Jordi Évole: “Tendemos a ridiculizar a Maduro, pero detrás de sus exageraciones hay un discurso”
Jordi Évole regresa este domingo 5 de noviembre a laSexta. El presentador se acerca a Raqqa, “la capital del Estados Islámico”, en la que es la primera incursión del programa (Producciones del Barrio) en territorio en guerra. Una experiencia “devastadora”, nos dice el comunicador en una entrevista en la que la actualidad reconduce la conversación hacia otros derroteros.
Entrevistamos al catalán apenas horas después de que se produjera la orden de prisión incondicional para Oriol Junqueras y siete exconsellers de la Generalitat. La crisis con Catalunya estará de algún modo representada en el programa, que tiene experiencia en haber tratado el conflicto en el pasado. ¿De qué manera encarar el conflicto? Sin avanzar ningún posible enfoque, Évole insiste en la responsabilidad de los medios para “buscar lugares de encuentro comunes”, ante el “cuanto peor, mejor” en el que algunas cabeceras se han instalado.
Se nota al presentador cansado, no solo por el agotamiento que produce seguir de cerca la problemática catalana, sino porque hace apenas tres días estaba en Venezuela, charlando con Nicolás Maduro. Su comentado careo con el presidente de Venezuela (quien le hizo esperar 30 horas) será uno de los puntos fuertes de Salvados en su nueva temporada, durante cuyo transcurso el formato cumplirá 10 años. También hablamos con Évole del balance que hace de un programa cuya evolución ha ido en paralelo con la de la sociedad española.
Parece inevitable empezar hablando de Catalunya, después de los convulsos últimos días. Resulta lógico que la DUI se cuele en algún momento de esta temporada, pero... ¿De qué manera queda por tratar este tema?
La cuestión es buscar fórmulas imaginativas para que, en caso de hacer otro programa sobre Catalunya, sea distinto a lo que ya hemos visto estos días. En eso estamos trabajando. Si sale, fantástico, y si no, no saldrá. Pero la idea es buscar una fórmula original para hacerlo.
¿Qué papel deben tener a tu juicio los medios de comunicación para sobrellevar esta crisis?
Creo que los medios debemos intentar no incendiar más el tema de lo que lo está ya. Hay quien tiene esa voluntad y se ve, y hay quien tiene la voluntad contraria. Creo que hay medios que están en el “cuanto peor, mejor”. Debemos tener un punto de responsabilidad para buscar lugares de encuentro comunes. En la historia de Salvados hay programas que han buscado eso: recuerdo el día que llevamos a Oriol Junqueras a Sevilla, o cuando juntamos a Artur Mas con Felipe González en Barcelona... Ojalá ese tipo de encuentros se sigan produciendo y los espectadores puedan ver a gente que piensa diferente pero sin problemas para sentarse y dialogar.
Ya entrevistaste el pasado septiembre a Carles Puigdemont. Es difícil preparar o cerrar ninguna entrevista ante tan convulsa realidad, con las recientes encarcelaciones de Junqueras y ocho exconsellers
Estamos preparados para que salga cualquier novedad de última hora de todos los cables que hemos tirado para conseguir alguna entrevista exclusiva. De momento no tenemos el OK de nadie. Eso sí, tenemos muchas gestiones arrancadas y veremos si cristalizan en algo.
A quien sí has entrevistado ya es a Nicolás Maduro. Esta misma semana vimos tu comentario sobre las 30 horas que tardó en sentarse frente a ti. ¿Cómo fue la espera?
Fue un compañero que hizo toda la gestión para conseguir a Maduro, Mario Sánchez (jefe de redacción de Salvados). Cada vez que me decía que iban bien las gestiones y que quizás pudiéramos entrevistarlo, respondía lo mismo: “Hasta que no lo tenga delante, no me lo creo”. De hecho, cuando llegamos al Palacio de Miraflores y vi el percal... Nosotros estábamos citados el lunes 30 a las once de la mañana, y yo llegué sobre las nueve, y hasta el martes a las cuatro de la tarde no lo tuve delante. Se demoró treinta horas, si echas las cuentas...
¿Mereció la pena la espera?
Yo me lo pasé muy bien en esa conversación.
Maduro ha comentado que se sintió “como en Guantánamo”
Sí que vi algún momento de incomodidad por su parte, pero... No me pareció para tanto. Cuando le vi hablando de Guantánamo y de “cachetazos” me pareció un poco exagerado. No sé, yo con él me lo pasé bastante bien. Lo que pasa es que igual a Maduro nunca le habían hecho preguntas de según qué tipo, ni había visto venezolanos en una tablet, diciéndole cosas que no sé hasta qué punto alguien le había dicho tan directamente a la cara. Solo eso.
En España se ha configurado una imagen muy concreta de Nicolás Maduro. ¿Fue como esperabas que fuera? ¿Te sorprendió de algún modo?
