Irene Escolar recogió en 2015 el Goya a la Mejor actriz revelación por la película Un otoño sin Berlín. Habitual sobre las tablas, aquel día agradeció desde el escenario el esfuerzo de todas las personas que habían hecho posible -incluido el taxista, Mariano-, que llegara a tiempo a la gala desde la obra de teatro que representaba en Zaragoza. A su padre le agradeció haberle enseñado “a tener paciencia”, y a su madre, haber aprendido “vivir”.
Han pasado cinco años, y aunque la actriz no ha abandonado ni un ápice la escena, representando funciones como Un enemigo del pueblo, El público, Vania, Mammón y La Gaviota, en 2020 ha vuelto a la pequeña pantalla por partida doble. Ha estrenado Escenario 0, de la que es cocreadora junto a Bárbara Lennie, y ahora Dime quién soy, la adaptación de Movistar de la novela de Julia Navarro. Un camino que, confiesa, tiene “ganas de seguir explorando”. Los dos primeros episodios de la segunda están ya disponibles en la plataforma, en los que encarna a su fascinante protagonista, Amelia Garayoa.
Una mujer a la que conocemos en los años 30, con ganas de luchar por sus sueños y sus ideales, de defender la cultura a ultranza y negarse a enjaularse en un matrimonio y posterior descendencia. Un personaje que, según explica, “no creo que fuera una adelantada a su tiempo. Había muchas mujeres así, simplemente sus historias no se han contado nunca”. Conclusión a la que llegó tras una extensa labor de investigación, en la que dio “con el maravilloso documental Las Sinsombrero, que de repente me descubrió a mujeres de esa época con historias fascinantes y que debían ser una pequeña ejemplificación de muchas”. Aunque el mayor paralelismo respecto a la vida de Amelia fue María Teresa de León, mujer de Rafael Alberti.
Escolar describe su personaje como alguien que “se mueve entre la luz y la oscuridad todo el rato, está llena de contradicciones”. “Lo que me gusta”, reconoce, “es que no es una heroína. Es una mujer como cualquier otra: está llena de cosas que no sabe cómo resolver, a veces es torpe en esas decisiones. Pero por otro lado es muy valiente y fuerte, va jugando entre esas dos cosas”. Para la actriz, “revistar un periodo de la historia desde el punto de vista de una mujer y cómo se relaciona con los hombres que le acompañan es una perspectiva interesante y rica de hacer”. A sus pares masculinos los compara con “bastones”, por cómo son “necesarios para apoyarse pero no tienen nada que ver en sus decisiones”.
Eso sí, adelanta que su personaje “se entiende en su conjunto, cuando ves todo el recorrido. Hay que ir sumando todo, dolor, frustración, experiencias que le descubren una y otra cosa. Eso es lo hermoso de esta serie”. Una ficción que llega a la televisión con para ser explorada por primera vez por muchos, pero con los que otros se reencontrarán tras haber leído el libro. Sobre ellos espera que “aunque hayan imaginado a otra Amelia, poco a poco vayan entrando en el alma de lo que hemos hecho”. Del mismo modo, a los que no se han acercado el libro, confía en que se sorprendan al llegar a “una historia que no se esperan, contada de forma diferente y alejada del cartón piedra al que estamos habituados en las series de época”.
Partiendo de la Segunda República Española y alcanzando la caída del muro de Berlín, Dime quién soy ha permitido a la intérprete empaparse de diferentes acontecimientos y épocas, entre los que “quizás tenía más alejado las purgas estalinistas”. Sobre ellas leyó Mujeres vestidas para bailar, una obra que recoge “la biografía de 12 mujeres que sobrevivieron a los gulag, y contando ese horror y cómo luego salieron reforzadas. Descubrir todo esto fue fascinante. Alguna incluso dice que quizás fue el episodio más importante para ellas, por lo que sacaron en cuanto a tomar conciencia de lo que puede ser la vida. Como cualquier experiencia mala que te lleva a un aprendizaje muy grande”.
Siendo la cultura un elemento fundamental en el arranque de la serie, especialmente por cómo su personaje la defiende, Dime quién soy llega en un momento convulso donde no está siendo un sector especialmente boyante tras el coronavirus. “Si la cultura ha sido siempre muy importante, ahora mismo es un sostén”, defiende, haciendo hincapié en “la salud del alma, la mental”. “El arte nos hace todo mucho más llevadero”, añade, “nos hace sentirnos menos solos, es más solidario y hermoso. Hay mucha belleza en él y en este momento necesitamos también rodearnos de esa belleza y esperanza”. De ahí a que espere que la ficción “sirva para acompañar a la gente y hacer pasar un buen rato, que se enganchen a este personaje, que se alejen de esta época para meterse en otra muy diferente. Las aventuras de esta mujer que no tienen que ver con nada cercano a nosotros”.