El próximo mes de diciembre se cumplirán dos años del adiós de la marca Gran Hermano en Telecinco. GH VIP 7 fue la última edición que se emitió haciendo gala de todas las características del formato de éxito mundial que tantas alegrías reportó a la cadena.
La masiva fuga de anunciantes en el marco del caso de Carlota Prado obligó a Mediaset a buscar alternativas a su gallina de los huevos de oro y sacarse realities de la manga para cubrir su hueco. El Tiempo del Descuento y La Casa Fuerte fueron los primeros intentos por reconquistar a la audiencia nostálgica de encierros, pero ninguno rozó el éxito del “original”.
Ante tal panorama, Telecinco parecía que iba a dejar de apostar por sucedáneos con el anuncio, el pasado mes de junio, del inicio de la producción de GH VIP 8. Sin embargo, el miedo a no ver cerrados aún los procesos judiciales con el citado caso de abuso sexual hizo que la cadena retrasara el lanzamiento y quemara su último cartucho con Secret Story, un spin off del “ojo que todo lo ve” que tampoco se ha erigido como el reality de otoño que esperaban.
¿Pero qué ha provocado que este formato tampoco esté enamorando a la audiencia millonaria que sí adoraba a Gran Hermano?
Las insuficientes audiencias de 'Secret Story'
Para empezar, Secret Story no está obteniendo los datos de audiencia deseados (y vividos en otras épocas) para un reality de otoño. Siguiendo la tradición de otros formatos similares de la factoría Mediaset, la gala de los jueves se eleva como su emisión más vista en estas primeras semanas, con cifras superiores al 17% de cuota y un liderazgo que, salvo giro inesperado, no corre peligro por el momento. Sin embargo, el tirón actual de Secret Story en su “día grande” dista mucho de los potentes números de Supervivientes o las tres ediciones de La isla de las tentaciones.
Aun así, rinde mejor que el resto de días. Los domingos, por ejemplo, La noche de los secretos se queda muy lejos del liderazgo al verse ampliamente superado por las series turcas de Antena 3. Veremos si el reciente adiós de Mi hija, que se despidió el pasado domingo rozando el 30% en late night, permite al debate moderado por Jordi González mejorar sus cifras aprovechando su tardío final.
A su vez, la Cuenta Atrás de Carlos Sobera lidera los martes al beneficiarse de la baja competencia, pero sin alcanzar números brillantes ni gozar de la regularidad deseada. De hecho, esta semana Mediaset renunció a su habitual estrategia transversal de programar la gala entre Telecinco y Cuatro para emitirla únicamente en Telecinco en busca de una mayor audiencia para su cadena principal. Y lo consiguió, pues la gala anotó un 14.8% de cuota en su único tramo de emisión, superando en más de dos puntos a los dos tramos de la semana anterior.
Esto, sin embargo, no supuso un aumento significativo de espectadores para el formato, pero sí una mejora de share lo suficientemente importante como para maquillar sus datos. Algo que consiguió, además, en la noche más agitada de la edición, marcada por la expulsión disciplinaria de Sofía Cristo tras su agresión a Miguel Frigenti en pleno directo.
A la espera de ver el impacto que sucesos como éste tienen entre la audiencia, la realidad es que las cifras conjuntas de Secret Story sitúan al reality más cerca de La Casa Fuerte que del último GH VIP, que promedió un 24.1% de cuota y 2.469.000 espectadores en sus seis primeras emisiones.
La mecánica: ni secretos, ni historias
Cuando se anunció el lanzamiento de Secret Story se prometió un reality “donde los secretos marcan el ritmo de la convivencia”, pero eso no ha ocurrido. La adaptación del formato francés que lleva 11 ediciones ininterrumpidas en dicho país, con versiones en muchos otros territorios, en realidad ha llegado al nuestro como un “quiero pero no debo ser Gran Hermano”.
Con Zeppelin TV detrás, lo que ha acabado emitiéndose en Telecinco ha sido una variación mínima sobre la base del propio Gran Hermano. Con otro nombre y sin la voz del todopoderoso Súper. El resto es lo mismo, y ese es un gran error. Parecerse sin llegar a serlo siempre deja un aroma a complejo de inferioridad que repele al espectador, que no acaba de gozar del regreso del primogénito, ni de las mieles de una novedad.
Los secretos, que podrían ser la gran baza de una mecánica rompedora, son muy secundarios para el programa y solo se habla de ellos en momentos muy fugaces de la gala, dejando los careos para las Últimas Horas de la tarde, donde quedan escondidos. Cuando alguien es expulsado, se revela sin más y pasan a otro tema. Lejos de ahondar en esa “historia secreta” que podría dejarnos pegados al sofá con ganas de descubrir las del resto.
Y mucho menos esos secretos marcan el ritmo de la convivencia, como se prometía. Eso lo hacen las discusiones, reconciliaciones y estrategias de nominaciones, como ya ocurría en Gran Hermano y, por lo tanto, no aporta nada nuevo.
Un casting solo apto para fans de Mediaset
Lejos de señalar como un error que el casting sea high o low cost (que en ocasiones esto último ha cumplido el sueño de calidad-precio), el fallo que cada vez comete más Telecinco es caer en la endogamia de sus tramas.
Los culebrones con los que partían los concursantes de Secret Story eran todos fruto del universo Mediaset. Lucía Pariente y el odio a Miguel Frigenti por ser enemigo de su hija Alba Carrillo; los tres rostros de la cadena. Julen y Sandra con su historia inacabada; amorío famoso de la cadena. La reaparición de Bigote Arrocet tras su ruptura con María Teresa Campos; drama vivido solo en la cadena. Canales Rivera y su infidelidad con Cynthia Martínez; también explotada en la cadena. Isabel Rábago, Sofía Cristo, Fiama, Luis Rollán... son solo conocidos para el público de la cadena.
Solo Los Gemeliers y Chimo Bayo eran nombres que podían atraer nuevo público que sume a Telecinco, para no seguir dependiendo de unos espectadores que, o siguen a diario su retroalimentación de contenidos, o están totalmente perdidos en este universo. Del que, como es normal, acaban desconectando.
Dos realities a la vez: el empacho de la audiencia
Pero si los espectadores fieles de realities no estaban perdidos con las tramas de Secret Story, aún pueden lograrlo con la emisión simultánea de La última tentación. Los martes, jueves y domingos son para La casa de los Secretos. Eso sí, los martes empieza en Telecinco y sigue en Cuatro.
Los lunes, en el access hay Última hora de Secret Story con Lara Álvarez en Telecinco. Y a las 22:00 empieza El Debate de las Tentaciones, en Telecinco y después en Cuatro. Para, seguidamente, ver la casa de Secret Story en directo. Después, es el miércoles cuando a las 22:00 emiten nuevo contenido de las cuentas pendientes y las hogueras. Eso sí, a las 20:00 también hay Última hora de los Secretos con Lara.
La audiencia no puede saborear las tramas de La casa de los secretos. No le da tiempo a digerirlas. Ni a hacer teorías y debatirlas en las redes sobre ellas. Porque esa audiencia está agobiada por cambiar de canal cuando toca, por dar con el programa que quiere ver el día y la hora que justo lo emiten. Un popurrí de programación y tramas en Guadalix y República Dominicana que dificulta lo más importante de los realities de Telecinco: la desconexión y el entretenimiento de su público.
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