A Maduro le hemos visto sobre todo en breves cortes de televisión de sus intervenciones, de sus ruedas de prensa. Sacan al Maduro más histriónico, que nos hacen pensar que o bien está medio loco o es un poco exagerado o incluso estrambótico. Nos lo tomamos a broma, y nos reímos de esos cortes -no digo yo que no tengamos que reírnos- pero en la entrevista se verá a otro Maduro. A uno más reflexivo, al que ante según qué argumentos tienes que escuchar. Nunca hay que menospreciar a un líder político, por más en desacuerdo que estés con él, cuando el pueblo le vota y gana elecciones. Tendemos a ridiculizarle y no digo yo que a veces no dé pie a ello él mismo, pero detrás de esas exageraciones hay un discurso. En Salvados, aparte de salidas de tono, veremos dicho discurso.
¿Alguna salida de tono hacia ti?
Alguna hay, ya lo veréis... La entrevista no tiene desperdicio (risas). Tiene de todo: momentos tensos, momentos cómicos, momentos nutritivos por lo que se dice, momentos un poco grotescos, momentos subidos de tono... Es una entrevista que tiene relato interno, que es lo que nosotros buscamos siempre.
Antes de que realizara estas declaraciones, ¿recibisteis tú o el equipo de Salvados algún comentario o comunicación oficial el equipo de comunicación del gobierno venezolano?
No, para nada. Nos despedimos en un tono muy cordial y ya está.
Arrancáis la temporada en la capital del Estado Islámico, Raqqa. ¿Con qué sensaciones volvió? ¿Cuánto costó llevarlo a cabo?
Era nuestra primera vez en una guerra, no tenemos experiencia en este tipo de zonas de conflicto. Todo era muy nuevo para nosotros, hasta el punto de que andar por una ciudad recién liberada de las manos de DAESH es ya una experiencia en sí misma. Cuando te dicen que no te metas ahí, porque quizás hay una mina... Vas con el lirio en la mano, y la gente experta te guía.
Luego te encuentras con los desastres que la guerra provoca. Primero la devastación física de toda una ciudad, en este caso tanto de Mossul como de Raqqa, como la devastación moral de la gente que ha estado resistiendo al Estados Islámico. Han quedado marcadísimos. Imagínate lo que nosotros sufrimos cuando atentaron en Las Ramblas, un día en un momento muy concreto y con un balance de víctimas que ya es terrible, pero cada día durante los tres años que han dominado esas ciudades. La devastación es absoluta.
¿Hay lugar para la esperanza en un reportaje como este?
Hemos visto en directo la fuerza que tienen las mujeres kurdas que han decidido enfrentarse al Estado Islámico después de haberlo sufrido. Imagina lo que es para un yihadista que lo mate una mujer... Hay mujeres que están al frente de batallones, luchando en primera línea del frente y protagonizando una revolución feminista en el corazón de Oriente Medio. En el lugar donde la mujer está más relegada de la vida política y social, ellas están consiguiendo que se las escuche y están montando una sociedad muy diferente de las que hay alrededor. Están dando un ejemplo al mundo muy valioso.
Salvados está a punto de cumplir diez años en antena. Desde entonces, ha cubierto un amplio abanico de temas, y también ha experimentado un importante cambio. ¿Cómo valoras la evolución? ¿De qué manera ha influenciado los cambios en el país al programa, y viceversa?
Creo que hemos cambiado según ha cambiado el país. Cuando nosotros empezamos, vivíamos en plena burbuja económica y todo eran vacas gordas. Había una gran bonanza y hacíamos un programa de humor donde incluíamos una cierta crítica social sobre nuestra manera de vivir. Había secciones de cachondeo pero con mala leche, como aquella “Desesperados por la crisis”, donde una pareja que hacía un striptease en el metro para ganarse la vida o viviendo en una zona azul porque era más a cuenta que vivir de alquiler en una ciudad como Madrid o Barcelona... Ya había un puntito de crítica, y era 2008. Eso va acrecentándose hasta que eclosiona en 2011 con el 15-M.
Después de aquello nos quedamos ahí, en una crítica más seria, señalando todos los fallos que percibíamos en la manera en que se había construido nuestro país, nuestras instituciones políticas... Nos pusimos más serios sin perder un punto de ironía, y conseguimos que mucha gente que nos había visto como unos “gamberretes” de la tele empezara a sentarse con nosotros. Fue cuando empezamos a entrevistar a políticos en profundidad.
Creo que hemos crecido con nuestro país, en paralelo. Nos hemos ido acompañando, no sé quién ha influenciado a quién. Creo que seguramente la sociedad nos ha influenciado más que nosotros a ella. Pero también hemos puesto los temas con los que mucha gente se ha sentido identificada.
¿Eres capaz de vaticinar cómo puede cambiar Salvados de aquí a diez años?
No me atrevo (risas) Si me dicen hace diez años que íbamos a estar tanto, les hubiera dicho que estaban locos. Si me dices tú si creo que podemos estar cinco o diez años más, te digo lo mismo. Seguiremos el eslogan del Cholo Simeone, partido a partido.