Cuatro lleva ya una semanita en antena y se desliza peligrosamente por el filo del seis por ciento de cuota de pantalla. Es cierto que sus promotores se curaron en salud y semanas antes del estreno dijeron conformarse con esas cifras. Con la boca pequeña, claro. Pero es igual de cierto que los analistas corrigieron al alza esas previsiones para situarlas en no menos del doce por ciento desde el arranque. La singularidad del nacimiento de Cuatro, una recalificación de licencia por todo lo alto, permitía aquilatar los costes de emisión y ponerse en marcha con lo justo allá donde otros debían hipotecarse en aventuras tan arriesgadas como gravosas. Los esfuerzos de antenización y el trabajo de márketing ya estaban hechos. ¿Quién se va a negar a recibir Canal + gratis?, se preguntaba la vicepresidenta De la Vega meses atrás. Este cúmulo de beneficiosas circunstancias hacía posible fijar el punto de equilibrio del negocio muchas marcas de «share» por debajo de lo que el mercado hubiera exigido a otro operador. Pero nunca por debajo de la decena.
En audimetría, para una cadena con cobertura nacional -La 2 es otra cosa-, se desprecia cualquier dato por debajo del diez por ciento de «share», teniendo en cuenta que sólo el número de espectadores que durante los cortes publicitarios migran de una emisora a otra supera esa cifra. Esto es, cuando Antena 3 y Telecinco ofrecen anuncios en horario coincidente -casi siempre en «prime time»- ambas emisoras liberan en torno a un doce por ciento de cuota de pantalla que huye de los espacios comerciales. Es por ello por lo que en términos cualitativos -para vender publicidad- y cuantitativos -sirven para lo mismo- no se estima la fidelidad de bloques de audiencia inferiores al diez por ciento.
Habrá que esperar a que haya una rejilla en condiciones -qué es eso de rellenar la mañana con reposiciones y la tarde con majaderías-. Cuatro es hoy Gabilondo y tres cositas más. Y eso no basta para jugar en las ligas mayores de publicidad, que es de lo que se trata.