Crítica

'Besos al aire': una comedia azucarada (a ratos de más) sobre amor en tiempos de pandemia

Amor en guerra mundial y en transatlánticos hundiéndose. En atentados terroristas, en mundos plagados de zombis y en medio de catástrofes naturales. La ficción ha acudido a múltiples contextos para hablar del amor, para emocionarnos con sus comienzos, rupturas, pérdidas y pasiones. La miniserie Besos al aire ha apostado por incluir la pandemia como telón de fondo para hacer lo mismo. Hablar de los romances que han surgido en tiempos de coronavirus en tono de comedia dramática.

El primero de sus dos episodios llega este viernes 26 de marzo a Star de Disney+, con una emotividad que convencerá a algunos y distanciará a otros. Si algo ha quedado claro es que cada cual estamos teniendo nuestra propia experiencia, tiempos y ánimos sobrellevando la pandemia.

La producción acierta en ser capaz de no anclarse en la tragedia -aunque tampoco la pasa por alto-, algo novedoso y que funciona como una cápsula del tiempo a la que podremos regresar en el futuro, cuando en algún momento logremos asimilar este último año; y recordar que no todo fue malo. A la vez, tiene instantes algo idealizados, que no convencerán a aquellos para los que la herida esté aún abierta o supurando.

El proyecto surgió en pleno confinamiento, cuando su creador Aitor Gabilondo (Patria, Madres), se preguntó qué estaría ocurriendo en las casas de sus vecinos. La intrahistoria de hogares en los que la rutina era tan monótona y similar a la nuestra, pero a la vez tan ajena. Vendió la idea a Mediaset, la produjeron y, desde luego, no pensaron que acabaría llegando a la plataforma con la Covid-19 cobrándose aún vidas cada día.

La realidad, una vez más, supera a la ficción. Y aquí seguimos, aunque ahora esperanzados por los más de dos millones de personas que ya han sido inmunizados gracias a la vacuna.

Historias cruzadas

“¿Estás pensando en una tía en medio del Apocalipsis?” pregunta Berta (Nuria Herrero) a su compañero técnico de enfermería Javi (Paco León), al que le gusta la Doctora Cabanas (Leonor Watling). Una pregunta ilustrativa sobre lo que quizás muchos vayan a hacer en casa cuando se sienten a ver la serie, pero que a la vez tendrá una respuesta clara: “Sí”. Porque a pesar de todo, la vida no se ha parado y las leyes del corazón -menos mal-, van por encima de toda lógica. La estructura es atractiva y amena, con historias que se entrelazan y tienen como nexo al citado enfermero. Sigue la estela de títulos como Love Actually, Noche de fin de año o Historias de San Valentín, aquí a 'la española' y en plena pandemia.

Besos al aire despierta curiosidad porque efectivamente explora la realidad de lo que sucedía tras las ventanas que, durante varios meses, solo veíamos a las 20h de la tarde cuando salíamos a aplaudir al personal sanitario. Algo que en esencia es lo que pretende la ficción, rendir homenaje a los trabajadores esenciales, a los que no lo somos y a los que ya no están. Viaja al inicio de la cuarentena en la que se agotaba el papel higiénico, se quedaba por Tinder en la sección de congelados, había peleas por ser quien sacara a pasear al perro, cambiábamos de canal intentando escapar -sin éxito- de las noticias sobre el coronavirus, no sabíamos cómo proceder cuando nos encontrábamos a los vecinos en la escalera, hacíamos la compra con miedo.

“No da tiempo, no podemos tratarles como a personas”

No todos los personajes son personal sanitario. Hay una cajera de supermercado, un ama de casa, un empresario que teletrabaja, una estudiante que se va a vivir con sus abuelos para no quedarse en su piso compartido, un carnicero, dos periodistas; personas de más y menos riesgo que consiguen ampliar el abanico de posibilidades con las que generar empatía y sentirse identificados.

Eso sí, lo más duro -y valioso- es lo que ocurre dentro del hospital. Comprobar la dificultad de trabajar con EPI, pegando imágenes de sus caras en las bolsas de basura con las que en un inicio recubrían sus cuerpos, la falta de recursos, su ahínco para acompañar a a los pacientes a los que ya nadie ha podido volver a visitar.

“No da tiempo, no podemos tratarles como a personas”, lamenta la doctora Cabanas al expresar la angustia que le genera la velocidad con la que atienden. Javi se encarga de hacer lo imposible por hacerles llegar mensajes de ánimo de sus familiares y personas cercanas, yendo más allá y conociéndoles en la medida de lo posible para darles energía positiva.

No obstante, la serie se permite alguna licencia que chocará a más de uno por inverosimilitud. Como que una médica que se quite los guantes y agarre a los pacientes con sus manos sin ni si quiera desinfectarse. O aún peor, en plena UCI, quitarse la mascarilla en un 'arrebato de romanticismo' poniéndose en peligro tanto a ella como al resto de convalecientes y compañeros. Chirría.

Otro 'pero' con el que cuenta la ficción es que sus dos únicos episodios a modo de evento en su visión más luminosa de la pandemia, se quedan cortos. Arrancamos con el principio en el que planeábamos cómo y con quién confinarnos -sin ni si quiera saber que iba a ser para tantas semanas-, en el inicio de los aplausos -que por cierto, empezamos dando de noche y no de día hasta que se cambió la hora-, y en apenas dos horas y media culmina con el final de la cuarentena, celebración de los vecinos bailando en la calle incluida. Es cierto que ritmo no le falta y consigue que le ocurre a los personajes importe, pero se queda algo escaso. Había margen para desarrollar, al menos, alguna entrega más.

La televisión como nexo y el 'necesario' almíbar

En los mensajes que Javi transmite a los pacientes, incluye frases de sus películas favoritas; comedias románticas tales como Algo para recordar o Nothing Hill. Porque, como él mismo explica, “a nadie le viene un poco de almíbar”. Y razón no le falta. Por esa parte, la premisa de Besos al aire es audaz, tierna y realista. Seguimos en el túnel aunque cada vez con más luz en el horizonte, y la ficción continúa demostrando que ha sido nuestra más fiel y eficiente compañera.

Por su capacidad de emocionarnos, implicarnos, evadirnos, entendernos, hacernos reflexionar, entretenernos. Nos ha permitido transportarnos más allá de nuestras cuatro paredes y sigue aportando historias con las que recordarnos cada día que, pese a que la pesadilla continúa, no lo es todo.

Besos al aire se reserva también un pequeño y bonito homenaje a la televisión, presentada como nexo de unión que posibilita aquí unas 'calabazas' virales a los Merlos Place y una triste pero agradecida despedida. A fin de cuentas, la pequeña pantalla sigue siendo un ancla con la realidad que va más allá de nuestras casas. Nos 'iguala' por cómo accedemos a los mismos canales, programas y series que forman parte de nuestros imaginarios, conversaciones y salud mental. Por ello, cambiar las cifras de muertos por las de enamoramientos por unas horas, sienta bien.

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