Los Globos de Oro, sentenciados: crónica del oportuno rechazo de Hollywood a unos premios rodeados de sombras
Durante largos años, la prensa española ha gustado de referirse a los Globos de Oro como “la antesala de los Oscar”, repartiéndose estos premios pocas semanas antes de que se haga lo propio con sus eunucos dorados, y siendo por lo tanto el principal aglutinador de estrellas con permiso del gran evento que organiza la Academia de Hollywood. Ahora bien, el espectador ocasional de nuestro país probablemente no tuviera constancia de la turbulencia que, especialmente en fechas recientes, ha acompañado a estos galardones, hasta estos últimos días, con la llamada al boicot por parte de Netflix, Amazon, WarnerMedia y algunas de las celebridades más fulgurantes del estrellato hollywoodiense.
La decisión de NBC de no emitir la ceremonia de premiación correspondiente al próximo 2022 podría suponer la puntilla definitiva para los premios que desde 1944 entrega la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA, en sus iniciales en inglés). La institución organizadora del evento se encuentra ahora en el desfiladero, acechada por las demandas de cambio radical en su estructura, marcada por la falta de diversidad entre sus integrantes, y por las acusaciones de prácticas monopolísticas. Aunque conviene apuntar un matiz importante: aunque los advenedizos puedan haber descubierto ahora esa mala praxis contra la que se levantan las grandes compañías y estrellas, no se trata de algo nuevo, ni mucho menos desconocido.
Una asociación en la mirilla por sus prácticas
La decadencia de los Globos de Oro de cara al público y a sus principales protagonistas comienza, podríamos decir, con un reportaje extenso de Los Angeles Times en el que se exponían al pormenor ejemplos de los comportamientos que durante años se habían achacado a la membresía de la HFPA, empezando por la aceptación de prebendas de todo tipo para favorecer a candidaturas concretas en sus nominaciones anuales. Blogs dedicados a sacar los trapos sucios de Hollywood, como Crazy Days and Nights, habían dado cuenta de estas corruptelas por ganarse el favor de unos asociados deseosos de hacerse querer.
En la 78ª edición, las miradas se centraban en la presencia de Emily en París, serie de Netflix que consiguió dos candidaturas por delante de ficciones que, a diferencia de esta, habían gozado del favor de la crítica como Los Bridgerton o Podría destruirte. Las informaciones difundidas revelaban que más de 30 asociados de la HFPA viajaron en 2019 al rodaje en Francia de la comedia, con todos los gastos pagados por el estudio responsable, Paramount Network: el plan incluía dos noches de hotel en el exclusivo Hotel Peninsula Paris de 5 estrellas (cuyas habitaciones tienen un coste prohibitivo de 1.400 euros diarios) y una visita privada al Musée des Arts Forains.
Tales prácticas habían sido recurrentes en el pasado, incluso dentro de las ceremonias de la última década: en 2011, Ricky Gervais cuestionó la presencia de The Tourist, thriller dramático distribuido por los hermanos Weinstein y con Johnny Depp y Angelina Jolie como protagonistas mal avenidos, dentro de la terna de categoría de comedia o musical en 2011: “Quiero acallar los rumores que dicen que el único motivo por el que está nominada es para que la Asociación de la Prensa Extranjera pudiera salir con Johnny Depp y Angelina Jolie. ¡Es basura! No es la única razón: también aceptaron sobornos”, comentó con sorna el cómico británico.
Sin embargo, el caso más notorio nos hace retroceder cuarenta años en el tiempo, cuando la organización otorgó a Pia Zadora el premio a mejor estrella revelación de los Globos de 1982, por La marca de la mariposa. El largometraje, que había obtenido otras dos nominaciones, ni siquiera se había estrenado comercialmente cuando se entregó el premio, mucho menos cuando se anunciaron las candidaturas, en diciembre de 1981. Semanas después de la ceremonia, trascendió que el primer marido de la artista, el multimillonario israelí Meshulam Riklis, costeó de su bolsillo un viaje a Las Vegas para varios de los asociados, como parte de la campaña promocional del filme. Los rumores cifraban en 2 millones de dólares el desembolso realizado para conquistar a la HFPA. Pese a las habladurías y las críticas, el resultado de la controversia fue el desentendimiento de CBS, que había comprado los derechos de emisión un año antes. Los Globos pasaron entonces al circuito de la sindicación durante el resto de la década.
La falta de diversidad y la respuesta de la HFPA
La necesidad de un cambio de raíz había sido una reclamación de miembros actuales de la institución, creada en 1943, que había dado pie a litigios. En 2020, sin ir más lejos, se desestimó un denuncia contra la HFPA de una periodista noruega a quien se había negado en repetidas ocasiones formar parte de la asociación. Esta acusaba a de infringir las leyes antimonopolio a la institución, así como de falta de ética en sus prácticas. Llegó a asegurar que el consejo de la HFPA tenía un sueldo mensual de cuatro ceros, y que estos no aceptaban a nadie externo que pudiese “competir” con miembros ya existentes.
