Entrevista

Belén Rueda lidera a las 'Madres' de Telecinco: “Estoy harta de escuchar 'eres muy fuerte'”

Belén Rueda encabeza el reparto de la serie Madres. Amor y Vida de Mediaset que, tras su lanzamiento en Amazon, se estrena este miércoles en el prime time de Telecinco. En ella interpreta a Marian, una reputada periodista que tiene una hija con anorexia nerviosa. Una enfermedad que va a calar en los poros de su relación con su trabajo, su familia y ella misma. El hospital se convierte en su segundo hogar, donde convive con las madres de otros pacientes con enfermedades a largo plazo, que hará que creen una especie de familia, convertida en un gran apoyo. Una realidad que Aitor Gabilondo apostó por convertir en una serie y que ha tenido como resultado esta ficción que ya ha rodado su segunda temporada.

La producción aborda temas como los trastornos de la conducta alimentaria, y sobre todo la vivencia desde el punto de vista de unos progenitores que normalmente callan, y que se ven abocados a cambiar su comportamiento para poder ayudar a sus retoños. En evidencia se pone igualmente cómo los cuidados siguen siendo una actividad relegada en su mayoría a las mujeres, y las consecuencias que tiene en sus vidas. “Ahora estoy en guerra con lo de 'eres muy fuerte', que es 'tú lo solucionas todo y puedes con todo', y no. No puedo con todo ni sé solucionarlo todo”, defiende la intérprete en una entrevista con Vertele.

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La actriz adelanta que su personaje vive su propio viaje durante la ficción, que invita a una reflexión necesaria “para mucha gente que estamos metidos en esta vorágine”. El ritmo de vida que imposibilita dedicarse tiempo a preguntar y analizar cómo está uno mismo.

'Madres' se desarrolla en un hospital, ¿qué permitía este contexto contar sobre sus mujeres madres protagonistas?

Se trata de madres de hijos con enfermedades a largo plazo. Es decir, que saben que no es una dolencia de “me voy mañana”. Por lo tanto, no son muy conscientes de lo que les va cambiar la vida, pero cuando llevan tres o cuatro días, esperando resultados, y el personal sanitario continuamente les repite “esto va para largo”, se crea un submundo muy especial. Como si cuando cruzas esa puerta empezases una nueva vida a nivel de trabajo, porque tienes que estar muchas horas allí y no puedes ejercerlo como lo hacías hasta ese momento; y a nivel familiar. Si tu familia no lo entiende, el que desaparezcas, cómo a veces incluso te lo echan en cara o dejan de llamarte.

A nivel de madre, se crea un vínculo en el que hay momentos, que es algo que está muy bien reflejado en la serie, en los que dices “estoy harta de ver tu cara”. Hay un enfado de no poder salir de un sitio, sobre todo cuando estás en plana adolescencia que, ¿contra quien lo cargan? Contra la persona que tienen más cerca y ven a diario. Pero luego nos ha pasado, y es algo muy bonito que se ha dado cuando se ha emitido la serie en Amazon, que nos han llegado mensajes, sobre todo de chicos y chicas que han pasado por esto, agradeciéndonos mucho que hayamos mostrado esto porque nunca pensaron que su su madre o su padres hubieran pasado por esto. Porque los padres lo intentamos esconder para que no se pongan peor. Las relaciones no son naturales, porque lo natural sería estar con tu hijo en casa, pero aquí hay que intentar ayudar y a veces te excedes en no contar la realidad que estás pasando tú también.

En su amplia mayoría son ellas las que están al cuidado de sus hijos enfermos, ¿sigue siendo el cuidado algo estrechamente relacionado con la mujer?

Es que es así. Pero eso no quiere decir que no haya hombres que lo hagan. Y tampoco es que los hombres se desentiendan. He oído muchas veces el “yo es que no voy al hospital porque a mí los hospitales me producen mucha ansiedad”. Y a mí, pero tendremos que ir, ¿no? O... ¿vamos a dejarla sola? Quiero decir, que hay veces que es como una imposibilidad que uno se crea para protegerse. No es un comportamiento de me da igual, sino de no puedo con este dolor. Y hay que poder.

Tu personaje en concreto tiene que lidiar con una hija anoréxica, una realidad que apenas se ha retratado en ficción. ¿Cómo fue introducirse de lleno en esta enfermedad y la forma en la que sacude a las familias?

