El pasado miércoles, 13 de diciembre, el MiM Series acogió una mesa redonda, en la que estuvo presente Vertele, donde Juanma Pachón, director de la asociación DIRIGE, congregaba a guionistas y cineastas de la talla de Juan Carlos Cueto (Médico de familia, Águila Roja), Manuel Ríos (Compañeros, Mis adorables vecinos), Gema R. Neira (Velvet, Gran Hotel), José Ramos Paíno (El Príncipe, El Comisario), Carlos Therón (Olmos y robles, El barco) y David Montoya (Física o química, El secreto de Puente viejo), para que debatieran los resultados de sus muchos trabajos y aportasen al proceso creativo su propio punto de vista.
¿Vale más una imagen que mil palabras?
Fue Manolo Ríos quien primero rompió el hielo con una curiosa anécdota. El guionista y director explicó que, en su caso, no siempre una imagen era más importante que las palabras: “Actualmente estoy trabajando en una serie que surgió de una imagen. Alguien me describió una imagen concreta, que era muy evocadora y también muy sencilla. Prácticamente el proyecto se vendió solo por esa imagen porque esta estaba realmente bien. El problema, claro, es que luego a partir de esa imagen hay que construir una trama de diez episodios”.
“Los inputs me vienen de imágenes”, comentaba al contrario Juan Carlos Cueto: “Me refiero a antes de escribir y de ponerse a diseñar”.
Para Gema R. Niera, las imágenes también cobran especial relevancia a la hora de desarrollar una historia: “Velvet, por ejemplo, nació de una imagen de unas galerías de moda de París”Velvet. Y a partir de ahí empezamos a divagar. Eso sí“, enfatizaba: ”que todo el mundo tenga una imagen en común de lo que queremos hacer es muy importante, por lo que empleamos imágenes para transmitir un tono, un color... que luego desarrollaremos con las palabras“.
“Una palabra puede evocar mil imágenes, y son los directores los que evocan esas imágenes”, hacía hincapié a su vez el cineasta José Ramos Paíno.
Guionistas en plató: ¿A favor o en contra?
“En la segunda temporada de Tierra de lobos teníamos unos problemas terribles que solucionamos poniendo un guionista en plató, el cual interpretaba las intenciones de un guion que muchas veces no da tiempo a estudiarlo bien en televisión”, explicó Cueto: “Nadie cuestiona la autoridad de un director en plató, pero hay que tener en cuenta que, cuando estás rodando una serie, consideró que un guionista puede ser una aportación para agilizar la marcha de la misma”.
Por su parte, Ríos se ha mostrado conforme con lo expresado por su colega: “En Compañeros también teníamos un equipo de guionistas en plató. Es muy útil porque estos ven muy rápido las cosas que han escrito. Es verdad que como el director es la autoridad en plató muchas veces, me hice director porque no me gustaban las cosas que hacían con algunos de mis guiones”.
“En todas las series que he tenido me he sentado con guionistas, pero no estoy de acuerdo en que estos estén en plató, sobre todo cuando hay muchos exteriores”, Paíno ponía la nota discordante en el debate: “Es decir, hay que hablar antes durante semanas, meses si quieres... pero siempre antes del rodaje, porque si no se arma la de Dios. Creo que un director es mejor de tanto que humildemente aprende y sirve a la historia, por lo que ha de saber desentrañar lo que han escrito e incluso lo que han dejado de escribir, pero no en plató. Hay que ponerse de acuerdo pero una vez que este llega, los guionistas han de escribir y ya está”.
En el caso de Montoya como director de El secreto de Puente Viejo, donde el ritmo de páginas diarias de guion alcanzan las 30 por día, “la relación con los guionistas es fundamental”: “Nuestro trabajo va a una velocidad de vértigo, por lo que es importante entender el libreto, así que trabajamos siempre con un guionista en plató”. En concreto, el cineasta aseguró que trabajaban con un equipo de hasta 12 escritores.
