Aunque es obvio que, en el fondo, no tienen nada que ver, siempre resulta curioso analizar las batallas que se juegan dentro y fuera de la ficción en el panorama televisivo actual. Hace dos años, Netflix estrenaba la primera temporada de Ozark, un thriller protagonizado y codirigido por un esforzado Jason Bateman que pretendía recuperar el espíritu de las últimas temporadas de Breaking Bad sin demasiado éxito. Aunque la serie fue renovada, parece que la recepción crítica de la segunda temporada no mejoró las cosas. Pero poco después, HBO llegaba a la misma localización en la que se ambientaba aquella y decidía que iba a desarrollar ahí la nueva historia de su aclamada True Detective.
Puede que sea casualidad, pero tampoco cuesta imaginar a un ejecutivo de HBO diciendo: “Mira, así es como hacemos nosotros un thriller ambientado en los Ozarks”. Pues sabido es que la estrategia empresarial de Richard Plepler sigue apostando por la calidad frente a la cantidad del catálogo de su competidora, y que True Detective es el buque insignia de la intriga de la plataforma. Ni Counterpart, ni Heridas abiertas, ni Rellik, ni The Night Of han llegado a las cotas de expectación del fenómeno cultural que provocó la serie de Nic Pizzolatto en 2014.
Ahora, la cadena parece querer recuperar los ingredientes que crearon el culto: la nueva temporada de True Detective se mira en el espejo de la primera, captando su atmósfera opresiva y enrarecida, repitiendo fórmulas de montaje y aspirando a crear visualmente un universo semejante. Dejando que el peso dramático recaiga sobre los hombros de un Mahershala Ali que cuenta con el Oscar por Moonlight y recientemente el Globo de Oro por Green Book como avales para un papel realmente complejo. Y aunque nos guste, no deja de respirarse en ella un aire de fórmula repetida. ¿Es lo que esperábamos? O mejor: ¿Es lo que queríamos?
Esta nueva intriga sigue a Wayne Hays -Ali-, un detective de la policía de Arkansas y su compañero Roland West -un resucitado Stephen Dorff que llevaba prácticamente desde que trabajó con Sofia Coppola en Somewhere (2010) sin levantar cabeza-. Juntos investigarán un macabro crimen relacionado con la desaparición de dos niños en plena región de los Ozarks, en el Medio Oeste americano. Un misterio que calará en la vida de ambos, como una cicatriz sin cerrar a lo largo de tres décadas.
Nostalgia de un pasado demasiado cercano
Susan Sontag decía en el genial ensayo Sobre la fotografía que de la misma forma que “cuando sentimos miedo, disparamos, cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos”. La ensayista, fotógrafa y directora de cine defendía así que el acto de querer capturar un momento -cualquier momento-, era una expresión de melancolía en sí misma, rendición ante un pasado que no va a volver.
Con True Detective III, Nic Pizzolatto parece querer retratar la serie que hizo en 2014. Volver a recrear el fenómeno que generó y repetir la jugada. Y, a juzgar por los dos primeros episodios, esto puede ser debido a dos reacciones complementarias: o bien ha apuntado todo aquello que no gustó de la segunda temporada para contentar con esta tanto al fan como al crítico, o bien ha sufrido un ataque de nostalgia de una ficción que se emitió hace apenas cinco años. Ambas opciones dan algo de vértigo.
Bien es cierto que la segunda temporada, protagonizada por Colin Farrell, Vince Vaughn y Rachel McAdams, fue una decepción para muchos. Puede que fuese por el radical cambio de ambientación -del thriller rural pasábamos a la intriga puramente urbana-, por un tempo mucho más acelerado, o por el desarrollo de unos personajes que, a medida que avanzaba la trama, más obstusos y difíciles de comprender se volvían. Pero fue sincera consigo misma al menos en un objetivo: pretendió sorprender a propios y ajenos... y así lo hizo. Para mal, pero lo hizo.
En este sentido, es muy difícil que la temporada que encabeza Mahershala Ali consiga sorprender, porque no parece aspirar a eso. Quiere asemejarse a una serie que ya hemos visto y cuyo recuerdo sigue vivo en la memoria de muchos fans.
Si “toda nostalgia encierra, explícita o implícitamente, una defensa del conservadurismo”, tal como decía el periodista cultural Noel Ceballos en Internet Safari, y si analizamos las formas, contenido y objetivos de True Detective III, podríamos estar ante uno de los ejemplos más claros de ficción conservadora de los últimos años.
