Que Ryan Murphy es uno de los showrunners más influyentes del panorama seriéfilo actual norteamericano está fuera de toda duda. Su versatilidad y habilidad para combinar sensibilidades en torno a los tópicos de siempre –semimodernizados-, pero también apostar por la ruptura con lenguajes puramente actuales, le ha valido una posición privilegiada en la industria.
No en vano, él es el responsable de títulos tan absolutamente dispares en objetivos, target y atractivo como Nip/Tuck, a golpe de bisturí, Glee, American Horror Story, American Crime Story o Feud. También de films de discutible calidad como Come, reza, ama y de dramas tan sólidos como The Normal Heart.
Casi a la par que 9-1-1, serie de acción que también lleva su sello, se estrena en HBO España Pose, su último trabajo. Retrato del Nueva York de finales de los ochenta y la escena sociocultural que ardía entonces. Una en la que se daban la mano el auge económico que aupó a la cima a Trump, y el de la cultura ball en espacios de celebración y libertad para la comunidad LGBT+.
Ballrooms y celebración de la diversidad
En el episodio piloto, casi como presencia narrativa que aparece para poner los puntos sobre las íes en las intenciones de la serie, el personaje a quien da vida Mj Rodriguez cuenta su historia: cuando era adolescente, se maquillaba, se vestía con ropa de mujer y se escapaba de casa mientras sus padres dormían, para a vivir la vida en los mejores balls de la ciudad. Un día, con una sonrisa de complicidad, su madre le dijo que no le tomase el pelo, que había visto a la jovencita que salía y entraba de su habitación por las noches. Que a ver si un día se la presentaba. “Madre, no era ninguna mujer desconocida, era yo. No soy gay y no soy alguien inmoral… lo que soy es una mujer. No soy tu hijo, sino tu hija”, confiesa Blanca prácticamente hablándole a la audiencia.
Pose ha hecho historia en cuanto a representatividad e inclusividad LGBT+ se refiere. Según publicaba The New Yorker, la serie cuenta con 108 miembros trans entre el equipo y el reparto, también entre quienes dirigen la serie, amén de 31 personas pertenecientes a alguna de las demás letras del colectivo LGBT+. Lo que vendría a significar que se trata de la serie con más personajes trans de la historia. También la que cuenta con más personas implicadas en el movimiento por los derechos y la igualdad en la diversidad afectiva y sexual en la televisión actual.
Datos que vienen a avalar que Pose significa algo más allá de sí misma: es un drama que hilvana con habilidad realidades muy alejadas del foco cishetero, y lo hace con el lenguaje audiovisual absolutamente mainstream que el creador de Glee maneja al dedillo. Es una serie que, con sus más y sus menos, compite en la liga de ficciones actuales situando en el centro del tablero discursos hasta hace nada marginales.
Murphy, además, está donando todos los ingresos de la serie a comunidades trans norteamericanas porque considera que con ello se mantiene fiel al espíritu reivindicativo de la serie. No quiere ganar dinero con Pose, quiere utilizarla como instrumento normalizador. “Es entender la televisión como herramienta apoyo”, decía el creador en Vanity Fair.
Todo narrando con seguridad y en formato de drama musical, la historia de una generación queer y negra que, en 1986, encontraba en los ballrooms y la escena underground neoyorquina un espacio de expresión cultural sin precedentes. Celebraciones festivas, competiciones de baile y desfiles de moda en los que la comunidad LGBT+ expresaba sus voluntades e inquietudes.
Todo sin dejar de mirar al presente: Pose realiza una pirueta ciertamente sorprendente apuntalando su discurso sobre la política norteamericana retratando los inicios de la opulencia de Trump y sus lugartenientes.
De ahí que la nueva creación de Ryan Murphy sea algo más que una serie. También que juzgarla solo en su plano formal y narrativo, en su perfecta dicción o en su tartamudeo, sea quedarse corto. Pero si asumimos su valor extra-ficcional, Pose no solo se nos presenta como una celebración emocional y disfrutable de la diversidad, también una ciertamente efectiva.
De Paris is Burning a Glee y tiro porque me toca
Paris is BurningGleeCabe decir que hay poco en Pose que sorprenda. Sus referencias se rastrean no solo en la carrera de Ryan Murphy, ni siquiera en determinados puntos clave de la ficción LGBT+, sino también en algunas de las ficciones que transitaron la misma época en la que se ambienta la serie.
Paris is Burning, el documental de culto de Jennie Livingston, es el referente esencial. No solo porque se capte la misma escena cultural underground y retrate al mismo colectivo. También porque, como aquella, Murphy se permite explorar los conflictos de raza y clase social norteamericanos de finales de los ochenta.
Por eso, no nos sorprende encontrar en ella ecos de ficciones a priori alejadas en espíritu de Murphy, como pueden ser La hoguera de las vanidades de Brian De Palma, Armas de mujer de Mike Nichols e incluso cierta escena que recuerda sobremanera a El lobo de Wall Street de Scorsese.
Todo, eso sí, filtrado por los gustos nada disimulados de su creador, fan confeso de Fama -la película y la serie-, que vuelve a verter aquí el nervio en las escenas de baile y musicales que pudimos apreciar en Glee. A lo que cabe sumar el gusto por la puesta en escena y la iluminación decadente oscuramente kitsch de Feud.
Pose no inventa nada. No innova ni en su tono ni en su apuesta visual. Tampoco pretende ser una visión realista de la cultura ballroom, ni de la lucha de la comunidad LGBT+ en manifestaciones a pie de calle, ni de la batalla mediática, social y política contra el sida. Sin embargo, funciona como lo que es: una celebración melodramática, glamurosa y festiva de la diversidad.
“Que se te haya ocurrido una idea no significa que la sepas ejecutar como es debido”, advierte Elektra Abundance, el personaje de Dominique Jackson, en el primer minuto de la serie, “las ideas son los ingredientes, pero solo una madre sabe cómo prepararlos”. Como si se mirase en el espejo, la madre absoluta de Pose es Ryan Murphy y, saboreando lo que propone, se puede decir que muy pocos sabe preparar platos tan estimulantes como los suyos en el panorama televisivo actual.