Matar al padre, la miniserie de 4 capítulos dirigida por Mar Coll, llega a Movistar+ el próximo 25 de mayo.
Una de las producciones con más alma de las que ha hecho Movistar+ (de eso ya te advierten los títulos de crédito que bailan al ritmo “viejo” de Piero) e interpretada por un sublime Gonzalo de Castro que es uno de los mayores aciertos de casting del año.
Nos sienta a la mesa de la que podría ser la casa de la familia Simpson de carne y hueso. Con un estrafalario pero enternecedor padre como Homer, que sería Jacobo Vidal. La comprensión infinita de una Marge moderna y hippie, que es Isabel. Un hijo que siempre busca la aprobación paterna, como Bart, en este caso Tomás. Y una hija que parece ser la única con los pies en la tierra, como es Lisa, aka: Valeria.
Jacobo Vidal, “viejo mi querido viejo”
La serie gira entorno a Jacobo, el padre. Un hombre que cuando de niño rozó la felicidad al tener a un perro como compañero, su propio padre se encargó de arrebatársela para que aprendiera que la dicha dura poco. Lección aprendida y el niño creció temiendo cualquier cercanía a la alegría, por si en algún momento se convirtiera en tristeza. Esa es la amarga filosofía de vida que Jacobo intenta transmitir a todo su entorno para protegerlo, pero estos, lejos de atenderle, se rebelan para que su pesimismo no les impregne.
Si no conociéramos a Jacobo, pensaríamos que es un amargado, maleducado, testarudo y tan negativo que saldríamos corriendo de su lado. Pero por alguna razón, después de los cuatro capítulos, ese personaje inaguantable se abraza al corazón quedándose con un trozo.
Como el eterno Homer, que por más decisiones imprudentes que tome, sigue ocupando el número uno de las encuestas de los padres soñados en el mundo. Y es que a un padre, aunque haga las peores cosas, si es por el bien de la familia (o eso crea) se le perdona todo.
Tomás y Valeria Vidal, la herencia de un padre
Tomás y Valeria son el ejemplo de cómo un padre puede influir en la vida de sus hijos. Él busca desesperadamente la aprobación del hombre que le dio la vida, sin darse cuenta de que en ese camino sin salida, la está tirando por la borda.
Finalmente, encuentra su propia felicidad acompañando a otras personas en su vuelo hacia la libertad, algo que él, con ese padre, nunca ha saboreado.
En la otra orilla totalmente opuesta está Valeria, que planta cara a su progenitor, le pone un espejo delante y es la única que logra algo de afecto por su parte. Quizá porque ella, automáticamente lo rechaza, y si algo le gusta a Jacobo es llevar la contraria.
Dos hermanos criados por los mismos padres que han aprendido a sobrevivirles de forma completamente diferente. Como hacen Bart y Lisa, pero en esta ocasión, envueltos por la realidad dramática que les han escrito.
Isabel, ¿pero cómo aguanta a ese hombre?
Es lo que todos nos preguntamos constantemente al ver el matrimonio de Isabel con Jacobo. ¿Cuántas veces nos habremos hecho la misma cuestión con infinidad de parejas que hemos conocido? Como con Homer y Marge… pero ahí siguen, porque la diferencia entre realidad y ficción es que esta última debe tener sentido.
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En definitiva: es la historia de un antihéroe al que quieres lejos, pero tras cuatro capítulos descubres que lo tienes más intrínseco de lo que creías. De esas miniseries que se agrandan con el paso del tiempo. Nuestra Olive Kitteridge