“Un hombre sano no debe estar solo”. Con esta gravedad e insistencia advierte la madre de Don Diego (Roberto Enríquez) a su hijo para que reaccione, dé un paso adelante y asuma la responsabilidad que se le atribuyó, sin quererlo, al nacer: casarse y tener descendencia. El aristócrata es el protagonista, junto a Clara Belmonte (Michelle Jenner) de 'La cocinera de Castamar', la nueva serie de Atresplayer Premium que estrena este domingo su primer episodio.
Una ficción de época que adapta la novela homónima de Fernando J. Muñez, ambientada en el Madrid del siglo XVIII. Pese a su atractivo casting coral que incluye a Hugo Silva, María Hervás, Maxi Iglesias, Paula Usero, Mónica López y Silvia Abascal, se queda algo descafeinada en sus posibilidades. Al menos en su primera entrega.
Es cierto que, al necesitar presentar al plantel de personajes, no le da tiempo a detenerse a profundizar demasiado en las motivaciones de todos ellos. Ni tampoco permite extraer unas conclusiones claras sobre lo que dará de si la serie. El problema, a priori, es que al plantar la semilla de curiosidad por conocerles, no todos dejan ganas de saber cómo germinarán. Su duración, de una hora y ocho minutos, tampoco ayuda.
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En un contexto con cada vez más producciones, la originalidad se ha convertido en un requisito aún más indispensable para atraer al público. Una originalidad con potencial para estar presente en las tramas, el periodo histórico que aborda, el tono, la forma y lecturas a las que pueda llevar. En este caso, La cocinera de Castamar interesa más cuanto más alimenta las rencillas de palacio: los “líos” entre la nobleza que tampoco tiene otra cosa que hacer más que ser ricos y además, parecerlo.
Explorar la sexualidad, una monarquía cuestionable, e incluso la diferencia de clases, que es algo que hemos visto otras tantas veces en la pantalla, intriga en mayor medida que limitarse a incluir algunos perfiles en parte caricaturizados.
“No me gustas, no voy a ser tu niñera, así que espabila” es el recibimiento que da una de las personas del servicio del castillo a la cocinera encarnada por Jenner. Una actitud que, pese a que tenga que ver con el rechazo a lo nuevo por cuestión de envidias y temor a que se destapen trapos sucios, queda algo desfasada, poco sutil y superficial.
“Nos educan para gustar a las madres”
“Nos educan para gustar a las madres, pero nosotras queremos conquistar a sus hijos”, le explica Doña Sol (Marina Gatell) a la joven de entrada desamparada y vulnerable Amelia Castro (Hervás). Otra mujer de la clase alta que arrastra una deuda y llega a Castamar en busca de un marido para sobrevivir.
Se le pide que saque a relucir sus encantos y carácter como pretendiente de Don Diego. Pero encuentra en el Marqués Enrique de Arjona (Silva), que a su vez le chantajea y manipula, al hombres que le hará descubrir, a nivel sexual, “cosas que ni te imaginas”, como ella misma describe.
Flaco favor le hace a la serie el reciente estreno de Los Bridgerton, precisamente por cómo ésta sacudió el patriarcado con ironía, ingenio y riesgo. Si bien no es el tono de La cocinera de Castamar, dado que se va a detener en contar las incómodas obligaciones maritales, podría haber ido un paso más allá sin convertirse necesariamente en una crítica -porque no es lo que pretende-, pero sí dejando un regusto que, no obstante, sí consigue a la hora de abordar el placer de cocinar, y de comer.
La ficción se detiene en reivindicar el deleite, las recetas, los “ingredientes especiales” ese algo que hace que cada plato, al igual que cada persona, seamos únicos. Un poco como el Foodie Love de Isabel Coixet, pero bastante más terrenal, tradicional y accesible. Cocinar, compartir y transmitir van de la mano en la imaginación de Clara. Todo previsiblemente apunta a que será será a través de su talento culinario como despierte la curiosidad de Diego, y posterior conquista mutua.
También recuerda a la producción de HBO en cómo en ambos casos la pareja protagonista arrastra una experiencia del pasado que les atormenta de más. En el caso de él, la trágica muerte de su esposa nada más decirle que está embarazada. Una muerte, tras caer del caballo, que entorpece el prólogo de La cocinera de Castamar. En el de ella, un trágico suceso que le provoca padecer agorafobia.
Por delante quedan otras 12 entregas en las que encauzar un primer vistazo algo olvidable pero que, jugando con las intrigas palaciegas, romances, luchas, amores imposibles, persecuciones alguna huida, rumores, picardía y esperanza, podrá conseguir semana a semana más adeptos. Tanto en la plataforma como su posterior lanzamiento en abierto. Y sobre todo a través de sus personajes, permitiendo entender sus motivaciones y generar empatía hacia ellos.