First Dates es una mina de personajes curiosos. El programa de Cuatro presentado por Carlos Sobera recibe en su restaurante cada día a multitud de solteros que pretenden encontrar el amor. En esta ocasión, el protagonista es Antonio, un jubilado de 73 años de Ciudad Real que tuvo la oportunidad de conocer a Mari Carmen, una jubilada de 72 años de Burriana, Castellón, quizás quien pudo ser el amor de su vida. Sin embargo, ¿qué es más importante, el amor o los kilómetros? Esta es la razón por la que la cita no resultó fructífera.
Antonio admitió sentirse solo en la noche, aunque luego, con unos vinos y unas tapas en Ciudad Real junto con sus amigos, el sentimiento desaparecía. Sin embargo, a lo largo del día, después de comer y sentado en su tresillo, la soledad regresaba. Eso es lo que le llevó a pisar el restaurante de First Dates.
Después de varias parejas, y con tres hijos, el soltero acudió a Cuatro con el objetivo de encontrar una mujer y compartir el resto de su vida con ella. Admitió que le gustan las “mujeres rellenitas, con buenos mulos y un buen pecho” y en su camino se cruzó Mari Carmen, una soltera que le encanta viajar e ir al baile, y que tiene como prioridad encontrar a un señor que le acompañe en su día a día. Al ver a Antonio comentó que no sabía cómo estaría por dentro, pero que por fuera lo veía limpio, aseado y con unas cuantas condiciones que le gustaban.
La cena entre ambos
La cita comenzó con alguna que otra torpeza: Mari Carmen fue la primera en observar que la distancia entre Burriana y Ciudad Real era demasiada. Por su lado, a Antonio no le acababa de convencer el físico de esta: “No tiene buenos pechos, tiene lo que tiene”. Algo en lo que se fijó tanto el soltero que acabó percibiendo una cicatriz en el esternón de su cita, a causa de una válvula metálica. Resulta que Antonio también había sufrido una dolencia de corazón, específicamente un infarto. No es lo único que ambos tenían en común, ya que los dos solteros acudieron al programa en busca de alguien con quien sobrellevar la soledad de las noches en el sofá.
Antonio admitió que: “Ya no tenemos edad para andar jugando. Prisas y esas cosas del sexo, ha pasado. Con 30 y 40, encima del capó. Ahora son ya pastillas, que si esto, lo otro... Es complicado. Por la noche es muy triste estar solo”. Sin embargo, explicó que la distancia es un gran impedimento, aunque admitió que de joven no lo fue tanto: “Me he ido a Barcelona, a Bilbao, a Santander… a hincarla, a follar”. Ambos descubrieron que tienen gustos parecidos como el cine o el baile, siendo el soltero quien se animó a recordar sus años mozos en los que sacaba a bailar a todas y “arrimaba cebolleta”.
Hubo química entre ellos, pero los dos solteros vieron un impedimento para su amor la distancia que les separa. 400 kilómetros resultaron demasiado para ambos, y aunque Mari Carmen parecía dispuesta a ceder por su cita y le proponía seguir conociéndose, esto no entraba en los planes de Antonio. Él quiso dejar claro que le agradaba, pero la rechazaba porque “la gasolina está muy cara”.