Con todo, tampoco es que al ver los primeros capítulos de esta temporada nos ahogue una sensación de déjà-vu. Aunque cabría preguntarse si el futuro de la ficción televisiva pasa por ciclos de nostalgia cada vez más cortos, True Detective III tiene suficientes elementos atractivos como para ser una de las series imprescindibles del inicio de 2019.
Era la atmósfera, Nic
Una de las cosas que jugaron a favor de la primera temporada era que la totalidad de los episodios estaban dirigidos por la misma persona. Parece una tontería y, de hecho, la mayoría de series de televisión de la actualidad no siguen este patrón. Sin embargo, la unidad autoral que ofrecía la experiencia de la True Detective original estaba íntimamente ligada a la particular mirada de Cary Joji Fukunaga sobre el material de Nic Pizzolatto. Algo que el realizador ha vuelto a ofrecer en Maniac con otro registro distinto. Una serie para Netflix cuyo recibimiento no pudo ser más irregular pero que aquí reivindicamos como una de las series del año.
Sin embargo, en True Detective II metían la mano hasta cinco realizadores distintos -todos hombres-. Entre ellos Justin Lin, director de cuatro entregas de la saga A todo gas, John Crowley, principal responsable de la casi oscarizada Brooklyn que protagonizó Saoirse Ronan, o Miguel Sapochnik, realizador de episodios tan célebres como La batalla de los bastardos para Juego de Tronos. Una mezcla de miradas e intenciones que, si bien podrían haber cuajado sin ningún problema, no transmitían la misma conformidad tonal de la que partíamos.
Por suerte para todos, es algo que el arranque de esta nueva temporada no se permite: el encargado de dirigir los dos primeros episodios, disponibles desde hoy tanto en HBO España como en Movistar +, es Jeremy Saulnier. Para ser sinceros, se nos ocurren pocos nombres tan aptos en el panorama actual para suceder a Fukunaga.
Saulnier no solo es uno de los realizadores estadounidenses con más tirón en el circuito independiente actual, también uno que ha prestado más y mejor atención a la creación de atmósferas particulares. Ambientes absolutamente cautivadores que han proporconado algunas de las muestras más sinceramente rompedoras del thriller norteamericano de los últimos años.
En apenas dos episodios reconocemos en True Detective la atención por los detalles y el descarnado lirismo de Blue Ruin, la tensión constante y capacidad opresiva de Green Room, y la mirada al entorno como agente hostil propicio para la locura de la incomprendida Noche de lobos.
Todos estos elementos se entienden a las mil maravillas con el material de Nic Pizzolatto, y construyen un arranque sensacional que presta especial atención a una atmósfera que resulta, a todas luces, hipnótica. Así que no podemos por menos que lamentar la salida de Saulnier de esta temporada.
Iba a dirigir tres episodios pero se bajó del proyecto antes de terminar su cometido. Y por toda contestación, el realizador tuiteó: “Sin comentarios”. ¿Qué motivó su salida precipitada? Cualquier teoría es especulación, pero el caso es que su relevo lo ha tomado Daniel Sackheim, un realizador de más oficio que talento con un currículum extenso que va desde House a Jack Ryan pasando por Better Call Saul y -redoble de tambores-, la Ozark de Netflix.
Cuéntame un cuento
Un último apunte que, sin duda, abriría nuevos caminos por explorar en la serie de Nic Pizzolatto. En una escena que narrativamente podría pasar desapercibida del piloto, el personaje que interpreta Carmen Ejogo recita un poema de Robert Penn Warren. Es la profesora de un colegio público que, más tarde, tendrá un papel muy relevante en la trama. Dice así:
"Cuéntame un cuento. En este siglo, en este momento de locura. Cuéntame un cuento. Que sea de distancias y luz de estrellas. El nombre del cuento será 'Tiempo', pero no podrás pronunciarlo. Cuéntame un cuento. Que sea una historia bella".
Sin desvelar nada, este breve y bello momento añade una capa de interpretación a True Detective III que no podría resultarnos más estimulante. Su juego con el montaje, la débil memoria del detective envejecido que interpreta Masherhala Ali, y la cantidad de distintas interpretaciones que sobre un mismo hecho abarca la trama -que se extiende a lo largo de tres décadas-, podrían construir en los episodios que siguen, una reflexión en torno al tiempo y al recuerdo. Una que en buenas manos daría la consistencia a la trama que parece apuntar ahora, más allá de su excelente ambientación.
En este sentido, el aire de fábula tétrica no sólo le sienta genial sino que abre una senda que promete deparar sorpresas. Ojalá sea así, pues seguimos, en definitiva, dando vueltas a la nostalgia.