Partiendo de la experiencia propia como paciente, el profesor universitario Eduardo Romano establece en el artículo Cáncer, imaginario social y filmografía las relaciones entre los efectos de una enfermedad y la visión de esta misma. En concreto, el estudioso mencionaba la revitalización y confianza que adquiría un enfermo al observar a modo de reflejo a una persona que hubiera superado un caso del mismo cáncer en otra persona. La importancia de la concienciación sobre la enfermedad va acompañado de su representación no solo de forma individual, sino también colectiva, a través de los medios de comunicación.
En su artículo, cita de forma particular el cáncer de mama como uno de los tipos de esta enfermedad más recurrentes en las narrativas contemporáneas, algo que responde a las estadísticas médicas como uno de los más comunes a nivel mundial y también en España. En lo que respecta a nuestro país, las estimaciones de diagnósticos para finales de 2020 de la Sociedad de Oncología Médica es de 32.953 casos, en línea con los de 2019. La tasa de supervivencia muestran un aumentado continuado desde hace años, hasta situarse en torno al 86% de acuerdo a las cifras de la Red Española de Registros de Cáncer, en línea con el resto de Europa, y pronostican que seguirá esta tendencia con el progresivo avance de los tratamientos.
Con todo, se pronostica que el cáncer de mama será detectado 1 de cada 8 mujeres, apareciendo especialmente en la franja de los 45 a 65 años. Para su evolución favorable, se precisa tomar conciencia y prevención, algo a lo que la ficción televisiva se ha probado influyente ya desde hace décadas sirviendo como espejo en el que mirarse incluso cuando aún se había de considerar tabú.
El impacto de 'Cristal' para representar en ficción la enfermedad
La telenovela venezolana Cristal, emitida en TVE, fue determinante en ese aspecto cuando abordó la enfermedad a través de uno de los personajes principales, Inocencia (Mariela Alcalá), que debía afrontarla, además, a una temprana edad. “Las mujeres venezolanas acudieron masivamente a hacerse mamografías. Logró lo que ninguna campaña médica había conseguido”, recordaba en 2015 el galán masculino del serial, Carlos Mata, en El Confidencial.
Esa misma respuesta se daría también en España, donde se había convertido en todo un fenómeno en la sobremesa, dando lugar a un aumento de las pruebas de forma análoga al sucedido en su país de origen.
De 'El Súper' a 'Cuéntame', pasando por 'Pulseras rojas'
Aquel supuso un buen precedente para lo que desde entonces ha sido la representación del cáncer de pecho en ficción televisiva en español, que tendría en los noventa otro importante ejemplo en el género de la telenovela. A mediados de década, El súper introdujo el cáncer de mama como un drama añadido a los que ya había de hacer frente la sufrida protagonista, Julia, encarnada por Natalia Millán. Habría de someterse a una masectomía y una posterior reconstrucción de pecho, superando así este vital. Hablamos de la segunda mitad de los noventa, cuando aún no contábamos con demasiados referentes en nuestras series. No sería, de hecho, hasta la pasada década cuando encontraríamos más casos dentro de la oferta nacional.
Sin duda, el diagnóstico de Mercedes (Ana Duato) en la decimotercera temporada de Cuéntame cómo pasó -cuando la serie atravesaba el umbral de los años ochenta- sería uno de los que más caló por la trascendencia de la serie como reflejo de la historia reciente del país. El proceso completo, del diagnóstico al tratamiento y superación de la dolencia, fue el eje de esta tanda de episodios; pero también tendría continuidad en la temporada siguiente, cuando la emprendedora decide embarcarse en la creación de una línea de ropa pensada para mujeres que han tenido que someterse a masectomías. La toma de conciencia y la visibilidad del cáncer se constituían como claves dentro del imaginario social que, en la época que representaba la ficción de Ganga, aún eludía esta problemática.
Casi en paralelo a TVE, las series de las privadas también se sumaban a la representación del problema como vía para su superación. En el caso de Telecinco, se introducía la trama en la dramedia B&b. De boca en boca, también con el diagnóstico a la protagonista femenina, Candela, encarnada por Belén Rueda, durante una segunda temporada que abordó la manera en la que la enfermedad trastocaba la vida de esta a nivel personal y profesional.
Por su parte, Velvet lo hizo también a través de Rita (Cecilia Freire), cuyo diagnóstico fue uno de los ejes de la temporada final de la ficción de Bambú Producciones en Antena 3, y que culminaría al inicio de su spin-off, Velvet Colección, ya en Movistar+.
Pero para dejar claro que esta dolencia no solo afecta a mujeres adultas, también tenemos el paradigma de Pulseras rojas, la creación de Albert Espinosa en TV3, que retrató el cáncer de pecho a través de Rym, una paciente de 18 del Hospital Miramar encarnada por Laia Costa, que ha de enfrentarse al proceso de extirpación del pecho. Esto no es óbice para que pueda desarrollar afección por uno de sus compañeros en el hospital, Lleó (Àlex Monner).
