“A mí no me acosa nadie si no me dejo” se escuchaba decir a algunas mujeres en los informativos de 2001 que cubrían el primer caso de un político denunciado por acoso sexual. Era el 'caso Nevenka', porque si en aquellos entonces se culpaba a ellas de ser asediadas, también aparecía su nombre en las portadas en vez de poner el foco en el de ellos.
Nevenka Fernández se convirtió en la primera mujer joven que daba el paso de denunciar esta situación. Acusó a Ismael Álvarez, su jefe y alcalde de Ponferrada, de hacerle vivir “una película de miedo”. Lo hizo a sabiendas de que la sociedad aún incluiría más escenas de terror al film porque ni el #MeToo, ni el “No es No” había impregnado nuestras vidas.
Una historia que se estrena en Netflix este 5 de marzo, en formato documental de tres entregas, tras la que está Ana Pastor con su productora Newtral y que nos hace reflexionar sobre todo lo que hemos aprendido como colectivo y el camino que aún nos queda.
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Una chica joven y un político “mujeriego”
Nevenka cuenta con el valioso testimonio de la propia protagonista, que narra los hechos 20 años después, aportando pruebas, recuerdos y emociones que ni el tiempo ha podido controlar. Ella, junto a periodistas, políticos, escritores y otros testigos narran los hechos que acabaron convirtiéndola (a su pesar) en una de las víctimas de acoso sexual más mediáticas de nuestro país.
Presentan al espectador a los dos personajes principales: una chica de 25 años recién licenciada con ganas de “trabajar para su ciudad” que entra en el ayuntamiento de su pueblo como concejala del PP a petición de los jefes. Y al alcalde de Ponferrada, un hombre adulto, casado, con “fama de mujeriego” en una ciudad que “vivía a su son” y que se encaprichó de la joven.
Con esas dos figuras el documental recrea la relación entre ambos que empezó como una amistad, continuó con un breve romance, y acabó convertida en un infierno cuando ella quiso cortar en contra de los deseos de él.
Lo que hemos ganado
“Ella no sabía que estaba siendo acosada” dicen en el primer capítulo y esa es la clave de todo el despertar que supuso para la sociedad Nevenka. A día de hoy, nos es mucho más fácil detectar un caso de acoso si un superior quiere quedar a solas, te hace regalos solo a ti, halaga tu físico y cuando marcas las distancias te manda mensajes amenazadores, con actitud agresiva y menosprecia tu trabajo. Incluso está la opción de denunciarlo. Pero en aquel 2001 no era así.
“El mensaje social que nos llegaba e incluso culturalmente aprendimos es que era culpa nuestra”, recuerda la propia Nevenka, que confiesa haber sentido “culpabilidad” por lo que estaba sufriendo y la “mayor vergüenza de su vida” cuando Ismael llamó a sus padres para criticar su trabajo y sugerirles que la metieran en un psiquiátrico “porque estaba loca”.
“Hija vete, porque te van a hacer la vida imposible” fue la respuesta de una madre que aún no sabía que la justicia podía estar de su parte, porque nunca había ocurrido antes.
Lo que hemos perdido
“Nevenka era un pez de colores caída en un mundo de gente misógina, un mundo de hombres en el peor sentido de la palabra”, define Juan José Millas en una de sus intervenciones en el documental. Despertando con esas palabras la sensación de que por mucho o poco que haya cambiado ese mundo, aún seguimos en él.
Lo demuestra el final de esta historia. Aunque la justicia condenó a Ismael Álvarez a pagar una multa de 24.000 euros e indemnizar a su víctima con 12.000 euros, en realidad ella perdió. En realidad perdimos todos. Perdimos a una economista preparada, con ganas de mejorar su ciudad, de hacer política, de renovarla, tanto que cambió nuestra sociedad sin saberlo. Sin embargo, tras la denuncia le fue imposible encontrar trabajo y a día de hoy reside en Reino Unido. Mientras, Álvarez volvió a presentarse a las elecciones municipales y fue la tercera fuerza política más votada.
Otro ejemplo de pérdida para nuestra sociedad es la larga lista de actrices que acusaron a Weinstein de intentar violarlas, que está repleta de nombres desconocidos que nunca sabremos si tenían talento pero él les cerró las puertas de la industria. El propio Peter Jackson confesó que el depredador le pidió no contratar a varias de ellas por no cumplir con sus deseos sexuales.
En definitiva, Nevenka es un documental necesario para no olvidar de dónde venimos, lo que hemos aprendido, y lo que nos queda por andar si no queremos seguir perdiendo a nuestros “peces de colores”.