Por qué Rick y Morty es una serie estancada y al servicio del fan
“Ahora somos una familia de verdad. Todo volverá a ser como en la primera temporada, pero más sencillo porque ahora estamos felizmente casados y podemos proscribir la idea de que me daba miedo a que te fueras”, dijo el personaje de Beth a su padre al final de la tercera temporada de Rick y Morty. Se proponía así un regreso a los orígenes de la serie, a “la familia feliz” con la que comenzó todo. Al menos aparentemente, ya que se cerraba con un gran interrogante: ¿es Beth un clon? Todavía no lo sabemos.
Tras un parón de dos años y algún que otro problema legal con Adult Swim, la popular la serie de Justin Roiland y Dan Harmon regresa con una nueva hornada de episodios que esta vez serán publicados semanalmente en HBO. Y el inconveniente es que, a pesar de que estemos en la cuarta temporada, la sensación es que poco o nada ha cambiado con respecto a sus orígenes.
Esto no tiene que ser algo negativo per se, ya que muchas otras series de animación como Los Simpson o South Park también se resisten al paso de los años con episodios autoconclusivos pero adaptándose a discursos contemporáneos. El inconveniente con Rick y Morty es que no parece tener del todo claro si quiere que sus personajes avancen a algún lado o si perpetuar una serie de aventuras intergalácticas aleatorias.
Rick y Morty es una serie que comenzó trazando una línea para sus protagonistas pero que, por el camino, se ha encontrado cómoda siendo lo que es y siendo complaciente con respecto a eso. Así lo demuestran las declaraciones de uno los guionistas: “La verdadera pregunta para la próxima temporada es: cuando toda la familia está feliz y todo va bien, ¿qué historias vamos a contar que haga que la gente se moleste?”.
La preocupación no es tanto por trazar una recorrido evolutivo, sino por perpetuar el status quo del universo creado. Y en esa línea va el primer episodio de esta nueva entrega: es una aventura entretenida e inteligente que, sin embargo, ignora casi por completo el conflicto que se convirtió en el cliffhanger de la anterior.
¿Quién es Rick?
Resulta todavía más confuso cuando la serie, por momentos, parece querer tratar aspectos como la misantropía de Rick, el maltrato psicológico sufrido por Morty o el matrimonio fallido de Beth. Pero, sin embargo, cuando llega la hora de apostar por una trama con consecuencias, la serie da marcha atrás.
El mejor ejemplo de ello es el último episodio de la segunda temporada. Acababa con Rick salvando a su familia y entregándose a una cárcel intergaláctica, consciente de que su presencia es un incordio que lastra la vida de sus seres queridos. Parecía una oportunidad para dar un giro de los acontecimientos, pero se optó por seguir como si nada y, además, alzar al científico a la categoría de dios omnipresente. Las mismas personas a las que fastidió seguían dependiendo de él.
No es el único reseteo que ofrece la serie una vez llegado a un clímax. También se dio en el sexto capítulo de la primera temporada, probablemente uno de los mejores lanzados hasta la fecha. Este terminaba con Morty viajando a otra dimensión, matándose a sí mismo y enterrándose en el jardín de su casa. No solo acabó traumatizado por lo que hizo, también por pensar que quizá las aventuras con su abuelo se estaban yendo de las manos. No obstante, de nuevo, el asunto no pasa más allá de generar una serie de discusiones que tampoco modifican el tono general de los capítulos sucesivos.
Puede que ahora nos descubran que Beth fue un clon, que lo de “la familia feliz” fue una farsa y que realmente las decisiones en este universo aleatorio sí importan, pero el problema no es ese. No se trata de convertir a Rick y Morty en BoJack Horseman y hacer del paso del tiempo el núcleo de sus preocupaciones dramáticas. Funciona bien como píldoras independientes que nos regalan episodios tan locos como el de Pickle Rick, donde el científico se transforma en un pepinillo mientras que sus nietos van a terapia familiar.
El inconveniente sería quedarse a medio camino entre la serie autoconclusiva y la que intenta ofrecernos una evolución sentimental de sus protagonistas. ¿Quieren que, como en South Park, se pueda matar a Kenny en un capítulo y que no importe en el siguiente? ¿O bien que este acto tenga consecuencias en el universo creado? Quedarse en tierra de nadie no es la solución.
Pocas producciones tienen la capacidad de convertirse en un icono pop y de trascender más allá de la pantalla. Por esa razón hoy es habitual ver estanterías plagadas de su merchandising y Get Schwifty o wubba lubba dub dub forman parte del lenguaje de sus fans. Y estaría bien siendo esto, pero entonces tampoco debería haberse preocupado por abordar unos trances internos que en el fondo no tienen peso en la historia.