“Los problemas hay que gestionarlos como los follamigos: uno al día”. La Rebe, una vez más, es la mejor dando consejos en toda Las Encinas. Su carisma regresa intacto a la tercera temporada de Élite que Netflix estrena este viernes 14 de marzo y en la que, además de conservar al personaje revelación de la anterior tanda, mantiene su esencia de serie adictiva, subida de temperatura y con un nuevo misterio que resolver. ¿Os suena? Seguramente sí, pero si habéis llegado hasta aquí, lo más seguro es que continuéis en la ficción hasta el final. Va a volver a dar lo que promete, y no hay que pedirle más.
Los nuevos capítulos siguen sin pretender ser algo que Élite no ha sido nunca. No es un producto de degustación, pero tampoco es comida rápida. Consigue jugar sus cartas para enganchar con un público al que ancla en el sofá, entretenido y pendiente del -¿nuevo?- devenir de Guzmán (Miguel Bernadeu), Lucrecia (Danna Paola), Carla (Ester Expósito) y compañía. Eso sí, para los que a veces se les repitan determinados platos, ojo a tragar sin masticar demasiado, porque volverán a encontrarse con situaciones y dinámicas que les van a resultar familiares. Para empezar, una nueva muerte y, con ella, un nuevo misterio que resolver. Esta vez, quién y por qué ha matado a Polo.
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Fin de ciclo a un Bachillerato (demasiado) truculento
Sus creadores, Darío Madrona y Carlos Montero, vuelven a recurrir a saltos temporales, escenas con interrogatorios de la misma agente de policía a los protagonistas, secuencias trampa para que parezca que todos tienen motivos por los que haberlo hecho, y enrevesando cada episodio, en los que vuelven a condensarse múltiples conflictos. Entre medias, no podía ser de otra forma, también va a haber tiempo para el sexo, las drogas, la fiesta, los amores, desamores y competiciones por conseguir el trofeo -perdón, beca- para acceder a una prestigiosa universidad.
Claro que, como decíamos, es precisamente todo esto lo que ha convertido Élite en un fenómeno de éxito internacional, y por ello seguramente vuelva a convencer en esta temporada. Eso sí, si ya con su renovación por la presente tanda, planteamos si de verdad era necesario seguir estirando la serie, tras esta sí que queda claro que ha de ser “el fin de ciclo” del que los propios intérpretes han estado hablando en las entrevistas promocionales. Carla, Ander (Arón Piper) y los demás necesitan descansar y, puestos a pedir, una vida en la que no convivan con asesinatos cada determinados meses. ¿Alguien sabe a qué quiere dedicarse cada uno?
Riesgo de indigestión de contenidos, aunque con disfrute
La serie, no obstante, aterriza en estos nuevos capítulos con los deberes hechos. Para empezar, por haber ideado unos personajes a modo de piezas de puzzle, con los que consiguen crear nuevas relaciones y dinámicas, ya no solo amorosas, si no de conflictos y de amistades. Si una de las grandes sorpresas de la segunda temporada fue que Samuel (Itzan Escamilla) y Guzmán unieran fuerzas, aquí Rebe será fundamental para Ander, y parece que Nadia (Mina El Hammani) conseguirá ir un paso más allá sin estar todo el día detrás del alumno malote encarnado por Bernadeu. Además, consiguen incorporar al rompecabezas dos nuevas caras (Leiti Sene y Sergio Momo) con las que generar nuevas relaciones y dejar que 'los de siempre' respiren y no tengan que vivir cada plano como si cargaran continuamente con todo el peso de la historia, cual almas en pena.
Podemos perdonarlo porque es cierto que el ritmo de la serie lo pide, pero quizás hay situaciones que se resuelven demasiado deprisa, sobre todo que Polo salga de la cárcel y vuelva al colegio, cuando hemos estado una temporada entera siendo testigos de cómo conseguían que fuera declarado culpable. Todo ello recayendo en la responsabilidad de una Carla a la que su padre, que es más manipulador que todos los villanos de Disney juntos, sigue asfixiando y amenazando para que “proteja” a su familia. La cantidad no implica calidad, y puede restar, como ocurre aquí, credibilidad.
Cierto es también que, teniendo en cuenta la cantidad de acontecimientos que suceden por minuto, apenas da tiempo a plantearse si podrían haberlo contado y gestionado de otra manera. Algo así como la última película de Star Wars, que fue el perfecto ejemplo de 'cómo no dejar respirar ni pensar al espectador' como si fuera el monstruo de las galletas, pero de bollería audiovisual.
Las nuevas asignaturas de 'Élite 3', que también las hay
Pero vayamos con las novedades que sí, también las hay. A nivel de temática, como ya hicieran abordando el bullying, la discriminación por orientación sexual o religión, o la clase social, la ficción introduce ahora el body shaming, la leucemia o la incontinencia sexual. La serie sigue sin dar lecciones sobre nada, pero sí que pone sobre la mesa aspectos que afectan a la vida de los adolescentes, y su naturalidad para que parezca un asunto más dentro de sus guiones, ayuda a que se normalicen.
Se agradece porque van más allá de las fiestas y el alcohol, en la que sobre todo en la segunda tanda vimos sumidos a este grupo de alumnos de bachillerato. El último año de colegio implica un mayor grado de responsabilidad y, desde luego, salir todos los días de la semana, incluidas las dos mejores estudiantes de la clase, chirriaba. Problemas reales como los complejos con el cuerpo o que alguien cercano padezca una enfermedad grave, además de drama, introducen una dosis de madurez y enfrenta a los personajes con conflictos más habituales que la muerte de compañeros. Por supuesto, nada debe tratarse a la ligera, y tampoco lo hace, pero sí que consigue que vayan a incluirse en las conversaciones que genere la ficción.
“Bienvenida a Los Juegos del Hambre”, le dice Lucrecia a Nadia ante la nueva competición entre las dos listas de la clase, esta vez, por ganarse la plaza en la Universidad de Columbia. Desde luego, una frase que funciona como perfecto aperitivo de la olla a presión en la que Élite va a echar el resto y verter los conflictos que le quedaban antes de que esta explote, y con ella unos personajes a los que, intuimos, toca decir adiós.