Especial Vertele

En la receta de 'MasterChef Junior 7', el secreto está en la masa

MasterChef Junior ya cocina su séptima edición en TVE. El talent de Shine Iberia ha arrancado los castings de su nueva entrega infantil con el reto de encontrar por séptimo año a un grupo de niños entre 8 y 12 años con nivel culinario y gancho televisivo que conquisten el próximo invierno a los espectadores del formato.

Un desafío que en la televisión de hoy en día puede parecer complicado, pues los programas rentables que logran encadenar edición con edición se cuentan con los dedos de una mano y su capacidad para sorprender se agota. Pero ahí está el superviviente MasterChef con un variado universo en el que el Junior ocupa un papel especial. ¿Y cuál es la clave? Pues en su receta, el secreto está en la masa.

En la masa como la mezcla perfecta entre dos sustancias en diferentes estados físicos que combinan a la perfección. Como el engranaje de un talent show que acumula 16 ediciones emitidas (con otras tres en camino), en las que la combinación entre un equipo rodado y un reparto virgen en la materia que ha dado buen resultado.

Un formato, además, que se retroalimenta con el paso de los años y de las ediciones, como evidencian las pruebas de selección de MasterChef Junior que se han celebrado este lunes y martes en Madrid. “Los primeros años nos venían con arroces y tortillas de patata. Ahora todo es más complicado, el que menos trae un tartar y usa sifones y kits de esferificar. Lo utilizan y lo controlan porque lo han visto en el programa. Es el propio MasterChef el que les ha ido preparando”, explica Esther González, directora de casting de Shine Iberia.

En la masa como agrupación numerosa. El equipo del talent show ha visto a más de 6.000 niños en el proceso de selección online, y a más de un centenar en cada una de las paradas presenciales. Una cantidad que la responsable señala como clave para poder encontrar cada año a las “joyas” que finalmente terminan participando. “Nuestro objetivo es que se apunten muchos niños al casting. También vamos a buscarles a escuelas de cocina y campamentos de MasterChef para tener el máximo número de candidatos, y una vez que les tenemos intentamos elegir a los mejores para conseguir la mayor variedad de caracteres”, cuenta.

Esa búsqueda, no obstante, no va condicionada por el objetivo de dar con un perfil diferente y concreto cada año. Así lo explica González: “No hay dos personas iguales, y si hablamos de niños se acentúa. Cada edición nos aparecen auténticas joyas en cuanto a lo insólito (...). Nunca buscamos un niño rockero, el niño de repente aparece. Esto es una máxima de casting. El año que buscas al rockero te sale el monaguillo. Nunca sale lo que buscas, el bueno es otro”.

Los aspirantes, la base de la receta de 'MasterChef Junior'

Y esta es la masa madre, la base de MasterChef Junior: los minichefs. En las pruebas de Madrid se han dado cita cerca de 150 aspirantes a ponerse a las órdenes de Jordi, Pepe y Samantha. Unos llegan desde localidades cercanas a la capital. Otros, como la pequeña Ariadna de 9 años, han recorrido más de 600 kilómetros desde Barcelona con su tupper de arroz con pasas y nueces en la maleta.

Paula, de 11, ha cogido el coche con sus padres a las 4 de la mañana en León para colocarse la primera de la fila. Gus, el portuñol del casting, lo ha hecho desde Zaragoza con los nervios y la ilusión de convencer a los jueces con sus Pastéis de Belém y cambiar la cocina de su casa por el plató de TVE.

“Desde muy pequeño empecé a ayudar a mi madre en la cocina. Luego hice un curso y le pedí participar en MasterChef”, nos cuenta este aspirante de 9 años. Héctor, de Madrid, se apuntó al campamento del programa como premio a haber aprobado el curso. Y de ahí a los castings. “He aprendido a hacer brownies”, dice emocionado antes de entrar en la sala de cata.

A Juan, Carlota y Gabriela les costó más convencer a sus padres para apuntarse, pero han terminado implicándose al máximo en su camino a MasterChef. También el cuarto hermano, de 4 años, que espera que en los próximos años llegue su turno con el delantal colgado del cuello. “El año pasado lo intentamos pero este año sí nos han dejado. Ya hemos practicado más”, nos cuentan.

Lo mismo que Ainhoa y Adrián, también hermanos, que están deseando entrar juntos para poder “vivir la experiencia”. “Llevaba muchos años pidiéndoselo a mi madre, pero me decía que esperase un poco más”, explican.

Con más o menos timidez, estos aspirantes se muestran dispuestos a charlar ante las cámaras y lucir sus recetas, dejando ver su potencial para convertirse en los nuevos Jefferson, Covadonga o José Antonio. Pero no es su desparpajo lo más importante para el equipo de casting. “No elegimos a los niños porque sean personajes para televisión. Estamos obligados a que la razón fundamental para que lleguen al programa sea la cocina. Dicho esto, es verdad que no podemos coger a niños a los que les suponga un sufrimiento enfrentarse a las cámaras. Este casting es un entrenamiento, cuando hablan con los culinarios y vemos que solo quieren irse con su madre o su hermano que están fuera, pensamos que quizás no es su momento”, explica Esther González.

Solo será el momento para 16 afortunados, que serán seleccionados en un casting final próximo. El resto se irán a casa con la experiencia y con la motivación de probar suerte otro año. Al menos así lo espera el equipo, que trabaja desde el principio con previsión para que no lo sientan como una derrota. “Desde que les mandamos la documentación para que vengan les explicamos cómo es el proceso, que no todos van a recibir cuchara, que lo más importante es participar, que quien decide no hacerlo se está perdiendo parte de la vida, y que haber sido elegido entre los mejores ya es algo muy divertido y muy grande. Encima el año que viene también pueden participar. Les animamos a que perseveren, que se presenten y a que acepten la no victoria, que eso es la vida”.