Son muchas las familias que aprovechan las noches de verano para reunirse frente al televisor y descubrir que la oferta está repleta, únicamente, de cine. No hay casi estrenos de entretenimiento, nuevos programas por descubrir, mucho menos realities, ni series en abierto que desembarquen en época estival.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué justo cuando tenemos más tiempo para ver televisión sin madrugar al día siguiente, es cuando menos ofertas atractivas nos encontramos? Es una de las preguntas más repetidas en verano y la respuesta tiene más lógica de la que podría parecer.
Se argumenta a partir de tres claves que llevan a las cadenas a apostar por dicha parrilla de películas y refritos, año tras año.
Menos espectadores frente a la TV: baja el consumo
Suben las temperaturas, se acaban las clases, llegan las vacaciones y, como es lógico, cambian los hábitos de consumo de los espectadores. Ya no estamos al mediodía delante de la pantalla para comer viendo las noticias, o por la noche acabamos de cenar y sintonizamos un último programa antes de dormir. Los días estivales pillan a muchos pasando sus días en playas paradisíacas, caminando por la montaña y cenando en cualquier lugar apartado de la civilización. O simplemente en la calle, aprovechando el buen tiempo.
Por todo ello el consumo televisivo disminuye, hay menos espectadores frente al televisor y éste tiene mucha menos audiencia. Lo refleja claramente el informe anual que hace Barlovento sobre el consumo mensual. A continuación los gráficos de 2018 y 2019:
En ambos años se refleja cómo en julio y agosto se desploma el consumo televisivo, empezando a remontar ya desde septiembre para alcanzar su pico con el frío de noviembre, diciembre, enero y febrero. Es decir, cuando las rutinas diarias se retoman tanto para los más pequeños como para los adultos, y también para las cadenas que ya están en plena nueva temporada televisiva.
Si los espectadores no ven la TV, la publicidad no se anuncia en ella
Al haber menos espectadores frente a la pantalla, son muchos los anunciantes que retiran sus marcas para esperarse a la nueva temporada y volver a promocionarse cuando haya más gente frente al televisor. Por lo que, para seguir manteniendo los mismos cortes de publicidad, estos huecos son más baratos y, aunque seguimos viendo anuncios, las cadenas ganan mucho menos dinero.
Sin grandes marcas que paguen grandes cifras, la televisión deja paso a una publicidad veraniega que es más “barata”, y que impregna tanto las producciones que le acompañan como las apuestas de programación para tales meses.
Algo que, además, este año se ha agudizado con la crisis sanitaria del COVID-19 en el que la publicidad ha caído ante una población confinada y sin poder consumir como lo hacía antes, y con las empresas entrando en “modo ahorro” por la previsible crisis que está por llegar.
Menos espectadores + menos publicidad= oferta más barata
Por lo que las cadenas se enfrentan a dos meses con menos espectadores viendo su oferta y con una publicidad que paga mucho menos dinero que el resto del año. Todo ello baja la rentabilidad, las ganancias que obtienen, el interés que generan y al final las cadenas deciden emitir sus contenidos más baratos y eficaces.
¿Cuáles son esos contenidos buenos, bonitos y baratos? Las películas que ya tienen en catálogo. A veces ya emitidas y otras por estrenar, con actores más o menos conocidos, argumentos atractivos y títulos llamativos, llenan sus noches de verano con el séptimo arte. Porque es un contenido ya comprado, ya amortizado, que logre el resultado que logre será una ganancia.
Sin olvidar que los refritos, las repeticiones de programas ya emitidos durante el curso, también es otra de las opciones por las que apuestan varias cadenas. Pero, sin duda, en época estival, la opción más rentable para la pequeña pantalla es tirar de la gran pantalla.