Hola anorexia, por fin hemos venido a hablar de ti: Mediaset encierra a sus 'Madres' en un hospital con mucha vida
No es su tema principal ni su máximo protagonista. Pero está ahí, por fin. La anorexia como tema, como trama, como conflicto y como enfermedad. Como lo que es. Madres. Amor y vida, una de las grandes apuestas de Mediaset para 2020, ha incluido el trastorno como una de las enfermedades que marcan el día a día del Hospital de los Arcos. El lugar en el que coinciden sus personajes, en su mayoría mujeres, y llegan a -casi- conformar nuevas “familias” formadas al compartir las esperas a que los hijos se recuperen.
Creada por Aitor Gabilondo (Patria), la ficción, aun sin fecha de estreno, presenta desde su primera secuencia una planta de pediatría llena de niños, enfermeras, médicos y madres. Muchas madres. Esas mujeres que cuando entran en el hospital dejan atrás sus yoes como periodistas, abogadas, carniceras o profesoras para ser, únicamente, madres. Las acompañantes leales e incondicionales de sus hijas e hijos que están allí instalados, ya sea en coma por haber sufrido un accidente de tráfico, tener un cáncer u otras dolencias que se irán desarrollando en los 26 capítulos que compondrán las dos temporadas de la serie ya confirmadas.
Juana Macías, Mar Olid, Abigail Schaaff y Roser Aguilar conforman el cuarteto de directoras de un proyecto en el que todas las jefas de departamento, a excepción de guion, son mujeres. También son ellas quienes copan la pantalla: Belén Rueda, Aida Folch, Rosario Pardo, Carmen Ruiz y Carla Díaz son las encargadas de encabezar un reparto en el que Alain Hernández o Nacho Fresneda interpretan a sus pares masculinos. Claro que son menos, porque aquí las que llevan la batuta son las madres presentes, y no tanto los padres ausentes que, por lo que se anticipa, algo van a aprender. Eso sí, la serie no se erige tanto como una crítica hacia ellos si no un ensalzamiento de ellas.
La anorexia existe, y va mucho más allá de comer o no comer
La primera entrega de la serie arranca consciente de lo que es, orgullosa de su naturaleza y dispuesta a no dejarse nada dentro. Esta es una ficción que habla a la entraña y que conecta con la madre que haga lo que haga siempre le diremos que algo está mal, o que no es suficiente. Aunque sean las personas a las que más queramos y admiremos en el mundo. Esas mujeres, humanas, que se dejan el alma -en muchos casos solas- y que precisamente por eso son quienes cargan con las enfermedades de los hijos y sus consecuencias.
Así de contundente es el caso de Marian (Rueda) cuya hija Elsa (Díaz), que lleva tres años con anorexia, intenta suicidarse en un puente que cruza una autopista madrileña nada más arrancar el primer episodio. En el trayecto se cruza la doctora Olivia (Folch), que será quien consiga dar con las palabras para que la joven no se quite la vida.
Más allá de detalles como que en su primer encuentro con la progenitora de la paciente, la médico prácticamente la culpe de la enfermedad de su hija: “Madre perfeccionista, hija perfeccionista”, le espeta, “seguro que su primera dieta la hizo contigo”; o que el hospital permita que una joven anoréxica marche a casa después de haber intentado suicidarse esa misma mañana, la producción acierta en la -por desgracia- valentía que supone acompañar a esta enferma y a su madre.
Perfeccionismo, exigencia, culpa, dieta, desesperación, impotencia, apatía, exigencia, crueldad. Todos ellos son conceptos que están estrechamente relacionados con este complejo trastorno que tanto duele, tanto marca y tanto absorbe a las personas que los padecen, y a sus familias. Madres. Amor y vida lo refleja con la firmeza y frialdad que implica. Una dureza que quizás a muchos moleste porque es incómoda, pero que a otros tantos reconfortará porque -y sobre esto habría que sentarse a reflexionar- todos conocemos casos cercanos en amigas, hermanos o primas que lo sufren o lo han sufrido. ¿Por qué sigue siendo un tema tabú y por qué sabemos tan poco sobre él?
La anorexia va más allá de no acabarse un plato de comida. La anorexia es una enfermedad mental que acompaña a quien la padece las 24 horas del día ya esté vistiéndose, escuchando música, paseando por la calle o duchándose. Es algo que ocupa la mente cada minuto, sin dar tregua, camuflando en la obsesión por las calorías un problema mayor, que es el que realmente hay que resolver; y al que tanto cuesta llegar por la complejidad y absoluta carrera de fondo, y obstáculos, que implica llegar a él.
La anorexia convierte a la mentira en el mejor arma y la necesidad de hacer y hacerse daño en una constante. Claro que no todas las pacientes llegan al suicidio; cada caso es un mundo y el abanico de fases muy amplio. Algo que sí suele repetirse es la batalla contra quien se opone a este proceso de autodestrucción. Un papel que, a menudo por ser quienes más tiempo invierten en su cuidado, ejercen las madres. Aquí el personaje al que interpreta Rueda. Una madre desesperada que ya no sabe cómo hacer frente a cada enviste de su hija, y que en cada nuevo despertar coge fuerzas de donde no las hay para seguir al lado suyo y tratar de no olvidar quiénes eran antes de que la anorexia entrara en casa.
Y toda esta secuencia, este drama al que se enfrentan miles de personas en nuestro país, a nuestro lado, y del que tan poco -y mal- se ha hablado es uno de las tramas que van a vertebrar esta ficción en la que, que nadie se equivoque, hay espacio para la esperanza. “Si yo pude superarlo, ella podrá”, le explica la médico que va a encargarse del caso a su madre, demostrando que ojo, la anorexia tiene cura. Se puede sobrevivir a ella. Queda saber si quien la padece en la serie encontrará la manera.
“Ser madre es más difícil que ser hija”
Ser madre es más difícil que ser hija“Además de las enfermedades que sufren los pacientes de pediatría, el valor de Madres. Amor y vida reside en las relaciones que se establecen entre quienes pasan en el hospital la mayor parte de sus días. Madres de enfermos que acaban por hacerse íntimas después de un año compartiendo pasillo, enfermeras que cada mañana dan los buenos días con la mayor alegría y entusiasmo del mundo a quienes habitan allí temporalmente, abuelas que ejercen de madres, desconocidas que dan apoyo en salas de espera, y doctoras que también tienen una vida propia. Ese universo es en el que la ficción de Mediaset pone el foco, y con el que trata de diferenciarse de otras series enmarcadas en hospitales.
También hay espacio para la diversión, las copas y el amor, con las que mantiene a flote el ánimo del espectador. “Ser madre es más difícil que ser hija”, explica una de las protagonistas; y razón no le falta. Ahora queda que los espectadores sepan valorar esta propuesta, que apuesten por enfrentarse a un producto que no le tiene miedo a la enfermedad; y que sabe encontrar la luz, que también la hay, en ella.