Cuanto más forzada sea la premisa, más inesperado será el resultado. Al menos eso parecen creer la pareja de mentes pensantes que forman Evan Golberg y Seth Rogen, responsables entre otras cosas de films tan absurdamente divertidos como Juerga hasta el fin o The Interview, pero también de Preacher, una de las mutaciones más interesantes y controvertidas de las series comiqueras de la televisión actual.
Su última criatura, Future Man, sigue la línea de gran parte del audiovisual contemporáneo que rememora el cine de género de los ochenta y noventa, pero sin reparos en aventurarse por el camino de la sátira o la parodia descarada. Un discurso que ya han adoptado para sí series como Dirk Gently: Agencia de Investigaciones Holísticas, han llevado hasta otro nivel Rick y Morty o convertido en principal síntoma de un fracaso total como el caso de The Orville, la última serie del creador de Padre de Familia que parodiaba Star Trek sin gracia ni rumbo.
Todas ellas iniciativas que, como bien apuntaba Ben Travers en Indiwire, parecen tener un punto de referencia clave en la ficción televisiva del siglo XXI: los capítulos especiales de la serie Community dedicados a reírse de célebres tótems de la cultura popular como Por un puñado de dólares o Apocalypse Now.
Sea como fuere, la premisa de Future Man no podía ser más descabellada y, por tanto, aguardar más sorpresas: un chico de la limpieza de un laboratorio farmacéutico que investiga la cura del herpes resulta ser también un as en un videojuego de matar zombis del futuro. Un día, cuando consigue pasarse el juego, dos personajes del mismo se presentan en su habitación para explicarle que aquello, más que un simulador virtual, es una estrategia de reclutamiento de soldados de un futuro en el que esos mismos zombis están a un paso de acabar con toda vida humana en el planeta. Por si fuera poco, la cura para el virus que lo desencadenó todo se encuentra en el laboratorio en el que trabaja.
Jóvenes inmaduros, héroes de hoy
Future Man cuenta a su favor con una falta de asombrosa y agradecida de pretensiones. Se sabe honesta comedia estúpida llena tanto de chistes soeces como de instigaciones al espectador millennial. Y, en cierto sentido, se podría leer solo como eso, pues no dejaría de ser un alivio escapista de la ficción sesuda de la mal llamada edad de oro de la televisión. Pero también es algo más que una pantomima exagerada: hablamos de un relato de iniciación en el marco de la young adult contemporánea que juega bien todas sus cartas.
Para empezar, lo protagoniza Josh Hutcherson, aquí conocido como Josh Futturman -sonrojante y simpático juego verbal con el título de la serie-. Quien fuere el popular Peeta Mellark de la saga Los juegos del hambre se ríe de sí mismo interpretando a un joven con esperanzas de un futuro mejor pero desastroso en la mayoría de aptitudes sociales y profesionales que necesitaría para poder alcanzarlo. Se redime de cara a la pantalla, en un videojuego en el que fracasa siempre en la misma pantalla, reflejo natural de su estancamiento vital.
Cuando dos soldados del futuro se presentan en su habitación, este personaje anodino y torpe ve en el jaleo apocalíptico la oportunidad de ser algo más que un chico de la limpieza. Un anhelo que asumimos como legítimo y que, además, nos vinculará a él en un sentido emocional. Futturman es un reflejo exagerado, de circo, de una generación desvalida que se enfrenta a un futuro peor en lo laboral y personal que el que han tenido sus padres.
Le acompañan dos monigotes que, de tan excesivos, resultan atractivos. Tiger (Eliza Coupe) es una joven militar agresiva e inteligente que perdió a toda su tropa en el futuro del que huye, y Wolf (Derek Wilson) es una divertidísima caricatura del tipo duro que resulta ser su mano derecha. Ambos son dos soldados del futuro que han vivido en un mundo post apocalíptico y no entienden ni pretenden seguir las convenciones de la sociedad actual. Así que, en el fondo, son lo que Futturman quiere ser. Más si le convencen de que en sus manos está el destino de la humanidad.
Future Man es, pues, la historia de un outsider con problemas que quiere ser en el mundo real lo mismo que ha conseguido ser virtualmente, un héroe. Pero también que quiere salir de un círculo vicioso de trabajo precario y soledad. Y si eso tiene que pasar por una aventura espacio-temporal, bienvenido sea.
Viajes en el tiempo, comicidad asegurada
Algo que la narración nostálgica ha asimilado a buena hora para quitarse de encima el fantasma de la falta de originalidad, cuando no del mero plagio, es que si el guiño referencial se explicita hasta el punto de discutir sobre él, la narración toma otro cariz. Si dos personajes discuten sobre los desvaríos temporales de Regreso al futuro, la ficción se torna geek pero también humana, tal y como bien aprendieron los gurús del product placement antes que los showrunners de la nostalgia.
Así, en Future Man no sólo se entrecruzan infinidad de referencias a la cultura pop sino que se debate abiertamente sobre ellas para poner de relieve sus puntos flacos, así como aprender a valorar lo extraños que son los caminos de la mitificación. Contestación a la generación cómoda en el humor blanco y sin garra de series geek de masas como Big Bang Theory.
“Como la comedia clásica o el esperpento valle-inclanesco, la caricatura revela lo esencial”, escribía Jorge Carrión en Teleshakespeare. “Ése es el motor de series como House, el carácter salvaje de su protagonista. Todo lo demás es, según la lógica de Los Simpson y Padre de familia, accesorio. Probablemente porque la esencia de éstas es justamente la parodia y todo lo que, en sus fotogramas, no deforma elementos reconocibles de lo Real o de la Ficción es también prescindible”.
En este sentido, como vemos, Future Man no se conforma con ser lo que se supone que debe ser: por una parte cuenta un relato clásico y accesible en torno a un joven desubicado. Pero por otra, pasa de ser una parodia del género de ciencia ficción de las de palmadita en la espalda a los clásicos, y ofrece una relectura que señala el sexismo de títulos intocables, la falta de sentido de su narrativa y la absurdez de considerarlas tan relevantes como se nos venden.
Por eso, esta comedia se siente segura cuando coge fuerza hacia el absurdo a medida que se asimila a sí misma y desarrolla a sus personajes ofreciendo lo que se espera de ellos. Es entonces cuando Future Man se nos muestra como una curiosa serie sobre la nostalgia que afirma en voz alta que ésta es una estafa. Treta de la industria para enmascarar la falta de ideas que debemos enfrentar sin cobardía. Y si mientras acabamos con los mitos nos echamos unas risas, nada parece tener de malo.