Crítica

'Industry' de HBO, una serie común sobre una etapa con pocos referentes en drama

En los catálogos de las numerosas plataformas de streaming que inundan el mercado encontramos todo tipo de series: aquellas imprescindibles que todo seriéfilo debería ver, los placeres culpables que ayudan a salir de la monotonía, los títulos del montón y, por último, esas que puedes ver en un finde tonto, pero no te dejan una huella especial. En este grupo podríamos situar Industry, la nueva producción británica de HBO junto a BBC que llega este martes 10 de noviembre.

Creada por los debutantes Mickey Down y Konrad Kay, y arropada por la mediática Lena Dunham como directora de su capítulo piloto, esta nueva ficción se presenta al mundo como un drama ambientado en el sector de las finanzas que examina, a través de los ojos de jóvenes recién graduados, cuestiones de género, raza y clase en el lugar de trabajo.

La premisa, de primeras, resulta atractiva para ese público carente de referentes en series de drama. Porque la adolescencia sí tiene espejos de todos los gustos, al igual que la madurez en cualquier faceta imaginable, pero se antoja más complicado encontrar un retrato fuera de la comedia de esos jóvenes que se estrenan en el mundo laboral bajo una gran presión, mientras siguen lidiando con las problemáticas más típicas de su edad. En ese sentido, la nueva serie de HBO cumple su papel, al menos según lo visto en los primeros capítulos a los que hemos tenido acceso antes de su debut.

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Personalidades marcadas en una olla a presión

Industry arranca siguiendo a un grupo de recién graduados en su primer día en la compañía financiera Pierpoint & Co. Allí permanecerán durante varios meses en período de pruebas, y solo unos pocos conseguirán un puesto fijo donde empezar su carrera laboral. Un punto de partida que pronto empieza a extenderse más allá del entorno de trabajo a través de unos personajes diversos -desde la norteamericana Harper (Myha'la Herrold) hasta Hari (Nabhaan Rizwan), de origen paquistaní- y llenos de matices.

En su primer capítulo, la serie no se anda con rodeos y enciende la mecha sin muchos preámbulos: te cuenta quiénes son sus personajes, dónde están y qué hacen allí. A los ya mencionados se suman Yasmin (Marisa Abela), Robert (Harry Lawtey) y Gus (David Jonsson) como licenciados y Kenny (Conor MacNeill), Daria (Freya Mavor), Theo (Will Tudor) y Eric (Ken Leung) como managers, completando un equipo de personalidades bien marcadas dentro de la olla a presión en la que están situados.

Mención aparte merece Myha'la Herrold, más que correcta en el papel principal; Marisa Abela, nombre a tener en cuenta en la ficción británica del futuro; y Nabhaan Rizwan, cuyo personaje será el protagonista del primer, y previsiblemente único, gran plot twist de la serie. Porque Industry, aunque tiene un planteamiento notable, termina quedándose en tierra de nadie conforme avanzan los minutos y los capítulos.

Una serie común, en tierra de nadie

Pasado ese suceso importante del primer capítulo, que promete ser el detonante de algo grande, la serie se pierde entre tramas anodinas de vicios y romances que atrapan más bien poco a un espectador que pide algo más de lo que ya ha visto mil veces. La ambición que destilan sus personajes va difuminándose por el camino, al igual que ocurre con la misma dinámica de la ficción.

Además, a diferencia de lo que ocurre en los primeros compases del piloto, donde todo va rodado, la serie pierde ritmo y se pone cuesta arriba para aquellos que recurran a ella como entretenimiento. A Industry le sobra oscuridad, le falta frescura y no termina de aprovechar el potencial de sus personajes; un aspecto clave si quiere terminar significando algo para aquellos que se asomen a verla.

En definitiva, y a la espera de comprobar si mejora con el paso de los capítulos, la nueva apuesta de BBC y HBO llega como una serie común: un título más de fondo de catálogo que tiene pocas opciones de ocupar un lugar relevante en la plataforma.