Hace casi diez años que Juanjo Sáez se apuntó el tanto de crear una de las series de animación para adultos más estimulantes realizadas en el panorama español contemporáneo. Se trataba de Arroz pasado (Arròs covat en el original catalán), una ficción animada que narraba las desventuras de un diseñador gráfico de treinta años en la Barcelona actual. Fenómeno que empezó sumando visitas en YouTube antes de saltar a la televisión, desarrollarse a través de tres temporadas de doce capítulos, un cómic, conseguir un Premio Ondas a la mejor serie emitida en cadena de ámbito no-nacional, y una modesta pero convencida base de fans.
En ella, el historietista e ilustrador asimilaba múltiples referentes de la escena musical de la Barcelona del momento para transmitir cómo veía la precariedad, las dudas vitales y el trabajo creativo en tiempos de freelancismo e Internet. Aparecían en Arroz Pasado las canciones de Standstill, Love of Lesbian y La Casa Azul, así como Manos de Topo o Joe Crepúsculo, mientras se nos contaba como conciliaba un treintañero su profesión con su vida personal.
Ahora Filmin estrena Heavies tiernos, ficción animada anteriormente emitida en TV3, que retrocede en el tiempo hasta remontarse a la adolescencia del propio Juanjo Sáez en la Barcelona de 1991. Aquí ya que no cabe el pop pero sí conciertos de Sepultura, vinilos de Metallica y canciones de Barón Rojo para narrar la historia de amistad de dos jóvenes solitarios.
El Heavy es amor
Juanjo es un chaval tímido y flacucho de una familia de clase media del barrio de La Sagrera, en Barcelona. Tiene quince años y ha repetido el último curso, así que cuando vuelve al instituto en septiembre tiene que aprender a convivir con chavales más pequeños que él y a los que no conoce.
En su clase coincide con Miquel, un joven tartamudo de clase obrera con el padre en prisión y la madre ausente, que sin embargo es mucho más extrovertido y lanzado que él. Ambos parecen no tener nada en común pero pronto descubrirán que les une una pasión: el Heavy Metal.
A través de la música, Juanjo Sáez construye una historia de amistad y superación adolescente alejada de cualquier atisbo de retrato realista de carácter social. Su intención, abiertamente expuesta en su forma de plantear el drama, se acerca mucho más a la de un coming-of-age tocado de la mirada y la sensibilidad emocional de Pulseras Rojas que a un Skins, un This is England o un Por trece razones. Algo que se antoja refrescante ante un panorama mayoritariamente sombrío en su forma de representar a la juventud del siglo XXI, manejando siempre el delicado equilibrio entre la voluntad de discurso y el tono moralista.
Para ello, Juanjo Sáez deja sus dibujos en manos de realizadoras como Ginesta Guindal o Nely Reguera, la directora de María (y los demás), uno de los mejores dramas españoles de los últimos años, para que sean ellas las que aporten las dosis de humor, moderado sentimentalismo e inventiva narrativa que convierten Heavies tiernos en una serie-bálsamo: reconfortante y simpática a partes iguales.
Todo, partiendo de recuerdos personales que convierten, con el tiempo, a cada uno de sus personajes y situaciones en reflejos del propio creador. También en reflexiones sobre un pasado al que no mira con nostalgia sino con madurez.
Heavies tiernos transita habitualmente el drama tratando temas como la manipulación emocional, el maltrato psicológico, el machismo, el alcoholismo o el bullying. Pero jamás deja que el tono sombrío se apodere de su, en el fondo, optimista mensaje. No quiere ser más que una bella y sencilla historia de amistad juvenil de una generación para la que el Heavy Metal podía ser religión y refugio, y los problemas de la vida adulta algo que sólo el futuro podía resolver.
La generación de la Barcelona preolímpica
Natural de La Sagrera, barrio de antiguos campesinos de Barcelona, Juanjo Sáez no desperdicia en Heavies tiernos la oportunidad de rendir homenaje a la ciudad de su adolescencia. La que aún no enfrentaba la gentrificación masiva, la turistificación ni la crisis política y económica que vive en nuestros días.
Sin convertirse nunca en una serie política, Heavies tiernos se preocupa por capturar el sentir de la generación que creció antes de las Olimpiadas, mediante el delicioso trazo sencillo y las formas aparentemente infantiles de los cómics de su creador.
Así, las aventuras de dos heavies se convierten en evocaciones de un ambiente cultural contestatario que se movía en salas como la Zeleste, hoy reconvertida en la Razzmatazz. O el retrato del nacimiento de una escena cultural fructífera para la comunidad LGTBI en cafés y librerías de la urbe.
También en el recuerdo de la lucha vecinal que paró la construcción de pisos sobre Can Guardiola, un edificio modernista hoy protegido por ley. O la desaparición La Perona, barrio de barracas habitado por la comunidad gitana del que hoy no queda más que la memoria, pues sobre él se constuyó lo que ahora es el Parque de San Martín.
Lugares, cambios y luchas que se entretejen con la evolución emocional de dos jóvenes condenados a entenderse a través de la música y superar una etapa difícil de sus vidas de la única forma posible: juntos.