La productora de Movistar Susana Herreras lo tuvo claro desde el primer momento. La idea que Sergio Sarria le contó en el cumpleaños de un amigo en común era algo que “nunca había oído” y precisamente por eso, se le quedó grabada. El guionista de El Intermedio decidió “para ver a dónde podía llegar”, transformarla en la novela El hombre que odiaba a Paulo Coelho y, una vez publicada, la directiva no dudó en llamarle para apostar definitivamente por ella y pedirle un capítulo piloto. Ahí fue cuando el autor formó equipo con Miguel Esteban (El Vecino) y Luismi Pérez (Capítulo 0). Juntos escribieron la serie que tomaría el nombre de Nasdrovia y que este viernes 6 de noviembre se estrena en la plataforma.
Los tres son los responsables de los libretos de los seis episodios que componen su primera temporada y trabajan en una segunda que está ya en camino. La ficción cuenta la historia de Edurne y Julián (Leonor Watling y Hugo Silva), un matrimonio separado que sigue trabajando en el mismo bufete de abogados; y que decide dar un giro a su vida abriendo un restaurante de comida rusa. A la aventura prácticamente les empuja el chef Franky al que da vida Luis Bermejo, y junto a él acabarán enfrentándose a un grupo de mafiosos del país al que pertenecen sus platos.
Con la crisis de los 40 como telón de fondo, Nasdrovia reflexiona sobre ese momento en el que las personas nos paramos a mirar lo que con el motor en marcha no somos capaces de ver. A priori sin saber que quizás, como le ocurre a la protagonista en una de las escenas en las que rompe la cuarta pared para hablar a la audiencia, pregunta en un vagón de metro a qué se dedican los demás viandantes, con la esperanza de poder intercambiar su vida con la de cualquiera de ellos. Y eso que ninguna es especialmente llamativa ni exitosa.
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La crisis de los 40 ha sido quizás menos retratada en las series que otras como las propias de la adolescencia, a las que últimamente se les presta más atención. ¿Por qué decidisteis centraros en ella?
Sergio Sarria: Nosotros mismos estábamos atravesando ese momento. Más que verlo como nicho, nos permitía reflejar de alguna manera nuestra propia vida.
Miguel Esteban: La estábamos pasando incluso de forma anticipada (ríe), desde los treinta y pico, por lo que era muy fácil hablar de ello. Y a su vez, nos permitía abordar otras cosas.
Luismi Pérez: Aun así, lo importante es la trama. Cumplir 40 es casi un subtexto, porque lo que le pasa a Edurne es mucho más fuerte que una crisis de edad. Ella empieza a relacionarse con una organización criminal que le pasa por encima. El problema con la edad está presente, pero no es tan importante.
Sí que se da un momento en el que ella no parece conformarse con la vida que tiene, hasta el punto de querer intercambiarse con otros a los que les ha ido peor que a ella laboral y económicamente.
M.E.: Llega un momento en la vida en el que estás un poco cansado de ti mismo, de lo que has hecho. Las decisiones que tomamos muchas veces son azarosas y no sabes cómo has acabado en la vida en la que estás. Hasta el punto que cuando llegas a cierta edad empiezas a replantearte, ¿esto es lo que me espera para el resto de mi vida? Es el problema que tienen ella y todo el mundo.
L.M.: En este caso a esta pareja que es gente que es millonaria, que ha triunfado entre comillas, pero que obviamente no es feliz.
M.E.: Personalmente admiro mucho a la gente que ha sido capaz de cambiar de vida. Me parece muy bonito. Personas que tienen un trabajo estable y ha triunfado en su sector, y de repente pega un cambio radical. Irse de la ciudad a un pueblecito, hacer magdalenas. Lo que sea. Es algo que tenemos todos. ¿Cómo hemos acabado aquí? ¿Lo hemos elegido? ¿Ha sido casual? ¿Es lo que más felices nos haría? Todo eso es lo que plantean un poco los personajes.
S.S.: Todos lo hemos vivido. En un momento dado, laboralmente estamos cansados de hacer determinadas cosas.
Y en este contexto emocional aparece la mafia rusa. ¿Qué os permitía introducirla en la historia?
