Lara Álvarez ha explicado en más de una ocasión el motivo por el que decidió no seguir en Supervivientes, pero pocas veces, quizá ninguna, había sido tan explícita al hablar de los problemas que sufrió mientras trabajaba en uno de los programas más exitosos de la televisión.
Entre 2015 y 2022 fue copresentadora del reality. Ella estaba en la isla de Honduras en la que se grababan las pruebas, mientras que Jorge Javier Vázquez le daba paso desde los estudios de Telecinco. A finales de 2022, con 36 años, puso fin a esta etapa y se embarcó en nuevos retos profesionales. Durante este verano ha presentado Me resbala, un concurso que en nada se parece al que más fama le dio. Porque Supervivientes le dio una gigantesca proyección, sí; pero también algunos dolores de cabeza.
“Supervivientes ha marcado un antes y un después en mi carrera, en lo profesional y en lo personal, porque allí me he enfrentado a mi mayor miedo: la soledad. Pero no es tanto el cansancio del encorsetamiento en un mismo papel, sino más lo que yo sentía. Necesitaba hacer cosas nuevas”, explica en el podcast La casa de mi vecina, presentado por Nagore Robles en Podimo.
“Soy muy exigente y eso he tenido que trabajarlo para empezar a disfrutar. En Supervivientes, precisamente, por la necesidad de hacer un directo y tener el respeto por los concursantes que lo están pasando mal, mi autoexigencia era enorme. Ahora, en Me resbala, el objetivo es divertirse y romper con el miedo a la corrección”, comenta.
La presentadora, como el resto del equipo, se desplazaba a Honduras durante los tres meses que duraba el reality. “Eran 93 días y la estancia allí es dura porque se para la vida, y más en los últimos tres años que nos pilló la pandemia allí y no se podía hacer absolutamente nada”, recuerda.
En la isla vivió situaciones verdaderamente complicadas: “A mí me ha pasado hasta 30 segundos antes de salir a un directo estar vomitando en una esquinita al lado de un árbol. Estar vomitando fatal de la ansiedad, de la tristeza que tenía en ese momento”, relata la asturiana, que inmediatamente tenía que recomponerse para comenzar el show: “Y luego entrar y decir: '¡Muy buenas noches, Jorge! ¡Muy buenas noches! ¡Besos desde Honduras!'. Porque, al final, dices: 'El espectador conecta para desconectar'”.
Finalmente, decidió dejar el programa. “Fue totalmente necesario y el momento no fue tan duro como durante la toma de decisión. Te enfrentas a un momento en el que el consumo de la televisión está bajando, estás en el programa que más audiencia está teniendo, un papel asentado porque hay una trayectoria y un cariño del espectador, y de repente dices: 'Es momento de un cambio'. No es que no disfrutara, pero tampoco sentía que fuera a hacer la última edición al 300%, que era lo que yo me implicaba en este programa, y no me parecía justo”.
El psicólogo le dio “unas herramientas necesarias” que todavía sigue “aplicando a día de hoy” para navegar con calma dentro y fuera del trabajo: “Empecé a ir a terapía porque sentía que teniéndolo absolutamente todo en mi vida, no estaba feliz. Se suponía que era lo que debía tener, lo que se esperaba que fuera lo correcto, y me sentía perdidísima y encima me sentía peor porque no tenía un problema real, me sentía desagradecida”, le cuenta a Nagore.
Su cambio de tercio coincide con el nuevo proyecto de Jorge Javier Vázquez. El que fuera su compañero durante tantos años encara una nueva etapa profesional tras el final de Sálvame. Después de haber estado de baja médica unos cuantos meses, básicamente desde que se conoció la cancelación del que era su programa, el catalán regresa a Mediaset con Cuentos chinos, un formato que se emitirá en el access prime time de Telecinco para competir contra El Hormiguero de Antena 3.
“Yo a Jorge le admiro mucho. Aprendí muchas cosas, la más importante, la honestidad en pantalla. Es una persona que no disimula, no te va a pisar, pero si no le gustas tampoco te va a ensalzar y eso te pone a ti en la situación de querer superarte, querer hacer las cosas bien. Sacaba lo mejor de mí”, recuerda Álvarez.