“Necesitamos presión externa para cambiar”, pedían quienes se atrevían a hablar para Los Angeles Times. En este cambio, también era clave la falta de diversidad denunciada, sin que en su composición de 87 integrantes hubiese ni una sola persona negra. Mientras la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas ha dado la bienvenida durante la última década a talentos internacionales y multiétnicos como académicos, respondiendo de forma clara a la polémica por los #OscarSoWhite de 2015 (cuando todas las nominaciones interpretativas fueron para artistas caucásicos), en la HFPA ese cambio no se ha producido aún. De hecho, ha tenido consecuencias, se aseguraba, al desdeñarse títulos de autores afroamericanos, como algunos de los ya comentados de la hornada reciente como Así nos ven o Queen & Slim. Shonda Rhimes fue una de las primeras en criticarlo públicamente. La productora de Los Bridgerton afeó a la HFPA por haber declinado participar en la rueda de prensa de la serie: “No somos los únicos. Y por eso la casa de la HFPA está en llamas. Encendieron la mecha con su propia ignorancia”.
Para tratar de mejorar esa maltrecha imagen pública y responder ante esa exigencia de inclusión en sus filas, en un momento especialmente intenso tras el asesinato de George Floyd y el movimiento Black Lives Matter, la asociación hizo pública la aprobación de un plan de medidas a tal efecto. La institución acordó modificar sus estatutos para añadir a 20 nuevos integrantes durante 2021, poniendo énfasis en incorporar a críticos negros. Asimismo, se formalizó un compromiso para aumentar en un 50% el número de afiliados, a fin de que la asociación fuese lo más representativa y abierta posible.
“El voto abrumador de hoy para reformar la HFPA reafirma nuestro compromiso con el cambio. Ya hemos tomado algunas medidas que nos permitirán avanzar rápidamente. Entendemos la urgencia y la necesidad de transparencia, así que informaremos continuamente de los avances para que nuestra organización sea más inclusiva y diversa”, aseguró el actual presidente, Ali Sar, el pasado jueves. En su web, figura un calendario con los plazos previstos para efectuar todos estos cambios, que concluye en agosto, dejándolo todo listo para afrontar la futura temporada de premios.
La llamada al boicot de Hollywood y la decisión de NBC
Sin embargo, nada más hacerse públicos estas intenciones, Ted Sarandos, CEO de Netflix, se colocó como abanderado de un descontento generalizado. “No creemos que estas nuevas normas aborden los desafíos sistemáticos de la HFPA”, aseguraba en una carta abierta dirigida a la organización. “Paramos toda actividad con vuestra organización hasta que se lleven a cabo cambios más significativos. Netflix y muchos de los artistas y creadores con los que trabaja no podemos ignorar el fallo colectivo de la HFPA para responder a los problemas cruciales que la atañen con urgencia y rigor”. Fuentes de Variety apuntan a que la solución para la compañía tiene un número concreto: abrir la institución a 300 nuevos miembros.
No tardó en sumarse Amazon Studios, a través de Jennifer Salke. “No hemos trabajado con la HFPA desde que estos problemas salieron a la luz, y como el resto de la industria, esperamos un cambio sincero y significativo antes de seguir adelante”, aseguraba la directiva del estudio, que, conviene decir, había gozado de poca representación en las candidaturas de la 78ª edición: solo una nominación, la que obtuvo Al Pacino como mejor actor de una serie dramática por Hunters.
Del mismo modo, un centenar de asociaciones de índole cultura y comunicativa también rompían lazos con la asociación de la prensa extranjera reclamando un cambio significativa y dudando de la efectividad de las nuevas medidas. Entre otras, se encontraba la Gay and Lesbian Alliance Against Defamation (GLAAD) o el movimiento Time's Up. Tina Tchen, presidenta de la fundación, consideraba las reformas “extremadamente insuficientes y apenas transformadoras”: “Los próximos Globos de Oro serán decididos con los mismos problemas fundamentales que han existido durante años”, añadía, señalando como cómplices a NBCUniversal, que emite los galardones desde 1993, y a la productora de la gala, Dick Clark Productions., que los ha producido desde los años ochenta.
Más resonaron las acciones individuales de estrellas como Mark Ruffalo, que venía de adquirir su Globo de Oro a mejor actor de miniserie o tv-movie por La innegable verdad, o Scarlett Johansson. Si el primero decía no sentirse “feliz ni orgulloso” del premio que recibió hace escasos tres meses, su compañera en el Universo Cinematográfico Marvel fue más allá y animó a la industria a romper lazos con la HFPA y llamó al boicot. Entre sus argumentos no solo estaban los que se acostumbraban a comentar hasta el momento, sino que llamaba la atención en el “sexismo” imperante dentro de la organización: “La asociación de la prensa extranjera es una organización que fue legitimada por gente como Harvey Weinstein para ganar impulso”, recuerda, y hace hincapié en las acusaciones de sexismo y acoso sexual que han sido dirigidas a los integrantes de la asociación durante años.