S.S.: Rápidamente nos dimos cuenta de que no somos las personas que más sabemos de la mafia rusa. Por eso, nos planteamos la posibilidad de que darle una vuelta y crear a mafiosos que se parezcan más a nosotros. Gente a la que le preocupa que le estén espiando por Instagram, por ejemplo.
L.P.: Nuestra forma de acercarnos al thriller era a través de la comedia y de ver esa faceta humana de los mafiosos, que también la tienen. El tener que estar con tu familia, con tu novia, necesitar llamar al fontanero... eso que tenemos todos da igual a lo que te dediques. Dar esa dimensión a unos personajes que físicamente sí que son el estereotipo de mafioso ruso; pero el cómo hablan, se relacionan y viven nos permiten acercarnos a ellos de otra forma, con humanidad.
S.S.: La trama funciona presentando a dos personajes que se están agobiando por problemas que no eran muy reales y de repente, al cruzarse los mafiosos, tocan tierra. Les ayuda a tomar perspectiva de donde estaban, de que lo que tenían era aburrimiento y llegar a eso que se dice de “era feliz y no me daba cuenta”.
Si su función iba a consistir en hacerles tocar tierra, ¿por qué Rusia y no otro país?
M.E.: Rusia es un país fascinante, muy potente, con su iconografía e historia tan convulsa.
S.S.: La forma de acercarnos a ella ha sido con la mitología de cuando veíamos a los rusos jugar al baloncesto en los 60. No estamos reflejando a la Rusia como es ahora.
L.P.: Y hay una cosa que ocurre también cuando vas a Italia y te das cuenta de que todos los típicos italianos eran ciertos. En el caso de Rusia, aunque hay muchos, prima el que son personas muy extremas; y estoy convencido de que es así. Para empezar, el presidente es Vladímir Putin. A partir de ahí...
En la presentación, las productoras Movistar y Globomedia insistieron en lo “valiente, arriesgado y diferente” que es este proyecto. ¿Qué opinión tenéis vosotros y qué consecuencias pensáis que pueden tener estas etiquetas de cara a atraer al público?
L.P.: Es cierto que es una apuesta arriesgada, pero el producto no lo es. Es algo que le va a gustar a todo el mundo. No consideramos que vaya a echar para atrás a nadie.
M.E.: Yo sí pienso que no hay tantos proyectos con los que hermanarlo aquí en España. No dices “es una serie al estilo de”, porque no hay tantas con esta mezcla.
También se ha ensalzado la ventaja de que sus creadores vengáis de la no ficción por la “mirada fresca”
M.E.: Sí que hay algo. El que ha pasado por todas las comedias de España, el guionista de profesión, de comedia todoterreno con equipos grandes; puede haber adquirido ciertos vicios por el camino. Son gente que tiene una capacidad espectacular y saber hacer un trabajo increíble, pero en ese sentido sí que la nuestra puede ser una mirada más virgen respecto a la comedia establecida. Nosotros no hemos estado en ninguna de las grandes comedias que ha habido en este país, muchos otros cómicos y guionistas sí, pero nosotros hemos hecho un camino paralelo.
S.S.: Al no tener interiorizados los mecanismos, nos nos planteamos los “esto no se puede hacer”. Hemos conseguido que la serie sea “muy nosotros”. Hemos podido ponerle nuestra personalidad, que siempre es difícil.
Vivimos un momento en el que parece que cada vez hay más plataformas, competencia, contenidos... ¿Cómo está afectando a vuestra profesión?
M.E.: Es mucho mejor. Hay más trabajo, más posibilidades de que cada serie busque su propio público. Y de alejarnos del modelo de “hay que hacer un 20% de share y tiene que gustarle a todo el mundo”, que no deja de ser todavía así en el abierto. Para nosotros, que nos consideramos un poco más outsiders, es muy muy bueno. También de cara a las televisiones.
S.S.: Sucedió en Estados Unidos. Antes las series iban por las cadenas generalistas, que era lo que había, y cuando aparecieron HBO y demás, fueron las generalistas las que se adaptaron y se liberaron un poco de ciertos mecanismos, de “las comedias que tiene que ser así”. Las plataformas dan esa oportunidad.