Crítica

'Homecoming' vuelve a Amazon Prime con su temporada 2: cuidado, los espectadores sí tienen memoria

Redacción

No es Julia Roberts quien protagoniza la segunda temporada de Homecoming. Tras el delicadísimo momento que vivió su personaje al cierre del último capítulo, en el que tomó la decisión más noble de todas aunque no fuera la que esperaban muchos espectadores, la actriz cede el protagonismo a Janelle Monáe, que interpreta a una mujer que despierta en una barca en mitad de un lago sin saber cómo ha llegado hasta allí. En la orilla es capaz de distinguir la presencia de un hombre, pero su único rayo de esperanza huye en cuanto la joven le grita pidiendo ayuda. Ni sabe qué hace allí en mitad del bosque, ni sabe quién es. No recuerda nada, pero en el bolsillo tiene una acreditación militar.

El punto del que parte el primer capítulo de la temporada 2 no es una novedad para la audiencia de la serie. Al acabar su primera tanda de capítulos daba la impresión de que ya no quedaban más misterios por resolver, y en su regreso, Homecoming no despierta nuevas inquietudes en el espectador, o no al menos las suficientes como para mantener en todo lo alto su interés. El más que cuestionable experimento social que estaba llevando a cabo la empresa Geist había quedado al descubierto, y el agridulce final de la temporada 1 entre los personajes de Julia Roberts y Stephan James parecía un broche de oro para una historia que, a priori, parecía acabada. Y ese es el problema de los nuevos capítulos: que no descubren una nueva trama suficientemente poderosa, o al menos no dejan que se intuya desde un primer momento.

La serie de Amazon Prime Video, cuya segunda temporada se estrena este viernes 22 de mayo, inaugura esta etapa con las pistas que ha de seguir Jackie (Janelle Monáe) para descubrir por qué sus recuerdos se han esfumado repentinamente. Su investigación discurre en paralelo a una serie de flashbacks que permiten al espectador entender qué ocurrió con Geist cuando se desmanteló el experimento que la empresa estaba llevando a cabo para borrar los traumas de los soldados y permitir así su reincorporación a la vida social sin las secuelas de la guerra.

El nuevo guión de la serie, en la que Julia Roberts no es actriz pero sí mantiene su condición de productora ejecutiva, está más centrado en las intrigas que generó la empresa tras conocerse el escándalo. En este sentido, Audrey Temple (el personaje al que interpreta la actriz Hong Chau) adquiere un importante rol tras la jugada que ejecutó en la primera parte, cuando puso contra las cuerdas a Colin Belfast (Bobby Cannavale), el ambicioso supervisor del proyecto Homecoming que también regresa a la ficción en su segunda temporada, al igual que Walter Cruz (Stephan James). Quien también se perfila como uno de los personajes más destacados es el actor Chris Cooper, que da vida a Leonard Geist, el excéntrico fundador de la compañía.

Lo cierto es que ha habido importantes cambios tanto delante como detrás de las cámaras. La temporada 1 estuvo dirigida por Sam Esmail (Mr.Robot), y la segunda ha quedado en manos de Kyle Patrick Alvarez y sus creadores: Eli Horowitz y Micah Bloomber, que concibieron su hilo argumental con un desarrollo bastante diferente al que se está ofreciendo en su adaptación televisiva para Amazon Prime, y han tenido que rellenar los espacios en blanco con algunas historias insuficientes que se cuentan en siete capítulos en lugar de 10, como fue el caso de la primera parte.

La ventaja con la que cuenta Homecoming es que cada uno de sus capítulos ronda los 30 minutos de duración, y eso mitiga el aburrimiento y resta gravedad a la falta de argumentos. Se mantiene un ritmo aceptable y la fotografía y la banda sonora siguen dejando algunos momentos que resultan placenteros, pero la ausencia de Julia Roberts es enorme; quizá tomó demasiado protagonismo en la primera temporada y los nuevos rostros son incapaces de igualar el carisma de la veterana actriz.

El desenlace de la primera temporada de Homecoming parecía un final redondo para una serie a la que se le pueden poner pocos 'peros'. Sin embargo, la decisión de alargar la historia con algunos importantes cambios ya hacía paladear, sin siquiera haberlo probado, el amargo sabor que se tiene cuando los nuevos capítulos ya no resultan lo suficientemente estimulantes como para sentarse frente al televisor a devorar la temporada completa de una sola pasada. Es inevitable la sensación de creer que ya se sabe todo lo que había que saber, y eso es, quizá, porque se ha trabajado poco el elemento sorpresa en los nuevos capítulos, porque la primera temporada se ofreció demasiada información, o porque no hay más historia para exprimir.

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