Las 6+1 lecciones que nos deja la ficción española este 2018
Despedimos el 2018 y con él, uno de los años más importantes para la ficción española: varias de nuestras series han roto fronteras y esquemas con historias capaces de colonizar imperios. Tal ha sido la rendición que han causado nuestras producciones este año que han venido a contratar a nuestros conquistadores.
Y es que, mientras vivimos desde hace años en la Edad dorada de las series, a estos últimos meses podríamos definirlos como el mejor momento de la ficción española: no solo por la calidad que presentan, las singulares narraciones (que eso también se ha visto en otras épocas) o los impactantes resultados que están obteniendo, sino también por las continuas lecciones que nos están enseñando.
Por primera vez hemos dejado de escuchar las tan repetidas “no está mal para ser española”, “no veo series españolas”... para comentar: “¿Aún no has visto La Casa de Papel?”. Nos hemos despojado de los complejos que arrastrábamos desde hace años gracias a seis grandes lecciones y un premio que las afianza.
Las series ya no tienen una sola oportunidad
Hace años, cuando una cadena cancelaba una serie significaba el final de esta. Incluso sin haberse podido despedir de su audiencia. Era la hora de decirle adiós. Hasta ahora.
Este año, mientras Antena 3 tuvo que cancelar La Casa de Papel porque el público español la había despedido con un insuficiente 11% de share para la privada, Netflix apostaba por alargarla al comprobar que era uno de sus mayores fenómenos mundiales.
También FOX se topó con uno de sus mejores rendimientos al resucitar a Vis a vis con una tercera y cuarta temporada que lanzó el mismo año.
Unas segundas oportunidades para las series españolas que por primera vez ya no se lo juegan todo en una sola ventana, ahora pueden tener varias vidas, en diferentes hogares, con múltiples familias que vean en ellas lo que otras no vieron e incluso, las adopten como suyas propias.
La realidad es la mejor promoción
Fariña era una serie que, aunque gustó a la directiva de Atresmedia, asustó por lo arriesgado de la propuesta. Por ello, el grupo decidió programar su estreno para más adelante, en 2019, o quizá hasta más tarde. Cuando el público estuviera algo “más preparado”.
Pero en febrero la Policía detuvo a Sito Miñanco, días después una jueza secuestró el libro Fariña de Nacho Carretero (que inspiró a la serie) y Antena 3 decidió aprovechar todo este marketing impagable para estrenar “el primer capítulo de la serie”. Solo el primero, porque como creían que no iba a convencer no querían gastar esa bala. Pero para sorpresa de todos, convenció. A crítica y audiencia - que no suele ir de la mano-.
Por lo que aprendimos que, la realidad - además de superar la ficción- también engrandece la promoción. Pero no solo fue esta la causa del éxito, y aquí viene la siguiente lección...
... la audiencia de las generalistas ha pulido su paladar
Que Fariña no bajara de los 2 millones en sus diez capítulos, que el público se enganchara a una serie oscura, que aplaudiera el castrapo y no necesitara tensiones sexuales no resueltas, ni abuelas, ni niños, nos demuestra que la audiencia de las generalistas ha evolucionado. Pide nuevas fórmulas, más riesgo, otras vías de narrar más adultas y menos masticadas.
Nos lo venían advirtiendo apuestas como Estoy Vivo y su mezcla de géneros, Vis a vis y su valiente punto de vista, incluso la revelación de Merlí. Pero con Fariña se ha confirmado: ya no hay series buenas que no funcionen porque están adelantadas a su tiempo, porque ahora es ese tiempo.
Tenemos una prometedora cantera de jóvenes actores
Muchas de estas exitosas ficciones de 2018 también han apostado por jóvenes intérpretes, desconocidos para el gran público, que nos demostrado la buena salud de nuestra cantera de actores.
Se han destapado con actuaciones brillantes en la pequeña pantalla como la de Oriol Pla en El Día de Mañana, Isak Férriz y Yolanda Torosio en Gigantes, Miguel Bernardeau y Ester Expósito en Élite, Isabel Naveira y Jana Pérez en Fariña, Pablo Molinero en La Peste, Patricia López-Arnáiz en La Otra Mirada, Pere Arquillé en Félix, Vito Sanz en Vergüenza, entre muchos otros que merecen ser considerados, por derecho propio, como las grandes revelaciones interpretativas del año en televisión.
Han sido demasiados años sin ficción adolescente
El éxito de Élite - la segunda producción española de Netflix- ha corroborado lo que era un secreto a voces: los jóvenes ansiaban una serie que les retratara.
Desde que Física o Química acabara en 2011 no ha habido otra serie para adolescentes que reflejara su día a día, con sus inquietudes, sus sueños, tormentos y valores, peligrosos de dejar en manos de un entretenimiento sin más fondo que el de distraer la mente.
Por fin una serie se ha tomado el tiempo de plasmar a esta nueva generación, que se define por sus ganas de exhibirse, y en cambio aún no tenían donde reflejarse.
Los 50 minutos funcionan
Este ha sido el año en que Atresmedia ha anunciado que acortará la duración de sus series a 50 minutos por capítulo, como lo hacen las ficciones internacionales. También lo hará TVE que se sumaba a la tendencia y comunicaba que sus episodios durarían 60 minutos o menos.
Esta decisión se tomaba después de ver que producciones como La catedral del mar funcionaban con ese recorte horario. Después de comprobar, además, que las ficciones así viajan con un pasaporte más internacional y equipaje más ligero.
BONUS: Las series españolas también ganan en los Emmy
Pero si algo hemos aprendido este año es a acabar con los últimos complejos que arrastrábamos tras décadas sintiéndonos pequeños. Tras comparaciones injustas en las que nuestra ficción siempre salía perdiendo, tras debates eternos en los que parecía que nuestra capacidad de crear series era siempre inferior por el simple hecho de haber nacido en la península.
Y por supuesto, como en tantas otras disciplinas, han tenido que venir desde fuera para que nos lo creamos: este año La Casa de Papel ha ganado el Emmy a la mejor serie internacional. Una producción española se ha subido al podium de las series y ha acabado con todos nuestros fantasmas (dejamos el certificado por si se nos olvida, que de eso también sabemos mucho):
Ella ha dado el gran golpe y se ha llevado la estatuilla, pero todas las anteriores han puesto su granito de arena para entrar, no solo a la Casa de La Moneda, sino al resto de hogares del mundo.