Desde el estreno de La Resistencia en febrero de 2018 los guiños con El Hormiguero han sido continuos. Aún más acentuados con la creciente popularidad del late de Movistar+ y el fichaje de Antonio Resines por ambos.
Es habitual escuchar a David Broncano preguntar con retintín al actor cómo le ha ido en su sección con Pablo Motos. Como también es casi ya un clásico que ambos presentadores se manden recados y regalos con segundas.
Porque aunque ninguno compita en la misma franja, ni tenga el mismo público, son dos espacios diarios de entrevistas, conducidos por un presentador que sí tienen aspectos que envidiarse…
La audiencia y las redes sociales
Es indiscutible que la audiencia de El hormiguero la querría cualquiera. El programa de Antena 3 es líder de su franja en muchas ocasiones y en su temporada número 14 aún sigue batiendo sus propias marcas.
Algo que no podemos decir de La Resistencia ya que la plataforma no hace públicas sus cifras, pero al ser de pago son números que no pueden compararse.
Una situación que también se refleja en las redes sociales de cada uno: mientras que es difícil que pase una noche en la que alguien no sepa quién es el invitado de Motos al verlo entre los trending topics, el de Broncano suele pasar desapercibido porque ni siquiera formulan un hashtag para la ocasión.
Como si quisieran hacer honor a su título y se “resistieran” a hacer autopromo, tampoco el presentador aprovecha sus más de 600.000 seguidores para informarles de lo que preparan para la entrega del día. Una oportunidad perdida para que los rezagados se unan a la entrevista y que nuevos espectadores potenciales descubran el formato.
La intimidad y sus preguntas
Pero lo anterior podría responder justamente a una preferencia del equipo de Movistar+ por la cercanía que da el nicho, antes que por la proyección que conllevan las grandes masas.
Porque lo que logra La Resistencia con sus invitados, es algo inconcebible para El Hormiguero: la intimidad. Los invitados se sientan frente a Broncano como si hubieran quedado para jugar a la Play con un colega en casa mientras comentan el resultado de su equipo, cuándo tuvieron sexo por última vez y el dinero que tienen ahorrado.
Preguntas que si las hiciera Motos incomodarían (como le incomodó al propio Broncano cuando tuvo que responderla en Antena 3), y sin embargo en el escenario del Arlequín emanan con naturalidad.
Invitados de primer nivel (pero con intereses)
Por ello, hay invitados que visitan a Broncano sin tan siquiera tener algo que promocionar: “Es que me apetecía verte”, decía Amaia Romero, o el mismo Gerard Piqué se ha autoinvitado a “Ca Broncano” para proponerle otra quedada deportiva de forma esporádica.
En cambio, al hogar de Motos la mayoría de las visitas llegan con una promoción bajo el brazo. Porque aunque el espacio de Antena 3 no es tan acogedor (ningún lugar lo podría ser con tantísimas cámaras enfocándote) sí que logra a los invitados de primer nivel – de cualquier área- con la garantía de ser lo más visto del día.
Por esos intereses tan distintos, El Hormiguero siempre tendrá invitados que nunca pisarían La Resistencia y viceversa (quizá por eso mismo, Pablo Motos nunca ha visitado a Broncano y sí al revés).
El nivel de exigencia
Las altas audiencias, el deseado prime time y los exquisitos invitados de Motos se convierten en ese gran poder que conlleva una gran responsabilidad. Sus entrevistas se analizan con lupa por el amplio abanico de espectadores a los que tiene que contentar y por supuesto, por el propio entrevistado.
Tiene que cumplir con los minutos de promoción, de preguntas de cortesía y con el tono amable que requieren esas visitas. A la vez que debe lograr los titulares que interesen tanto a los seguidores como a los detractores del personaje.
Y aunque todo empezó con un “hoy viene a divertirse a El Hormiguero…”, la realidad es que ese nivel de exigencia encorseta las posibilidades de “diversión” (sobre todo las del equipo).
Muy distinta a la libertad de la que goza La Resistencia, exenta de (tantas) responsabilidades en el late de pago, dándose el lujo de tener también invitados minoritarios, siendo capaz de hablar del absurdo con ellos y de gastar segundos televisivos en silencio mientras mira el interior de una caja.
En definitiva, El Hormiguero y La Resistencia son dos formas de hacer y entender la televisión (y la vida) que siempre tendrán aspectos que envidiarse y aspectos de los que jactarse.