Más de cuarenta años antes de Aquí no hay quien viva y La que se avecina, Francisco Ibáñez -eterno creador de Mortadelo y Filemón-, dibujaba en la contraportada de la revista Tío Vivo una de las series más icónicas de la historia del tebeo español: 13 Rúe del Percebe encapsulaba en una página, cinco pisos y doce viñetas, a una comunidad de vecinos mal avenida que era, a su vez, retrato genial del costumbrismo y la picaresca ibérica.
Una comunidad de vecinos bastaba para captar el humor de la España de ayer y hoy. Y en cada piso, una historia: un cubículo que era a su vez viñeta y hogar. El de un verdurero que timaba a sus clientes a la mínima de cambio, una madre de tres niños demasiado traviesos, un ladrón de poca monta, un ingenioso gañán acosado por las deudas y hasta un veterinario que era un peligro sanitario.
Si en 13 Rúe del Percebe hubiese vivido un superhéroe, este sería como El Vecino. La nueva serie española de Netflix retrata la vida de un chapuzas que puede volar y tiene fuerza sobrehumana. Un treintañero desastre para el que un gran poder conlleva una gran irresponsabilidad. Una comedia de tono costumbrista y espíritu plenamente ibañesco que dirige Nacho Vigalondo y protagonizan Quim Gutiérrez y Clara Lago. Adaptación, además, de los tebeos homónimos de Santiago García y Pepo Pérez.
This browser does not support the video element.
Un superhéroe inmaduro
Javier -interpretado por Quim Gutiérrez- trabaja en un bar de poca monta y diseña camisetas. Al primer trabajo llega casi siempre tarde y se escaquea a la mínima. Del segundo, él esperaba hacer fortuna y convertir su marca en moda, pero con suerte consigue convencer a algun amigo para que vista sus camisetas con frases graciosas. Su vida carece de rumbo y objetivo.
Un fin de semana planea un viajecito a una casa rural de Cuenca para intentar arreglar su relación con Lola -Clara Lago-, una periodista que intenta hacerse un hueco en un mundo cada vez más competitivo y absurdo. La casualidad quiere que justo ese finde le caiga del cielo un guerrero espacial -interpretado por un Jorge Sanz al más puro estilo Marlon Brando en la Superman del 78-, y le otorgue unos poderes que le convierten en un superhéroe.
Mientras, José Ramón -Adrián Pino- emprende una nueva vida en Madrid. Acaba de conseguir una pequeña habitación en un piso donde pretende llevar una vida tranquila y estudiar oposiciones. Hasta que este superhéroe torpe entre volando y de culo por su ventana.
Sobre este improbable trío protagonista, Nacho Vigalondo construye al mismo tiempo una comedia costumbrista, un ensayo sobre el significado de lo superheroico, y un -en ocasiones subrayado- retrato generacional.
El Vecino sitúa a los personajes de Clara Lago, Quim Gutiérrez y Adrián Pino en un escenario de cambio. La falta de perspectivas vitales, la precariedad y la angustia del 'no saber' qué quieren ser, les han sumido en un agujero del que no saben salir.
Con ese ambiente, Vigalondo arma un discurso cómico que funciona cuanto más cruel resulta. Lola quiere triunfar en redes sociales porque en la redacción de su periódico están haciendo recortes, José Ramón no se decide a estudiar seriamente porque no sabe si las oposiciones tendrán futuro alguno, y Javier esconde tras la máscara de superhéroe a un hombre inmaduro y egoísta.
El Vecino consigue hacer humor del descontento, centrando sus gags en burlarse de la inestabilidad del presente, amén de hacer buen uso de la fuerza de la carcajada propia del 'golpe y porrazo'. Consiguiendo, así, un tono deudor de la escuela de las viñetas de Francisco Ibáñez, sin renunciar al afán de exploración formal del asunto superheroico que siempre tuvo el tebeo homónimo creado por Santiago García y Pepo Pérez.
La comedia de superhéroes está de enhorabuena
Como hizo con Colossal y la tradición de los kaiju, o con Los Cronocrímenes y el subgénero de viajes en el tiempo, Vigalondo se siente cómodo en el terreno de la reinterpretación de determinados códigos genéricos del audiovisual contemporáneo. En esta ocasión aplicando su afán a deconstruir al superhéroe mainstream.
Con El Vecino, la comedia superheroica actual suma un integrante patrio admirable. Aportando un acercamiento humilde a un panorama en el que series como The Boys se significan como la vuelta de tuerca más autoconsciente, y propuestas para todos los públicos como ¡Shazam! reconcilian al humor con el universo creativo de DC Comics. Sin olvidar la herencia que aún se puede rastrear en todas ellas del Super de James Gunn.
Bien es cierto que en su episodio piloto, El Vecino marca las distancias con respecto al cómic original. En el tebeo, que se empezó a publicar en 2004 de la mano de Astiberri, el personaje de Javier lleva tiempo llevando una doble vida como Titán -el superhéroe bajo el traje rojo- cuando José Ramón descubre su identidad secreta. Aquí, en cambio, un respeto por la estructura más o menos clásica de 'historia de origen' toma las riendas del relato para reinterpretar las claves del asunto superheroico.
El trabajo de Vigalondo, así como el guion de Miguel Esteban y Raúl Navarro -conocidos por El fin de la comedia creada con Ignatius Farray-, demuestra un conocimiento profundo del género y su lenguaje. Y en su exploración de los asuntos que conciernen a los hombres y mujeres con capa y mallas, extraen un material cómico que no resulta exagerado sino cotidiano y cálido, que está más cerca de Vergüenza que de Deadpool. Y como muestra, un botón:
“Discúlpame, perdóname, que ha venido un señor cósmico y me ha dicho a mí que sea un superhéroe. ¿Vale? ¡Y te he roto la ventana aprendiendo a volar! ¡Discúlpame!”, le dice un irónico Javier a José Ramón cuando este se queja por los desperfectos que ocasiona su incompetencia. “¿Ahora eres superhéroe? Es que hace un momento solo querías mear encima de las Torres KIO”, se defiende el personaje de Adrián Pino. “Técnicamente, las dos cosas son perfectamente compatibles”, contesta Quim Gutiérrez.