Atresplayer Premium estrena este domingo 24 de mayo Pongamos que hablo de Sabina, su anunciado documental sobre el cantautor conducido por Iñaki López, el presentador de laSexta Noche.
Esta producción de Atresmedia Televisión en colaboración con Happy Ending es un documental compuesto por tres episodios en el que se descubre el lado más personal del artista a base de entrevistas a amigos cercanos y famosos, fragmentos de sus entrevistas en televisión, y por supuesto las propias letras de sus canciones.
En la primera de sus tres entregas, que ya hemos podido ver en Vertele, Iñaki López recorre la vida de Sabina a través de los “grandes pecados” que siempre ha reconocido de forma pública el propio artista. Y aunque no obvia ninguno de sus peores momentos, lo cierto es que tampoco profundiza en ellos y peca de quizás demasiado respeto a su figura.
El primer capítulo del documental arranca con breves intervenciones de su conductor Iñaki López, para articular un resumen de lo que va a verse durante la próxima media hora, anticipando una recopilación de momentos tan inolvidables como incorrectos de Sabina en televisión. Una manera de presentar al “personaje” Sabina, de mostrar cómo nunca ha tenido pelos en la lengua al reconocer que los 15 peores minutos de su vida fueron en una entrevista en los que no podía ni fumar, ni beber, ni tener sexo (y no con esas palabras). Y también con sus palabras a favor del “amor de pago”.
A todas estas anécdotas y secretos van contribuyendo amigos famosos que le conocen muy bien como Ana Belén, Wyoming, Leiva, Sánchez Dragó, Baltasar Garzón y muchos más. Una presentación que parece abrir y hacernos intuir lo que va a verse, pero que en realidad se trata de un breve resumen que luego se amplía, para permitir conocer un poco mejor la vida de ese niño al que llamaban “el flaco de Úbeda” hasta convertirse en “el maestro Sabina”.
La “leyenda canalla” que arranca en 1976
Con continuas e imperdibles inserciones a su propia banda sonora, la que el propio artista ha ido componiendo e interpretando durante su vida, lo cierto es que el documental no arranca desde su niñez, sino que se centra en su “leyenda canalla”, esa que empieza a fraguarse en Madrid a principios de 1976 tras la muerte del dictador Franco, cuando vuelve del exilio que pasó en Londres durante seis años.
Nativel Preciado, Fernando Sánchez Dragó y sobre todo el biógrafo del artista Javier Menéndez Flores explican por qué Sabina decidió volver a Madrid (básicamente, por ser el sitio perfecto para su forma de vida) como breve introducción del contexto, y de ahí en adelante da pie a Iñaki López a hablar de “sus pecados”, entrando ya de lleno en la primera entrega del documental en sí misma, e iniciando un recorrido cronológico hasta la actualidad.
A base de entrevistas y encuentros personales del presentador, resulta innegablemente atractivo ver a Ana Belén, El Gran Wyoming, Leiva, Baltasar Garzón y otros tantos contar cómo es Sabina fuera de los focos. Y aunque realmente parece que no hace falta porque hasta el propio documental muestra con fragmentos de sus canciones e intervenciones en televisión que él no ocultaba nada en sus letras y en sus palabras, la producción logra al menos acercar su vida gracias a los testimonios en primera persona de sus amigos, que aportan una visión cercana a la vez que externa, como cuando Wyoming lamenta hasta qué punto algunos de los que le rodeaban se aprovechaban de su generosidad.
Su gran musa, por primera vez ante las cámaras
La figura de Cristina Zubillaga supone un punto de inflexión tanto en la vida de Sabina como en el documental. Iñaki López la presenta como “la mujer que inspiró alguna de sus mejores canciones”, e introduce la principal sorpresa de la producción: “Esta es la primera vez que se pone delante de una cámara para contar su historia de amor”.
La protagonista de uno de los grandes éxitos de Sabina, '19 días y 500 noches', habla con el presentador para empezar contando que le conoció como una reunión perfecta de almas nocturnas y locas. Y para intentar explicar, sin atisbo de rencor o pena, cómo la naturaleza fiestera y canalla del cantante hacía que su propia casa se convirtiese en un punto de encuentro para cualquiera, confirmando esa leyenda de que “medio Madrid tiene llaves de la casa de Sabina” que confirman otros como Carlos Boyero, la propia Zubillaga, y Alejo Stivel, aunque él las rechazó.
