La primera temporada de Big Little Lies terminó con el mejor final posible, o eso parecía. El marido maltratador del personaje de Nicole Kidman, al que habíamos visto golpearla y vejarla durante siete capítulos, era empujado por las extensas escaleras que terminaron con su vida. Para siempre. Aquella escena se tradujo en suspiros de alivio y aplausos de sus seguidores, que celebramos que no volvería poner la mano encima a Celeste. Ahora bien, ¿y si que él no esté no es la solución definitiva? ¿Cómo va a seguir esta mujer adelante? ¿Desaparece con el cadáver de su verdugo el dolor?
A todas estas preguntas trata de responder la segunda tanda de episodios de la serie ganadora de ocho Premios Emmy y cuatro Globos de Oro. Precisamente los intérpretes de la trama más estremecedora de la ficción, la citada Kidman y Alexander Skarsgard hicieron doblete, junto a Laura Dern, que da vida a una de las madres del colegio al que acuden los hijos de las protagonistas. En lo nuevo de la ficción, que tiene como fecha de estreno en HBO el próximo 10 de junio, se suma -y lidera las apuestas para la próxima temporada de galardones- la ganadora de tres Oscar Meryl Streep.
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La célebre actriz aterriza en Monterrey para encarnar a la madre del recién fallecido, abuela de tres nietos huérfanos de padre. Su llegada irrumpirá en la vida de las cinco artífices de la muerte, que lucharán por mantener su secreto a salvo, aunque acechadas por la culpa, la sospecha, la ira e incluso la nostalgia.
Pero a la vez introduce un punto de vista en el que resulta perturbador situarse: ¿cómo se asimila la noticia de que tu hijo maltrataba a su mujer y tuvo un hijo con otra fruto de una violación? Por supuesto, la verdad no le va a llegar de una bandada. Ha viajado al pueblo costero en busca de respuestas, pero no será capaz de hacer las preguntas correctas desde el primer momento, ni le darán lo que necesita.
La primera temporada se basó en la novela homónima de Liane Moriarty, que sigue ejerciendo de productora ejecutiva. David E. Kelley por su parte, repite como guionista.
¿Qué hay después de la muerte de tu maltratador?
“Era mejor madre cuando estaba él”, recita Celeste en una de sus visitas a la terapeuta que mantiene de la primera temporada. El personaje de Kidman sigue acudiendo a consulta para entender cómo se siente y cómo seguir adelante con su vida. Abrumada por las emociones, está claro que la muerte de Perry no ha significado el final de todo el drama. El trauma ha quedado impregnado en sus moratones y cicatrices, tanto internas como externas.
Hay algo que domina su cabeza y corazón. Siente que le echa de menos, duda de si quizás merecía las palizas que recibió. Pero al imaginarse a su mejor amiga, Madeleine (Reese Witherspoon), en su piel recibiendo las patadas y puñetazos, su percepción cambia por completo.
La cineasta Andrea Arnold, Oscar al Mejor cortometraje en 2003 por Wask y responsable de, entre otros títulos, I love Dick, toma el relevo de Jean-Marc Vallé en la dirección. Bajo su criterio, la serie mantiene su identidad, su música y silencios envolventes, y los flashbacks que emulan la mente de los personajes. En el caso de Celeste, continúan siendo fundamentales para permitir entender -o al menos acercarse- a lo que pasa por su cabeza. Qué recuerdos y pensamientos le acechan. Cómo las evocación de los embistes, lágrimas, miedo y contradicciones terminan por definirla. Manténganse a distancia los que quieran contemplar lo que sufrió desde la barrera.
¿Qué hay después de la muerte de tu violador?
Jane Chapman (Shailene Woodley) fue también víctima de Perry. En su caso, violada una noche, fruto de la cual su hijo Ziggi nació nueve meses después. En los episodios anteriores, comprobamos cómo la joven vivía consumida por la necesidad de encontrar al hombre que abusó de ella, o más bien con el miedo de qué hacer si volviera a aparecer en su vida. ¿Qué le haría él? ¿Y ella?
Recordar su cara y verle morir tampoco han sido suficientes como para que esta mujer pueda recuperar su vida anterior al suceso. El proceso al que se enfrenta pasa por atreverse a volver a tener citas -e intuimos más adelante relaciones- con otros hombres. Pero claro, la gesta queda lejos de ser fácil. Acostumbrada a haberse protegido alejándose de toda persona más allá de sus hijos, en la primera tanda el personaje de Witherspoon consiguió que al menos confiara en ella y formara su propio grupo de amigas.
Ahora le queda pendiente confiar en ellos, perder el miedo a disfrutar de una cena con un chico que muestra interés en ella, dejarse dar un beso aunque sea en la mejilla, no rechazar un abrazo y, en última instancia, experimentar el placer del sexo.
La credibilidad de la mujer maltratada y violada
Big Little Lies continúa por desgracia anclada en nuestro presente. Lo sucedido en pantalla remite a la cruda realidad. “Si de verdad te hubiera pegado habrías ido a la policía”. “¿Fuiste tú la que inició el encuentro?” “¿Pudo malinterpretar alguna señal que le diste?”. Las tres formulaciones forman parte del guion de la ficción de HBO, pero también del día a día de las mujeres que han sufrido maltrato o abusos sexuales en nuestro país y otros tantos del mundo. Recordemos que se dudó del testimonio de la víctima de La Manada porque “hacía vida normal después” de su violación.
Y más allá de la credibilidad también se plasma cómo para las personas cercanas a ellas es duro enterarse de que su amiga ha estado sufriendo este tipo de abusos sin haberse dado cuenta. ¿Es culpa de alguien? ¿Es señal de una amistad más o menos fuerte? ¿Estaba alguien haciendo algo mal? La incertidumbre y el temor saltan de uno a otro ante la desolación que genera tener que seguir adelante sin la posibilidad de viajar al pasado para cambiar aquello que desencadenó el dolor del hoy.
La supremacía de la maternidad
Es cierto que las protagonistas de Big Little Lies pertenecen a una clase social en la que en su mayoría tienen mucho dinero, tiempo libre y viven en mansiones. Algo que pueda quedar alejado de la realidad de quien se siente a ver la serie. Aun así, el vínculo que comparten, la maternidad, es universal. Tienen hijos dispares, ocupaciones, cargas e intereses diferentes. La protección de sus pequeños es aquí su máxima en la vida y a priori en esta temporada su mundo más allá del hecho de ser madres y hacer todo para que sus hijos estén bien, queda algo más abandonado.
Su vida como personas y mujeres más allá de sus “obligaciones” derivadas de la maternidad. Aunque sí hay tiempo para arrojar luz sobre las sombras del matrimonio, con autoconsciencia y crítica de que los “finales felices” que nos venden desde pequeños no son reales. “Les mentimos. No les preparamos”, dirá Madeleine al respecto en uno de los nuevos capítulos.
Y así, sacudidas con el oleaje que baña y azota las playas y rocas del pueblo, las cinco heroínas seguirán luchando por ellas mismas en una ficción que sigue tomándose muy en serio a la mujer. Y también a la sororidad con la que combaten la “mentira” que les persigue. Su complicidad sigue creciendo. Esta vez, sin una cuenta atrás para conocer quién ha muerto, sino mostrando qué pasa después. Demostrando que el calado y consecuencias del maltrato y la violación pueden estar por encima de la muerte, y de la vida.