La prevención y asimilación en las series “made in USA”
Si miramos más allá de nuestras fronteras y nos fijamos en el gran exportador de ficción, Estados Unidos, podemos encontrar antecedentes en los años setenta de dramatizaciones de este tipo de tumores ya desde los tiempos de Todo en familia, cuando la matriarca, Edith Bunker, se encontraba un bulto en el seno que la llevaría a hacerse las pruebas pertinentes; en su caso, se trataba de una falsa alarma. La actriz Jean Stapleton no quería hacer una trama así en un primer momento, pero el creador Norman Lear de forma “intuitiva” la convenció de lo que podía servir para representar: “No trata del cáncer de pecho, sino del amor, de cómo es ella la que trata de confortar al resto de sus seres queridos”.
Mary Beth Lacey, la mitad de Cagney & Lacey, también se observaba un bulto similar, si bien lo desatendía en un primer momento. La policía interpretada por Tyne Daly, en su caso, sí recibiría el diagnóstico temido, centrándose la serie policíaca en su tratamiento y recuperación. En un momento previo a la operación, ella reivindica de forma clave lo que le ocurre en la comisaría, enseñando el seno izquierdo: “Tengo cáncer de pecho. ¿Satisface la curiosidad de todos? Tengo que operarme pero no quiero que me tratéis como si fuera una especie de monstruo”, reclamaba.
Si avanzamos hacia los noventa en adelante, la inclusión de historias como estas comenzaría a proliferar, siendo uno de los más destacables el de Brenda Walsh (Shannen Doherty) en Sensación de vivir, que plantea una experiencia similar a la de Todo en familia pero esta vez en una adolescente. El capítulo, It's Only a Test, formaría parte de la primera temporada: en él, la joven y sus amigas se inspeccionan el pecho tras leer una recomendación en una revista, notando ella este bulbo adiposo. Tras someterse a la mamografia, el temor la llevará a imaginarse cómo sería la vida de su círculo de amistades del 90210 sin ella. Aunque sus resultados fueron benignos, también servía para mostrar a la juventud en su audiencia la necesidad de la autovigilancia como parte de la prevención.
El de Samantha (Kim Catrall) en Sexo en Nueva York o el de Kristina Braverman en Parenthood serían también destacables por la forma de afrontarse en pantalla. En ambos casos, se refleja de forma evidente con la pérdida del cabello a causa de la quimioterapia que siguen, pero también la autodeterminación con la que afrontan el lance. En el caso de la primera, que llega en la temporada final de la serie en HBO, su proceso termina con un discurso público en una cena benéfica en el que sorprenderá al desprenderse de su peluca, en una acción que vendrá seguida de otras similares entre su público.
Pero las narrativas en torno al cáncer de mama, como podemos ver con ejemplos preliminares como Cagney & Lacey, trascienden a las coordenadas genéricas particulares, como ocurre también en Battlestar Galactica con la presidenta de las Doce Colonias Laura Roslin (Mary McDonell), a quien la enfermedad acompañó durante toda la serie hasta el final, donde tendrá la oportunidad de compartir experiencias con otra mujer en una situación similar, Emily Kowalski (Nana Visitor), con la que será consciente de los miedos que arrastra por el temor a morir, causado precisamente por el recuerdo de su madre, que falleciera de cáncer.
Podríamos mencionar otras producciones coetáneas a estas que abordaron premisas similares en sus guiones, pero resulta conveniente destacar un título reciente a modo de cierre: Dead to me, cuya resonancia va más allá aún que estos casos anteriores. En primer lugar, porque su protagonista, Christina Applegate, es también superviviente del cáncer de mama; y en segundo, porque la serie no se centra en tratar la enfermedad, sino que aborda la vida a posteriori de someterse a una operación para evitarla.
En concreto, es en el cuarto episodio de la primera temporada cuando Jen, su personaje, cuenta a Judy (Linda Cardellini) que se sometió a una doble masectomía tras descubrir que genéticamente tenía más opciones de tener cáncer. Applegate, que fue diagnosticada de forma temprana en 2008, recordaba lo complicado que había sido proyectar todo eso en pantalla, diez años después de curarse: “Las mujeres que pasamos por esto solemos decir sin importancia 'sí, ya han pasado 10 años', pero no somos conscientes de que eso es algo que hemos tenido que pasar. Todo parece diferente. Te estás duchando y piensas, 'Oh, ahí está. Eso ocurrió'”, reflexionaba al respecto para USA Today.
La importancia de asimilar lo ocurrido nos hace volver a esas palabras con las que arrancábamos. En el reflejo de uno mismo hay una vía para la recuperación tanto como para la concienciación, una forma de evitar el estigma de la cicatriz y reafirmarse. Reconocer la realidad también es cosa de las imágenes.