Una vez que ya te diagnostican la anorexia nerviosa, parece que de alguna manera pones el foco en una determinada dirección. No solamente en cuanto a que se te trate, sino por saber a quién te tienes que dirigir, cuáles son los mejores tratamientos, el mejor hospital para que traten a tu hijo a tu hija. Pero hasta que llegas allí, en el caso de Marian lleva seis años dando tumbos por hospitales antes de llegar al de los Arcos [nombre del de la serie]; no es tan fácil.

Por ello, el estar despistado, ese momento de incertidumbre es el más espantoso. La situación cambia cuando ya te pones a ello. De ahí a que esta serie se centre mucho en eso, en lo que da la esperanza con la que tener la energía para pensar que de ahí se va a salir. Pero cuando no sabes de qué, no sabes ni con quién tienes que tratar, ni cuando se tiene que salir de eso. Ni incluso el comportamiento que tiene que tener la persona que está a su lado, que también tiene que cambiarlo porque no se puede imponer. Es una cosa muy individual y muy personal de cada uno de los críos.

La serie habla también sobre la “culpabilidad” y en cierto modo la “imposibilidad” de ser madre y mantener nuestro puesto de trabajo. ¿Era importante poner esta reflexión encima de la mesa?

Si ya es una realidad sin tener a los hijos enfermos, imagina si lo tienes, que se convierte en tu realidad y lo demás pasa a un segundo pano. Por eso se cuenta en Madres que mi personaje es una mujer muy buena en su trabajo y que parece que tiene su vida muy ordenada; su hija, su marido. Sin embargo, de repente se le va desmoronando todo.

Es verdad que Marian era muy controladora, de cara a lo que se veía desde fuera. Pero en esta vida loca que llevamos, con un ritmo muy fuerte, en el que no se para en ningún momento, es muy difícil decir qué es lo que quiero y decir qué es lo que quieren los que están a mi alrededor. Cuando su hija enferma es un momento en el que para y tiene que mirarse a sí misma. A lo largo de los capítulos cambia muchísimo y es una evolución muy interesante para mucha gente que estamos metidos en esa vorágine.

Igualmente está esta imposición de tener que ser “perfecta” y “llegar a todo”, como si se fuera menos madre o mujer por, obviamente, no poder. ¿Es algo con lo que has tenido también que lidiar fuera de la pantalla?

Ahora mismo estoy en guerra con lo de “eres muy fuerte”. No, no soy muy fuerte. Puedo conseguir solucionar las cosas, pero no las soluciono todas. Además es que lo dicen los psicólogos. Me acuerdo cuando mis hijas eran pequeñas que decían “no les pongáis ningún cartel porque entonces van a intentar no defraudar con respecto a ese cartel”. Es decir, si le dices eres muy lista, ya tiene que ser la lista de la clase siempre, y eso provoca una presión añadida. O eres muy vago. Lo de eres muy fuerte es “tú lo solucionas todo y tú puedes con todo”, y yo estoy harta ya. No puedo con todo ni sé solucionarlo todo.

Antes existía, y en gran parte sigue existiendo, una exigencia a los cuerpos y aspectos femeninos de cara a continuar recibiendo papeles pasados los 40. Ahora por otro lado vemos a las actrices más jóvenes que se les mide en likes y su imagen en Instagram, ¿están cambiando las reglas del juego en este sentido?

Siempre se ha estado presionado porque es verdad que las redes sociales, depende de cómo las utilices, te dan visibilidad o te producen tensión y presión. Pero antes, que no existían las redes sociales, si no llegabas al sitio adecuado no sabía nadie que existías. Cada cosa en su justa medida. Sí que es cierto que las generaciones de ahora se meten en una rueda en la que prohibirlo y demonizarlo no es bueno. Hay que aprender a utilizarlo. Me acuerdo de ir a cenas con amigos, cuando empezaron a usarse los ordenadores, que se llevaban el teclado del ordenador para que sus hijos no lo utilizaran. Que era algo que daba igual, porque se irán a casa de otro que tenga ordenador, no tenía ningún sentido. Es mejor aprender a convivir con ello, porque esto ya no se para. No podemos volver atrás.