramas apenas avanzan y pareciera que no ocurriera nada. Solo ese estado engañoso en el que andan sumidos algunos de nuestros vikingos, a causa del efecto secundario de según qué hongos, y que envuelve el tono general de este episodio, marcado a su vez por un extraño sueño que comparten tres mujeres y que bien podría ser otra cosa.
Sea como sea, mientras unos se alejan de la realidad, otros acercan posturas. Veamos, por tanto, qué ha pasado de verdad, y qué no, en esta nueva entrega en la que aparentemente no ha ocurrido mucho.
(¡Cuidado SPOILERS!)
Miembros fantasmas
Tras la derrota de Brithwulf en las tierras de Mercia es tiempo de celebraciones para los hombres de Ragnar. Mientras Rollo sigue en ese triste papel más que secundario al que ha sido relegado y Bjorn pide matrimonio a Porunn, Torstein continúa ganando enteros. Eso, al menos, si es que consigue sobrevivir a un nuevo capítulo. Mi apuesta es que sí. Por el momento, ni las setas, ni el agua del mar, ni la mismísima diosa Freya han podido hacer nada para salvar su brazo, herido en batalla, que termina atravesado por el filo del hacha de Floki.
La que tampoco está para celebraciones es precisamente la causa de que todos ellos estén en Mercia. A Kwentrith le sigue molestando su familia como si también ellos fueran un miembro fantasma. Por mucho que falten, le duelen en alguna parte. Y es que si en la segunda temporada ella misma nos contaba que su difunto hermano Kenelm, el heredero natural del rey Offa, había abusado de ella desde los 12 años, ahora nos enteramos de que antes también lo había hecho su tío Brithwulf. Es por eso que aunque haya presenciado con sus propios ojos cómo moría a manos de los vikingos, solo le falta una cosa para poder creérselo del todo. Quiere además su cabeza.
Lo que ocurre a continuación es esa imagen de la princesa arrastrada por el suelo, completamente ebria, apuñalando la cabeza del que fuera su tío con la risa de Floki de fondo que, a mí personalmente, me parece que no le hace justicia en absoluto. Su dolor, se me antoja, se merecía otra cosa.
Nada nuevo en Mercia
Con todo, la trama del reino más grande y más importante de la actual Inglaterra no ha tenido mucha más relevancia esta semana, ni mucho más interés. Quizás tenga que ver con la poca presencia de Ragnar, convertido ahora en mercenario, pero he echado en falta algo más de interacción, y no me refiero solo a las peleas. Sea como sea, él y el resto avanzan hacia la otra orilla, en una genial puesta en escena, con los mástiles de sus barcos adornados con cabezas y la sonrisa despiadada entre los labios. Al otro lado espera Burgred, el único miembro de su familia por el que Kwentrith siente cariño, y además parece que es mutuo. Pero una cosa es el amor y otra el instinto de supervivencia, que acaba provocando sobre el joven de Mercia la necesidad de poner pies en polvorosa.
El encargado de ir en su búsqueda es Ethelwulfo. El hijo del rey Ecbert quiere marcar las distancias con los bárbaros que le acompañan, motivo por el cual después de sonsacarle a un hombre el paradero de Burgred, lo deja libre. El problema del heredero de Wessex es que pretende diferenciarse de una cultura a la que no se ha molestado en conocer y es más que probable que, con tiempo, acabe cometiendo fechorías peores. Por lo pronto, ha conseguido un nuevo destino para todos ellos sin necesidad de derramar sangre, lo cual, de vez en cuando, es de agradecer. Un fuerte de la Edad de Hierro en lo alto de la colina de la Ceniza que les obligará a alejarse de sus barcos.
De cortejos y otros engaños
Por lo obvio que parece, –todas las señales del vidente nos llevan en una dirección–, cada vez estoy más segura de que Lagertha no morirá esta temporada. Y ya van dos apuestas. Mientras tanto en Wessex continúa el cortejo entre Ecbert y ella. A la que fuera conde Ingstad no le pega nada dejarse impresionar por un collar de perlas o las atenciones con que su anfitrión la colma. Más aún, porque el rey no es de fiar.
De momento el que sí la ha engañado ha sido Kalf, arrebatándole por la espalda, de esa manera ruin y cobarde que él llama pacífica, su título de conde de Hedeby. La única sabiduría que tiene este personaje es aquella que le hace afirmar que cualquier hombre sensato temería a alguien como Ragnar, un granjero hecho rey por sí mismo. Y es que a Kalf más que el poder lo que le interesa es la fama del rey de Kattegat. De hecho, todo iría bien encaminado si no fuera porque en su anhelo se ha olvidado de algo esencial a la hora de forjar una leyenda: A Lothbrok se le ve venir porque siempre va de frente.
Sea como sea, por ahora, la mejor baza que tiene esta trama, es la perspectiva de ver cabreada a nuestra diosa vikinga. Porque si alguien se crece en las adversidades es precisamente ella. Por el momento la hemos dejado feliz y emocionada ante la idea de sus nuevas tierras. Y así ha de seguir, al menos, hasta el próximo capítulo.
Tentaciones
Mientras tanto, y a pesar de que algunos lo llegáramos a temer, la intervención de Athelstan de esta semana no se ha quedado reducida a la de mero traductor e intérprete entre el rey Ecbert y Lagertha. Parte de la culpa la tiene Judith, la mujer de Ethewulfo, que muy al contrario que este y a pesar de las advertencias de su suegro, se siente fascinada por la cultura de los vecinos del norte y más en concreto por nuestro querido monje. Así, al menos, se lo ha hecho saber a él, confesión mediante.
Y lo cierto es que posible que ninguna otra cosa haya provocado igual tentación en Athelstan, que continúa inmerso en sus constantes luchas internas entre su Dios y Odín, como la que se le presenta ahora con la princesa, por quien siente una atracción más que evidente.
Un sueño, tres mujeres y un vagabundo
De vuelta en Kattegat si la semana pasada había una premonición, en esta, tres mujeres, Helga, Siggy y Aslaug, tienen la misma visión. La del extranjero, interpretado por Kevin Durand, que se acerca al final del capítulo pidiendo ayuda, sin rostro, con las dos manos abiertas entre las que trae en una, una bola de nieve, y en la otra, una herida. La sangre cae al suelo. Como sangre, aparece en el segundo sueño que las tres comparten, protagonizado por un agónico y mutilado oráculo.
Y con la llegada del vagabundo, otra revelación. Los estigmas de Athelstan, al que parece que nunca abandonarán sus dioses. Ya lo dijo Ragnar en el capítulo anterior, haga lo que haga no tiene escapatoria, siempre habrá un dios que le vigile.
Así pues, con este enigma sobre las heridas del monje y sobre la identidad de ese extraño, que, a pesar de estar relacionado de algún modo con el fatal destino del visionario, más que alarmar provoca una profunda sensación de tranquilidad sobre las tres vikingas, se despide este episodio donde lo mejor ha sido precisamente la recreación de esta atmósfera entre mística, mágica y onírica, también alucinógena, capaz de envolverlo todo.
Os dejo el avance del siguiente capítulo, titulado Warrior's Fate History, o El Destino del guerrero, en el que tendremos algo más de acción, tal vez la batalla definitiva en Mercia, y del que además es posible que obtengamos algunas respuestas:
This browser does not support the video element.
Por Marta AiloutiMarta Ailouti