Recuento de '30 monedas': las cuentas pendientes que deja De la Iglesia para una temporada 2
La primera temporada de 30 monedas ha llegado a su fin, y ahora queda esperar a que Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría continúen con la historia en la segunda de las tres temporadas que tienen planeadas dentro de HBO.
A la espera de confirmación oficial por parte de la compañía, esta no se producirá hasta que el realizador bilbaíno concluya el proceso de Veneciafrenía, la primera de las películas que compondrán la antología The Fear Collection, producidas por Sony Pictures International y Amazon Prime Video en conjunción con su Pookepskie Films, la compañía que posee junto a Carolina Bang. Por tanto, habrá que armarse de paciencia hasta que se retomen las líneas argumentales que alcanzaron su punto álgido este domingo 17 de enero. Un episodio que ha llegado a España en plena efervescencia internacional de la ficción, recién estrenada en Estados Unidos a través de HBO Max.
Así quedan las cosas en el 1x08 (cuidado, ¡spoilers!)
El octavo de los episodios de la ficción dejó a su audiencia con la duda sobre el sino de los personajes principales. Solo podemos considerar como definitivo, a priori, el final del estoico Padre Vergara encarnado por Eduard Fernández. Con el cierre de la temporada quedó clausurado el arco del cura, que se sacrificó para evitar la consecución de la ceremonia en la que Santoro (Manolo Solo), su némesis, se proclamara el Antipapa. Un final heroico con el que el sacerdote logra alcanzar esa paz de espíritu perdida, junto con su fe, desde el momento en que el joven Giacomo pereció ante sus ojos.
Eso sí, el diablo no ha desaparecido, ni mucho menos: el gran protagonista fue ese delicioso diablo encarnado en Cosimo Fusco. Tras el fracaso de los cainitas, peleándose por hacerse con las 30 monedas desperdigadas tras despeñarse Santoro, Angelo optaba por salir del maldito Pedraza a través de esos espejos que esconden un mundo oculto que ya vislumbramos en el tercer episodio, y recala en Tokyo, donde con una nueva imagen se pierde entre el gentío.
Más controlados a la vista del espectador quedan Lagrange (Francisco Reyes) y Merche (Macarena Gómez) en la inesperada asociación resultante del caótico episodio: la ya exmujer del alcalde, entregada a su labor como organizadora de la gran ceremonia satánica, aprovechará su oportunidad para hacerse con uno de los doblones y asociarse con el obispo, reafirmándose como la presumible gran villana de lo que habrá de ser la segunda temporada.
Sin duda, la relación a tres bandas entre ella, Paco (Miguel Ángel Silvestre) y Elena (Megan Montaner) ha sido uno de los puntos más discutibles de la ficción, anquilosado por la previsibilidad. En ese aspecto, la función de Merche en el triángulo no sería tan diferente a la que ya tenía la propia actriz en Las brujas de Zugarramurdi. No obstante, la evolución de Merche se ha probado más interesante que el de los propios protagonistas, hasta acabar empoderándose, por decirlo de algún modo, gracias al maligno y a la incompetencia de los hombres alrededor.
Más ambiguo es el desenlace de los mencionados Paco y Elena, después de caer esta garras de los villanos de la función y ser envenenada fatalmente. Los últimos planos que se nos ofrecen de la veterinaria y el alcalde son precisamente entrando ella inconsciente en Urgencias, sin que se den pistas sobre su futura recuperación. Más enteros, pero igual de perdidos, se encuentran el sargento Lagunas encarnado por Pepón Nieto, rescatado por ese impagable Antonio encarnado por Javier Bódalo, los únicos paisanos que han quedado indemnes del influjo del mal en Pedraza.
De Fulci a Carpenter
La imagen de los habitantes del pueblo sucumbiendo al pánico en la niebla, sin poder escapar del lugar, al término del séptimo episodio constituyó una de las imágenes más poderosas que dejó 30 monedas en su primera temporada. Su papel en la conspiración satánica, con todos ellos ya consagrados a servir a Angelo, recordaba, hasta cierto punto, a los ciudadanos de Potters Bluff en la siempre reivindicable Muertos y enterrados. Ese es solo uno de las múltiples referencias posibles dentro de una ficción que se ha enorgullecido de aglutinar, a veces por encima de sus propias posibilidades, el imaginario del horror en sus tramas.
El español hace las veces de DJ remezclando tropos e iconos en una ambiciosa estrategia equiparable, salvando las distancias, a la de Tarantino en el díptico Kill Bill. 30 monedas pretende ser todo lo que, como fan del fantástico, motiva a su autor. Una representación tangible de unos gustos inabarcables.
La intertextualidad de De la Iglesia es a veces más sutil y en otras, más explícita: por ejemplo, no es difícil establecer conexiones entre el mencionado cura Angelo y el personaje de Fabrizio Jovine en Miedo en la ciudad de los muertos vivientes de Lucio Fulci, a la postre una de las influencias más claras en esta obra. Aunque, como ya comentamos en nuestra crítica, tal vez sea John Carpenter el director citado de una forma más directa en la serie en general y en el último episodio de forma particular: armado hasta los dientes para enfrentarse a esa representación de Nyarlathotep que irrumpe colosal antes de la secuencia de créditos, Vergara podría haber sido un perfecto compañero del cazavampiros Jack Crow de Vampiros; mientras que el pueblo en sí, revenido y poseído, podría enfrentarse en reflejo al de En la boca del miedo;. Pero si hablamos de espejos, el referente ineludible es el de El príncipe de las tinieblas, donde el maestro del horror ya conjeturaba con la representación matérica del mal absoluto, una idea que replica el español ya desde el tercer episodio, con esa puerta a otras realidades interconectadas tras el cristal, deseando pasar al otro lado.
Incluso la pieza musical con la que se acompaña la última secuencia de la serie, en la que se sumarizan los destinos de los personajes, suena de forma ineludible a Carpenter. Algo que no ocultó de la Iglesia: “Le dije a Roque [Baños] que al final quería El príncipe de las tinieblas. Sin ataduras. Ese episodio es totalmente Carpenter. Eso está ahí”, decía el cineasta a Vertele, en una entrevista en la que pretendía dar pistas de lo que sería la siguiente etapa de 30 monedas.
Hacia una ausencia de resolución
“Esta primera temporada en realidad es un segundo acto, por eso tiene ese punto trágico. El primero sería la vida de Vergara y Santoro en Roma, de la que hablamos un poco en uno de los episodios; el segundo es el que hemos visto; y el tercero es la segunda temporada que vamos a hacer ahora. Lo he tergiversado”, explicaba. De la Iglesia insistía en la necesidad de ahorrarse la vuelta al punto de partida (no en vano, la serie ya arrancaba in media res, sin haber lugar para procesar las dos primeras secuencias, el sangriento atraco a un banco y el parto monstruoso, ni plantear una continuidad), a la reinstauración del orden, a la resolución satisfactoria.
Si podemos encontrar un problema recurrente y trasversal en la filmografía del director lo hallamos en la clausura: tan rebosantes de ideas y conceptos, en sus películas nos hemos podido encontrar con epílogos que tratan de recontextualizar a sus personajes después de últimos actos a veces inmanejables, con resultados desiguales. Dejándolo todo en el aire, 30 monedas lo deja todo en el aire, hasta la siguiente ocasión. Y lo que es más importante, sin visos de querer aminorar las marchas.