¿Alguien que se lee las dos primeras páginas de un libro que consta de 485 hojas, cuenta como lector de esa obra? ¿Si vemos 42 segundos de una película de tres horas, podemos decir que hemos visto ese largometraje? ¿Si repasamos el sumario de un juicio que ocupa 1.000 folios pero sólo nos leemos cuatro y dos líneas del quinto, sabemos en qué se ha basado la sentencia judicial? La respuesta parece obvia, y no genera dudas: es insuficiente.
Sin embargo, en el ámbito audiovisual una plataforma como Netflix ha creado su propio estándar para definir qué es la audiencia. O mejor dicho, qué es su audiencia. Lo ha hecho en unos términos similares a esos casos aparentemente absurdos con los que hemos iniciado este artículo: para la plataforma, cuenta como “visionado” que cualquiera de sus cuentas haya visto al menos 2 minutos de cualquier contenido en los 28 días posteriores a su estreno.
La plataforma sorprendió la medianoche de este martes al miércoles anunciando que El juego del calamar, en apenas 11 días, ya se ha convertido en el lanzamiento de una serie más visto de su historia. Lo ha anunciado además cuantificando su éxito, situándolo en “111 millones de personas” (más de la mitad de sus suscriptores) que han visto la serie, superando con creces las 82 millones de cuentas de Los Bridgerton y las 76 millones de Lupin T1 y The Witcher.
Pero si traducimos el anuncio de la compañía a su propio concepto de “audiencia”, lo que obtenemos es que 111 millones de cuentas han visto al menos dos minutos de El juego del calamar. Porque para Netflix, en ese parámetro, cuenta lo mismo si alguien ha visto la serie entera, si la ha dejado a medias, si ha visto un capítulo, o si ha visto tres minutos. Como si leer dos páginas de un libro fuese lo mismo que leer sus 485 totales, como si ver 42 segundos contase como ver una película de 180 minutos, o como si repasar cuatro páginas de un sumario de 1.000 folios ya nos permitiese hablar de él igual que un juez que lo ha elaborado al completo.
Las cantidades con las que ejemplificamos no son casualidad, además. El juego del calamar tiene nueve capítulos que en total suman 485 minutos (59, 62, 54, 54, 51, 61, 57, 32 y 55). Las proporciones, por lo tanto, son reales tanto en el caso del libro, como en el de la película, como en el del sumario. Y sin tener que comparar, la realidad es que para Netflix una cuenta que haya visto dos minutos de los 485 que componen la serie ya contabiliza como ver la serie entera.
El oscurantismo y la privacidad de Netflix
¿Esto quiere decir que Netflix miente, y que El juego del calamar no ha sido un enorme éxito global? Obviamente no. El impacto de la serie surcoreana es innegable, pero lo cierto es que no puede contabilizarse el “éxito” de una plataforma. Es imposible por su propia política de opacidad.
Cuando hablamos de audiencias lineales, las cadenas acordaron hace ya muchos años con anunciantes y espectadores un sistema (el de los audímetros) que permite conocer al día siguiente la cantidad de gente que ve cada uno de sus programas. Otro tema es si ese sistema sigue siendo fiable, como siempre explica Manuel Balsera y desde hace tiempo también razona el presidente de RTVE, José Manuel Pérez Tornero. Pero al menos hay un sistema acordado y aceptado por casi todas las partes.
A esos datos pueden sumarse también los de las audiencias en diferido, un parámetro que mide las reproducciones de programas tras su emisión lineal, y para el que también hay consenso al señalar una medición los siete días posteriores a su lanzamiento. Datos que permiten impulsar a ficciones como Ana Tramel. El juego de TVE, maltrecha en lineal pero que logra buen seguimiento con el diferido.
En el caso de las plataformas, no hay ningún tipo de control ni de acuerdo. Los datos son facilitados por las propias compañías (Netflix, HBO, Movistar+, Atresplayer Premium o cualquier otra), y simplemente hay que creérselos porque no están controlados ni auditados por ninguna empresa u organismo independiente. Por eso, una vez más, hay que recordar que creer sus datos es cuestión de fe, como por ejemplo ya ocurrió con La casa de papel.
El juego del calamar ha sido un innegable éxito, pero realmente no sabemos cuánto. Aunque Netflix aporte unas cifras, éstas no pueden comprobarse, y tampoco compararse con su pasado porque la plataforma ha cambiado su concepto de “audiencia” hasta reducirlo a esa mínima expresión de los dos minutos. De hecho, sus cifras históricas hasta la fecha las desveló hace apenas dos semanas al enseñar su ranking de series más vistas a nivel mundial, y a la vez demostró que no es ni mucho menos un sistema perfecto al compararlo con el número de minutos de visionado de cada serie.
Podríamos preguntarnos, por ejemplo, si los más de 800.000 espectadores que ven El pueblo en Telecinco, Los hombres de Paco en Antena 3 o Ana Tramel. El juego en La 1 servirían para que esas series que pasan con más pena que gloria por el lineal podrían situarse incluso en el “Top 1” de Netflix y tendrían también una percepción de éxito, aunque fuese local. Una suposición recurrente y a la que habitualmente se agarran, no sin razón, las cadenas tradicionales para valorar el rendimiento de sus series.
Las plataformas siguen ancladas en un sistema oscurantista y completamente privado que se vale de la percepción del éxito, y de la aceptación de sus cifras por parte del público (y los periodistas). Netflix dice que El juego del calamar ya es el estreno más visto de su historia. Y como no hay forma de comprobarlo, debemos creer que esa es la cuantificación de su -innegable- éxito global.