Lo queramos o no, ya solo queda un siguiente capítulo de poco más de una hora para que demos por cerrada una de las series con más repercusión de la historia. Juego de tronos se prepara para poner un punto final que, a juzgar por las divisiones causadas en los anteriores episodios, es complicado que deje satisfecho a todos sus seguidores. Han sido muchos bandos, muchas guerras internas y muchos matices que cada persona ha administrado de forma diferente. Y ahora, cuando todo va a acabar, resulta cuanto menos complicado señalar quién será el nuevo rey o reina de Poniente.
Por desgracia, ya tenemos muchas pistas para creer que en el Trono de Hierro se sentará un hombre. Y es que, si algo nos dejó claro el anterior capítulo, El último de los Starks, es que todavía continúa un muro en los Siete Reinos. No es el de hielo. Tampoco son los de Desembarco del rey. Es el del patriarcado.
Aun así, Las campanas era la entrega destinada a calentar los motores (nunca mejor dicho) para el gran epílogo de la serie y poner las piezas sobre el tablero de cara a la última partida. Algunas de estas piezas consumarán su jugada maestra. Otras, en cambio, caerán derribadas intentando un jaque mate convertido en estrategia suicida. Sin más, que comiencen las llamaradas (y los spoilers). Si todavía no has visto el episodio, entonces huye como dracarys que lleva el diablo.
“No lo hagas Anakin, la altura me da ventaja”, le dijo Obi-Wan Kenobi a Anakin en el tercer episodio de Star Wars, justo antes de darle el espadazo que le acabaría tirando a la lava y convirtiendo en Darth Vader. Sin embargo, la joven promesa de la República Galáctica estaba tan dominada por el odio que hizo caso omiso a toda advertencia. La rabia se consumía en su mirada y no había hueco para la benevolencia. Ni para Padmé, su esposa embarazada, ni para niños que se iban a convertir en futuros Jedi y mató sin pudor. Abrazó el lado oscuro, tal y como ha hecho Daenerys Targaryen.
El episodio comienza con La que no arde recluida en la penumbra de Rocadragón. No come, no quiere ver a nadie y, al igual que Robespierre con su régimen del terror, ejecuta sin pensárselo a cualquiera susceptible de ser un contrarrevolucionario. El primero que sufre las consecuencias es Varys (en una escena mucho mejor rodada que la de Theon Greyjoy), pero Jon y Tyrion también se encuentran bajo sospecha por una simple razón: divulgar sin permiso de la reina que el “bastardo” es realmente el legítimo heredero al trono.
Y puede que no estemos muy de acuerdo con cómo Jon ha conseguido ser aceptado como un líder válido, pero no deberíamos tener muchas dudas cuando se trata de tachar a Daenerys como una de las villanas de la historia. Ya lo comprobamos cuando quemó vivos a los Tarly por no hincar la rodilla o la crucifixioÌn de los esclavistas de Meereen (injustificable por muy tiranos que estos fueran). Ni siquiera ha ayudado algo a priori positivo, como la liberación de prisoneros en Essos, ya que ese es el problema del populismo y de prometer la libertad cuando la siguiente opción es condenarlos en la batalla.
“Sé lo que Cersei os ha dicho. Que he venido a destruir sus ciudades, a quemar sus hogares, a asesinarlos y dejar huérfanos a sus hijos. Esa es Cersei Lannister, no yo”, dijo en la anterior temporada. Nadie debería sorprenderse ahora de que esas palabras no fueran ciertas. Como comprobamos, hace tiempo que los guionistas dejaron pistas de hacia dónde avanzaría ese personaje. El problema, quizá, es que no lo hemos querido ver hasta ahora.
Al igual que ocurría en La larga noche, hay cierto encanto en las escenas previas a la gran batalla. En ellas podemos ver a los tripulantes de la Flota de Hierro preparando las enormes ballestas, a la Compañía Dorada cargando los arcos y a los ciudadanos de Desembarco del rey corriendo de un lado para otro buscando dónde refugiarse. Es el clímax del miedo. Y, todo ello, con una inquietante banda sonora repleta de graves que acompaña a otros sonidos: el de los pasos, el del hierro y el de los gritos. Muchos gritos.
No está del todo mal que de vez en cuando Juego de tronos deje de lado los conflictos por las líneas sucesorias y por las coronas para mostrarnos quiénes son los que sufren todo este vaivén de egos: los ciudadanos. Es cierto que también se cae en la lágrima gratuita, como esa madre con su hija que Arya al principio ignora y luego intenta salvar, pero también era necesario comprobar las consecuencias humanas del desastre para no caer en la acción por la acción. Los actos tienen resultados.
La eterna inconformidad de los finales
Este es un capítulo en el que se cierran varios arcos de personajes importantes y, por ende, del posterior cuestionamiento de los fans a la habilidad de los guionistas. Es el caso de Varys, de El Perro y La Montaña, que se arrojan al vacío desde La Fortaleza Roja, o de Cersei y Jamie sepultados por las rocas. Y, aunque es triste cómo cerraron la historia del Matarreyes con Brienne, este podría ser un final bastante digno para los dos leones dorados sin caer en la tragedia shakesperiana de matanzas entre hermanos.
Se cumple así la teoría de la bruja Maggy la Rana que vimos en el primer episodio de la quinta temporada. “Una más joven y bella le quitó todo lo que le es querido (Daenerys). Y cuando las lágrimas la ahoguen (ella llorando pidiendo a Jaime protección para ella y su hijo), el valonqar rodeará tu cuello y cerrarás los ojos (Jaime la toma por el cuello, y cae la muerte)”, apuntó un usuario de Twitter.
Dar muertes dignas a personajes queridos por los fans es un problema constante en la ficción. Podríamos hablar de los errores estratégicos en las batallas (resulta que ahora hay un manual para combatir dragones y caminantes blancos), de ideas locas como utilizar a Bran como cebo o de por qué Jon Snow es capaz de sujetarse a lomos de un dragón. Si lo hiciéramos, seguramente saldría una larga lista con problemas de verosimilitud que nos sacan de este mundo de fantasía, parecido a cuando rompen la cuarta pared en el teatro.
Sin embargo, Las campanas es un capítulo que, aún heredando errores narrativos, se esfuerza por justificar mínimamente la acción que vemos ante nuestros ojos. Solo hay que recordar el surrealista maratón a lo Forrest Gump de Gendry al final de la anterior temporada para saber qué clase de guiones acostumbrábamos a ver en la serie. Y no es que sea injusto demandar una mayor dedicación a ciertos giros de guion para que estos resulten creíbles, pero sí es extraño que estas réplicas lleguen precisamente en un episodio que le pone algo de empeño.
Todavía quedan cosas por comprobar. El papel de Sansa, la reacción contra Daenerys o si finalmente será Jon quien se siente en el trono. Es una pena que el Rey de la Noche haya quedado reducido a una batalla (y a una estocada) y que, según parece, no vayamos a recuperarle en los minutos que quedan. Sin embargo, resulta que al final el peligro no era que cayeran copos de nieve, sino cenizas.
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