También hay hueco para las revelaciones, o más bien recuerdos ya algo olvidados, como el que trae a la memoria Zubillaga cuando dice que “las fiestas las hacíamos en casa porque Joaquín tuvo un arresto domiciliario”, ante la cara de sorpresa de Iñaki López, pese a que la expareja del cantante deja claro poco después que es algo que ya se ha publicado y se sabe.
Es en esos puntos, en los que las voces en primera persona permiten acceder directamente al personaje a base de recuerdos y momentos ya olvidaods, donde reside la fuerza de este documental. Una producción, todo sea dicho, que no sólo está enfocada a los ya fans de Sabina, sino también a los que simplemente tengan interés en conocerle, en intentar comprenderle. Las anécdotas, recuerdos y vivencias de las charlas con Iñaki López se mezclan acertadamente con letras del cantante al hilo de cada uno de sus momentos vitales, y con declaraciones suyas en televisión que logran lo imposible: hacer comprender cómo un “canalla” semejante es a la vez alabado por su atención, su detallismo y su implicación con los demás.
Un paseo sincero, pero poco profundo, por su oscuridad
La primera entrega del documental no sólo trata sobre su vida privada, debe quedar claro. Carlos Boyero o Alejo Stivel, este último productor de su álbum '19 días y 500 noches', aportan también un análisis de su música, y concretamente de ese disco. De la importancia que tuvo en su carrera, hasta llevarle a su mejor momento profesional. Y como en la trama de una serie, tras un gran subidón, llega un duro golpe.
Con fragmentos de informativos en los que puede verse a Susanna Griso y a Olga Viza, el documental no oculta tampoco los peores momentos de Sabina. Cuando se retrotrae al año 2001 en el que el artista sufrió un ictus, aparece por primera vez a su “otro yo”, su eterno compañero Pancho Varona. La producción sabe abrazar términos íntimos, de nuevo perfectamente ambientada en temas más profundos de Sabina, para adentrarse y explicar las muchas depresiones que desde entonces ha sufrido Sabina, y darse cuenta de que la misma naturalidad y cabezonería de la que siempre había hecho gala le ha ayudado a exteriorizarlas y así superar esas malas rachas, en las que descubrimos que se niega a ver a gente y tampoco quiere visitar a médicos, psicólogos y psiquiatras.
Ana Belén es la que sabe expresar hasta qué punto la música ayudó a Sabina a salir adelante y superar su propio miedo al escenario. El documental recuerda cómo, con la compañía de sus canciones, fue el propio artista el que explicó que había “aceptado” reducir su consumo de tabaco y alejarse de la cocaína y lo que la rodeaba.
En resumen, en su primera entrega el documental realiza un paseo natural, sin verdaderamente entrar en mucha profundidad pero también sin obviarla, por la parte más oscura del artista que llega hasta los últimos años, cuando ha tenido que cancelar algunos conciertos. Y que demuestra también la relación especial que tiene con su público, como expresa Pancho Varona: “Tuve que decirle a 15.000 personas que Joaquín no podía seguir, y no hubo ni una protesta”. Y es que al final, para entender algo así, hay que ponerse en que estamos hablando de Sabina.
Tras este primer capítulo titulado 'Pongamos que hablo de sus pecados', que hemos podido ver y del que hablamos en estas líneas en Vertele, el documental se completa con una segunda entrega titulada 'Pongamos que hablo de sus amores' y una tercera dedicada a 'Pongamos que hablo de sus pasiones'. Entre las tres conformarán un retrato más alejado de los focos de Joaquín Sabina en el que podremos ver hablar de él a políticos como Pablo Iglesias, Esperanza Aguirre, Celia Villalobos o Patxy López, y a otros artistas como Ramoncín, con el que mantuvo un enfrentamiento. Veremos si lo hacen de forma más profunda que en esta primera toma de contacto.