Crítica / Crónica Vertele

'El cazador', un efectivo David contra Goliat que demuestra lo difícil que es generar concursantes de éxito

Así ha sido la primera entrega de 'El cazador'

El cazador ha abierto en La 1 este lunes 10 de febrero, y si bien aún tiene que afinar su puntería, ha dejado muestras de su peligro.

El nuevo concurso para la corporación, producido en colaboración con Mediacrest, ha iniciado su camino por las llanuras de la programación de tarde con el reclamo de encontrarnos de nuevo con algunos grandes concursantes que nos ha dejado la oferta televisiva de los últimos años. Erundino, uno de Los Lobos que cantaran victoria en ¡Boom! el pasado julio, tras obtener el premio más alto de la historia de la televisión en España, era el primero de los cuatro en asomarse en esta primera batida. Que lo hiciera con un sobrenombre, como el que adoptan el resto de compañeros (en su caso es El Justiciero) sirve para conferirle un estatus superheroico, temible de cara al equipo de cuatro concursantes que ha de enfrentarse a él. Situarlo en altura, lejos del suelo, ayuda a reforzar esa idea de excepcionalidad casi inalcanzable, a reforzar visualmente la magnitud del desafío que plantea el programa.

Todo en este concurso gira en torno a esta presencia, tanto que la esforzada labor de Ion Aramendi como presentador se hace por momentos innecesaria en plató. Los comentarios acerados, la tensión y el juego con los aspirantes llegan de parte de este perro viejo cazador que domina el género y sus resortes. Es él quien parece manejar las cantidades que, considera, merecen los participantes en función de su valía. Erundino, habrá que ver cómo llevan este rol sus compañeras, asume una condición mítica, incluso ficticia Resulta muy disfrutable, así, observar los nervios del primer cuarteto de concursantes en su afán por superar al maestro, por dar caza ellos a la figura inalcanzable, y que este sea quien acaba afianzado en su posición, frustrando los planes de esos aspirantes.

Si algo demuestra El cazador es que alcanzar el estatus de Erundino, de Ruth de Andrés, Paz Herrera y Lilit Manukyan (cuya unión es casi un crossover marvelita) no es sencillo. Los años en pantalla acertando preguntas y obteniendo rédito por su inteligencia han hecho de ellos figuras tan poderosas que los convierten en última instancia en personajes temibles, y favorecen que el público empatice con esos aspirantes temerosos.

El gran reto del programa estará en dar con perfiles que reflejen esa ambición por tumbar al Goliat. La primera entrega, casi una toma de contacto, sin concursantes que demostraran un carisma o energía que hiciese ver en ellos a candidatos a derrocar al gran tótem. En la primera entrega, Aramendi se ha esforzado con ímpetu (quizás demasiado) por rellenar los silencios y la falta de iniciativa de unos participantes que contaban con el hándicap de abrir fuego sin experiencia previa, ni referentes a los que asirse.

El formato parece idóneo para permitir duelos atractivos y generar tensión en casa. Solo necesita estar a la altura de sus estrellas y dejarlas brillar.

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