La televisión es una carrera de fondo, un maratón, una apuesta de tiempos largos. Se equivocan los agoreros que pronostican una catástrofe inevitable para Cuatro a partir de los datos de audiencia de las tres primeras semanas, por los errores –que los hay- en su primera parrilla y por las tinieblas que envuelven alguna de las decisiones que se han tomado en el momento del estreno. La televisión está siempre en el escaparate. Los programadores trabajan con luz y taquígrafos. Cada movimiento que realizan es interpretado por un ejército de analistas, críticos, profesionales de otras cadenas y –sobretodo, que no se olvide- espectadores que tienen la llave del éxito o el fracaso en su mando a distancia. La televisión es una carrera de fondo, sí, y permite correcciones y cambios de estrategia que pueden dar la vuelta a la tortilla en semanas o meses. Que nadie menosprecie la capacidad del equipo ejecutivo de Cuatro, profesionales con amplia experiencia en algunos casos. Es una verdad de Perogrullo recordar que en televisión nunca hay nada ganado ni perdido indefinidamente. Hartos estamos de constatar que valemos lo que vale la audiencia de hoy y que mañana nos sometemos nuevamente, sin piedad, al veredicto de los espectadores, sin que sirvan de nada las glorias pasadas. Déjenme que repase, con ustedes, algunas cosas que hemos aprendido de Cuatro. 1. La televisión es cara. Reducir voluntariosamente los costes de los programas tiene, a menudo, un precio demasiado alto. Visto lo visto, Cuatro necesita más dinero, más presupuesto, más medios, más posibilidades. La primera ley de la televisión dice que se necesitan caras famosas, contrastadas, y formatos reconocibles y eficaces. La novedad y la innovación, en televisión, tiene que acompañarse de éxitos y personas probados para que puedan crecer y revelarse. Cuando se recortan los presupuestos a las productoras, empresas pensadas para tener beneficio, acaban haciendo programas baratos que les permitan seguir teniendo beneficios. Y esto se nota. 2. La televisión necesita eventos espectaculares. Si no se cuenta con cine de estreno, acontecimientos deportivos, series de ficción españolas de alto presupuesto o formatos “killer”, el resultado en audiencia es predecible. Está bien apostar por jugar en segunda división, pero ¿compensa? 3. La radio no es automáticamente trasladable a la televisión. Grandes estrellas del éter se han estrellado en sus proyectos televisivos. Javier Sardá, Pepe Navarro y Mercedes Milá son tres ejemplos de profesionales de radio que se adaptaron perfectamente al medio. Pero Encarna Sánchez, Luis del Olmo, Abellán.. hicieron ya su travesía del desierto y no llegaron al oasis prometido. La pequeña pantalla requiere el uso de códigos específicos, distintos a los de la radio. Brillantes periodistas como Iñaki Gabilondo o Miguel Ángel Oliver están padeciendo en vivo y en directo su inicial falta de adaptación al lenguaje televisivo. El uno y el otro pueden triunfar en Cuatro, pero necesitan arroparse de buenos conocedores del informativo de televisión y dejar de lado parte de la “radio televisada” que están proponiendo. 4. La innovación es bienvenida, pero requiere tiempo, mucho tiempo. Es terriblemente complicado empezar, simultáneamente, veinte, treinta programas nuevos. Producir es sufrir. Estrenar es sufrir. Los estrenos se pueden controlar si se realizan con cuentagotas porque la estadística es fatídica. Siete de cada diez nuevos programas en televisión fracasan o no llegan a los objetivos propuestos. Si se estrenan veinte programas de golpe, que no extrañe que el fracaso estadístico se incremente hasta un 80 o un 90 por ciento. Cuatro, como cualquier otra cadena, tiene su pequeño porcentaje de aciertos que Sofres ya está dejando ver en estos primeros veinte días de vida, entre los que figuran “Noche Hache”, “Channel nº4”, “Maracaná 05”, “1 Equipo”, “Cuarto Milenio”, “Todos contra el chef” y otros espacios que supera la media de la cadena.
Finalmente, un voto de confianza. En los quince años de competencia televisiva hemos asistido a muchas muertes y resurrecciones, a innumerables éxitos y fracasos basados en el trabajo, el rigor, la competencia y un chorro de talento y creatividad que la televisión de este país, a pesar de todos los pesares, tiene. Cuatro no tiene porque ser una excepción. Pasará el tiempo y se tomarán decisiones. Se cambiará la programación. Se crearán nuevos programas. Se retirarán los saldos y los fallidos. Se contratará a nuevos presentadores y aparecerán propuestas que tendrán el favor de la audiencia. Cuatro acabará encontrando su lugar bajo el sol. A pesar de los titubeos del recién nacido, desconcertado por la presión de vivir cada día, de una existencia complicada, acabará encontrando el camino correcto para competir en la jungla de los audímetros. Tres semanas, seis meses, no son nada. La segunda fase del reto de Cuatro empieza en enero, con el inicio del año, con –me imagino- una parrilla renovada, una nueva campaña de publicidad y criterios corregidos y mejorados sobre las intenciones iniciales. Y después se podrá volver a hablar del éxito o fracaso de Cuatro. De momento, toda la confianza para Fernando Bovaira, Elena Sánchez, José María Izquierdo –feliz recuperación!!-, Fernando Jérez, Leonardo Baltanás, Mariano Blanco y el centenar largo de personas que forman el núcleo principal de la cadena de Tres Cantos.