Crítica de 'Malaka': un denso thriller 'indie' difícil de imaginar en TVE
La desaparición de Noelia, la hija adolescente de un importante empresario malagueño, es el punto de partida de Malaka, el nuevo thriller con el que TVE pretende dar la campanada en el curso que ahora comienza. En el fondo no parece nada que no hayamos visto antes en una serie de televisión, pero es su forma la que hace de esta ficción un producto singular en cuanto a lo que estamos acostumbrados a consumir en la pequeña pantalla, especialmente en abierto.
La XI edición del FesTVal de Vitoria ha sido el escenario elegido por la cadena pública y Globomedia (The Mediapro Studio) para la puesta de largo de su nueva apuesta, un “noir sureño” que pone el foco en la Málaga más cruda apoyándose en tres grandes vértices: Blanca Gámez (Maggie Civantos), Darío ‘El Gato’ Arjona (Salva Reina) y Joaquín Romero (Vicente Romero). A su alrededor giran los 60 minutos de metraje del un capítulo piloto, todavía sin fecha de estreno en La 1, que tira abajo cualquier idea previa que pueda tener el espectador sobre la serie, para bien o para mal.
En una época en la que los thriller colapsan las parrillas televisivas, Malaka deja la sangre a un lado y opta por ahondar en las sombras de sus tres protagonistas principales. Ninguno de ellos es la víctima, ni tampoco el asesino, pero sí son los encargados de guiar al espectador por una historia en la que el crimen es, probablemente, lo de menos.
Malaka no es La Caza, ni tampoco Hierro o Presunto Culpable. Es una rareza en el género, que muestra su versión más indie en un entorno tan inesperado como la cadena pública. Y es que la ficción creada por Daniel Corpas y Samuel Pinazo no es ni mucho menos el tipo de producto que uno imagina ver en una televisión en abierto, donde existe el riesgo de que no todo el público tenga estómago, o apetito, para digerirla.
Una serie de personajes con un ritmo que lastra su carta de presentación
En primer lugar, por su ritmo. En su carta de presentación, la producción de Javier Olivares (El Ministerio del Tiempo) se recrea en la introducción de sus protagonistas, hasta el punto de que sus silencios y tormentos superan en metraje a la propia investigación. Una decisión que probablemente con el paso de los capítulos juegue a su favor, pero que no favorece al resultado de su primer capítulo, en el que se echa en falta un punto de giro o, al menos, que ocurra algo que te mantenga expectante.
Malaka lo fía todo a ser una serie de personajes, como ya avanzaba su director Marc Vigil: “Queremos dar una vuelta de tuerca al thriller que siempre hemos visto, hacer algo crudo, duro y viajar a través de los personajes en una trama muy interesante, y no al revés”. Su as bajo la manga es Salva Reina, que sorprende en el papel de ‘El Gato’. El actor, al que acostumbramos a ver en su faceta cómica, se desenvuelve en los bajos fondos de su Málaga como pez en el agua y su rol de policía corrupto aparta de un plumazo la simpatía que despertaba en anteriores proyectos.
Maggie Civantos, de vuelta en la ciudad, deja a un lado los dramas de Maca y Ángeles para ahondar en esta ocasión en el tormento de la inspectora Blanca Gámez. Un rol en el que se muestra cómoda y eficaz. También Vicente Romero, quien dibuja los trazos de un personaje que despierta curiosidad por su cuestionable moralidad.
Junto a ellos, un elenco de actores solventes como Susana Córdoba, Cuca Escribano, Laura Baena y Antonio Gil que se completa con acierto con talento local. No hay hueco aquí para el tan común debate sobre los acentos. Malaka respira Málaga.
Malaka, oscura e incómoda
El segundo motivo por el que cuesta imaginar esta serie en una parrilla como la de La 1 de TVE es su tono, que huye de la luminosa Costa del Sol para mostrar la cara más oscura de la zona.
Trapicheos, corrupción policial y la sombra de una desaparición son los condimentos que aderezan este relato hiperrealista, potenciado por una cámara al hombro poco habitual en nuestra ficción que cobra tanto protagonismo como los propios personajes.
Con Malaka, TVE asume un riesgo no tanto argumental como narrativo y formal, que si bien no es la primera vez que lo hace, quizás sí es la más llamativa. Con ficciones como Estoy Vivo o El Ministerio del Tiempo la cadena pública apostó por un tipo de relato que trascendiera más allá de su target habitual. El público decidirá si Malaka también lo hace.