El buque de Alta Mar comienza hoy su viaje en Netflix como una de las grandes apuestas de ficción original de la compañía para este 2019. Y no es para menos. Con Bambú Producciones al timón, y con una lista de pasajeros estrella encabezada por Jon Kortajarena, Ivana Baquero y José Sacristán, se espera una travesía tan plácida como la que han tenido sus 'hermanas' Las chicas del cable y Velvet.
Ambientada en los años 40, esta serie de misterio sitúa sus tramas a bordo de un barco que zarpa hacia Brasil desde la costa de Vigo con miles de pasajeros en busca de una vida mejor. Sin embargo, la tranquilidad de los viajeros se verá interrumpida por el asesinato de una pasajera cuyo nombre no aparece en la lista y a la que nadie recuerda.
La creación de Ramón Campos y Gema R. Neira parte de una premisa tan recurrente como prometedora, teniendo en cuenta que está en manos de una productora efectiva que ha sido responsable del gran éxito de ficción nacional de 2018, Fariña. Y lo hace presentándose como un 'Cluedo', huyendo así de las comparaciones evidentes que puedan surgir con Titanic.
Vistos los dos primeros episodios, podemos confirmar que al 'Buque de los sueños' solo le une eso: el buque, muy similar estéticamente al de la oscarizada película estadounidense, y los sueños de los miles de pasajeros que se embarcan en él en busca de empezar de cero en otro continente. Si queremos buscar un referente este sería un Asesinato en el Orient Express, del que sin embargo queda lejos en la ejecución.
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Un cebo jugoso en el que resulta difícil picar
Alta Mar arranca con un cebo muy jugoso: un grito a la desesperada del capitán, encarnado por Eduardo Blanco, que avanza al espectador el final -o al menos una parada interesante- de la travesía antes de emprender el viaje desde cero. Sin embargo, a las primeras tiradas de este 'Cluedo' les falta un ingrediente fundamental en la partida: el misterio.
La presentación de la plantilla principal de personajes y la introducción nada sutil de las futuras parejas se intercala con la inclusión de varios sospechosos que, por forzados, no generan de entrada una intriga indispensable para implicar al espectador en una trama de este tipo. Se echan en falta situaciones de tensión, que únicamente asoman en algún momento de la mano de Eloy Azorín ante el acecho de las hermanas protagonistas.
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Ivana Baquero y Alejandra Onieva son las dos buenas noticias del elenco, caras nuevas en los roles protagónicos de Bambú Producciones que prometen aportar frescura a la trama. Su tándem se completa con un José Sacristán siempre efectivo, que termina quedando deslucido en un papel de tío Emilio, digo Pedro, en el que ya le hemos visto antes. Destaca la llegada de secundarios como Begoña Vargas, Tamar Novas e Ignacio Montes, que hacen el viaje más ameno.
La época, especialidad de la casa
Dicho esto, Alta Mar no falla en la especialidad de la casa. La productora domina la época, se desenvuelve en ella como pez en el agua, y lo demuestra una vez más. El sello Bambú está presente en cada rincón del ambicioso transatlántico que han recreado en sus estudios, con una ambientación y vestuario a la altura de la producción.
También se aprecia esa marca en las tramas más allá del thriller, que cumplen con su función. No inventan nada nuevo, pero no van a tener problemas para conquistar su público con aquello que busca y que tan bien les ha funcionado tanto en España como en Latinoamérica: el componente culebronesco.
Por lo pronto, Netflix les ha dado combustible suficiente para alargar su travesía al menos durante dos temporadas. El reto: avistar pronto su propio 'iceberg' que llame a los espectadores a implicarse en la acción.