Por si las palabras de la protagonista de Under the Skin no fuesen suficientemente rotundas, Tom Cruise tomó el relevo y anunció la devolución a la HFPA de los tres Globos de Oro que había cosechado a lo largo de su carrera. Ese mismo día, NBC anunciaba su decisión de no emitir la ceremonia de 2022: “Tenemos la convicción de que la HFPA está comprometida con el cambio”, aseguraba la cadena de NBCUniversal, que renovó los derechos para retransmitir estos premios en 2018. “No obstante, un cambio de esta magnitud requiere de mucho tiempo y trabajo”, añadían, dejando la puerta abierta para “estar en posición de emitir el evento de 2023”.
“Nos conocen desde hace 30, 40, 50 años. ¿Cómo les sorprende?”
La alusión que hacía Johansson a Weinstein, con quien comenzó el movimiento #MeToo en Tinseltown, lleva a recordar la turbiedad que también había circundado a la Asociación de la Prensa Extranjera más allá de lo profesional. La propia actriz hablaba de preguntas inapropiadas y actitudes poco decorosas de algunos de los miembros en eventos promocionales, aunque es importante recordar una acusación directa por parte de Brendan Fraser.
En febrero de 2018, el otrora protagonista de La momia acusó a Philip Berk, expresidente de HFPA, de acoso sexual y tocamientos durante una fiesta celebrada en 2003. El daño psicológico que sufrió por el episodio derivó en su progresiva desaparición de Hollywood, aunque en el momento de hacer pública su acusación, pasó ciertamente desapercibida por los medios. La HFPA negó en su día las acusaciones y aseguraron que los tocamientos que sufrió el actor fueron “una broma”. Berk, por cierto, fue expulsado de la HFPA a mediados de este abril, después de 44 años en la formación, tras mandar una comunicación interna de contenido racista, en la que criticaba el movimiento Black Lives Matter.
La gravedad de las acusaciones en torno a la HFPA era, por lo tanto, ya conocidas, tanto en materia de comportamientos sexistas como en lo referente a su falta de diversidad o a su cuestionable trabajo como informadores: durante años se ha hecho sangre sobre la avanzada edad de buena parte de sus miembros, muchos de los cuales están en la última fase de su carrera o en régimen de semi-retiro, o de la falta de preparación con la que acudían a eventos promocionales. Por eso, algunos miembros acusan ahora a Hollywood de estar haciendo gala de hipocresía, al darles la espalda en este preciso momento: “Nos conocen desde hace 30, 40, 50 años. ¿Cómo les sorprende eso [la falta de periodistas negros]?”, dice un miembro a Variety.
“Puede que como organización seamos egocéntricos, y que no pensemos en la corrección política y el ambiente que hay en este país”, dice otra persona, que pidió no ser identificada, al citado medio. “No somos una organización racista. Este es un país racista. Señalarnos con el dedo ahora, y decir que deberíamos tener un 13% de miembros negros, es ridículo”. Como contrarréplica al movimiento en su contra, afirman que esas compañías tampoco cuentan con equipos de trabajo diversos. En palabras de Judy Solomon, periodista israelí que ejerció también como presidenta a principios de los ochenta, “tenemos chinos y japoneses, de todo”.
¿Hay futuro para los Globos?
La defensa de la organización suena a desesperada, por más que afirmen que existen alternativas a NBC de cara a poder celebrar una hipotética gala en 2022. No hay que olvidar que la posición de NBC es más que comprensible no solo por la crisis pública de los Globos de Oro, sino por la propia decadencia de las retransmisiones de estos eventos.
La ceremonia de 2021 supuso un varapalo de magnitud para la cadena, al registrar uno de sus peores datos históricos en audiencia: la caída se cifró en más de un 60% con respecto a 2020. El bajón se explicaba por el retraso en la emisión derivado de la crisis del coronavirus (esta vez no contó con la NFL para telonear el evento), así como por el menor tirón de los títulos nominados tras un año de confinamiento y de cines cerrados. En cualquier caso, marcaba un patrón dudoso para una cadena que, siguiendo con la tradición establecida a principios de los años noventa, había firmado un jugoso contrato para asegurarse la retransmisión de los Globos por otras ocho ediciones. Esto es, hasta 2026.
Muchos factores en contra se suman ahora contra unos premios que se habían establecido en el imaginario popular lo suficiente como para que cueste plantearse su desaparición. Lo cierto es que, por de pronto, la 79ª edición tardará un año más de lo previsto en llegar. “Estamos hablando de 2023. Es mucho tiempo por delante”, dice uno de sus votantes, temeroso de que la gente “se acostumbre a que no haya Globos de Oro”. Otros en cambio apuestan por este paréntesis en los Globos como algo positivo para refrescar la marca. Cosas más extrañas se han visto en Hollywood. Lo único de lo que puede servir esta circunstancia será para que esa coletilla incesante, la de la “antesala”, deje de escucharse, al menos por un tiempo.
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