Con tan solo 20 años, Juliana ha vivido mucho. De origen italiano, se había mudado a vivir a Venezuela, para más tarde ir a Estados Unidos con una beca de tennis y volvió al país latino pero se marchó porque intentaron secuestrarla.
Así, desembarcó en España y ahora vive en Zaragoza. Aunque esta noche aparecía en el restaurante de First Dates con una idea muy clara de lo que quería encontrar y así se lo comunicó a Carlos Sobera: “Quiero un Cayetano”, señaló. Detallando que se refería a un chico “pijillo, educado, en plan que vista bien”. Y se lo cumplieron.
Por la puerta entró Pablo, un universitario veinteañero que se conformó con que le tildaran de “Cayetano” aunque se distanció de las connotaciones negativas: “El término no me gusta, pero sé que iba por alguien educado, pijo... que están bien”. Y no se cortó a la hora de alardear de economía: “No hace falta dinero para ir a la playa, y se tiene, pero no hace falta”. Además de coincidir en su gusto por el tennis y el pádel.
Eso sí, el joven se la devolvió mientras cenaban y ella preguntó varias dudas que tenía y él le respondió con un tajante: “No te preocupes que eres rubia”. Algo que no le sentó bien a ella: “Este tonto me está vacilando”, dijo en los totales.
Aún así, poco a poco se fueron conquistando. Ella le definió como “un ligón, que sale mucho de fiesta y encima estudia una carrera, eres un crack”. Mientras a él le gustó que ella quisiera casarse por la iglesia: “Para mí es importante que sea religiosa porque hay unos valores que se están perdiendo. Me gustan educadas, que no me aburra con ellas”.
Con tantas coincidencias, ambos quisieron continuar conociéndose: “Me gustaría seguir conociéndote pero de chill, en plan, poco a poco”, dijo ella. Y él se apuntaba: “Yo también seguiría con esta cita a otro sitio que me lo he pasado muy bien”.