Therón ha explicado que siempre ha procurado “que guion y dirección estuviéramos muy cerca”, algo que considera muy importante porque, como Montoya, “en televisión, cuando vas a mucha velocidad, lees el libreto y, si está bien escrito, tiras para adelante. El problema, es que cuando tienes dudas tienes que resolverlas”. Por esta razón, el cineasta contempla que un guionista puede ser útil “si estás rodando una serie que no sabes lo que va a pasar dos capítulos después”. Sin embargo, considera que no tiene mucho sentido que pase lo mismo rodando una película, porque conoces y tienes claro el principio, el desarrollo y el final de la misma.
“Hay veces que tú, si has dirigido, notas, como guionista, que el director no ha tenido tiempo de hacer correctamente una secuencia”, añadía Ríos basándose en su propio bagaje: “También está el caso de que, por hacer un plano especialmente sofisticado, no cuidan lo suficiente a los actores. Eso me molesta porque han preferido ser director de realización que de la historia”. No obstante, también ha compartido el caso contrario: “En Sin identidad teníamos un momento donde dos actores se acostaban y hacían el amor. Vi esa escena con esos actores y pensé que ojalá no terminaran juntándose porque no pegaban ni con cola, y al final no lo hicieron. Fue un error de guion y el director se dio cuenta”.
El ego de algunos actores y la figura del coach
“Hay veces que los actores aportan cosas maravillosas al guion”, apuntaba Cueto, refiriéndose al hecho de que, en ocasiones, los intérpretes solicitan la modificación de los propios diálogos e, incluso, de partes del guion porque creen que no casan con sus personajes. En este sentido, Neira opina que “el problema con los actores es que ya veces hay una tendencia al cambiar por cambiar. Creo que se trata un poco de aportar y de respetar el trabajo de los demás”.
“Creo que todo personaje ya es definido por el actor. Cuando John Ford nos presenta a un personaje, se abren las puertas del salón y aparece John Wayne; él ya es el personaje. Pero entra otro, y ya es otro diferente”, afirmaba Paíno: “Ahora, como los intérpretes son otros, ganan mucho dinero y están sobrevalorados, tienen criterios sobre sus personajes. Aunque es verdad que a veces contribuyen a enriquecer sus propios diálogos”.
El cuanto a la importancia de la figura del coach de actores en un set de grabación, el director Paíno explicaba que le parecen “muy útiles... pero con los niños actores”. A su entender “los adultos ya tienen que ser actores desde el primer momento. Hay actores jóvenes muy buenos que se forjan en las diarias y cuando llegan a las semanales van muy bien. Pero un actor ha de ser un actor desde el momento uno, y dejarse de festivales, cafeterías y demás”.
No piensa lo mismo Montoya: “En el serial [El secreto de Puente Viejo] trabajamos con un coach de actores que para nosotros es muy importante. Muchas veces el coach trabaja junto al director. Además, ensaya con los actores que no han rodado todavía cuando los directores no podemos, que pasa muchas veces”.
Series eternas... ¿o con punto y final?
Finalmente, la mesa redonda finalizó con una amena diatriba, desde un punto de vista de producto a la par que profesional, sobre la decisión de alargar o no una determinada ficción que está siendo un éxito en audiencia: “A día de hoy, agradezco mucho los proyectos que se acaban porque, aunque pierdes dinero, creativamente están muy bien. También es muy apasionante que un proyecto pueda durar mucho, pero yo ahora mismo prefiero dos temporadas por proyecto”, aseguraba Ríos.
Neira, por su parte, valora que “cuantas más temporadas haces, más margen de beneficio tienes, pero ahora creo que está cambiando un poco el formato. Muchas veces no es tu decisión el acabar o seguir con una determinada serie. Con Velvet, la historia de amor se tenía que acabar ahí aunque estaba teniendo una audiencia brutal, pero encontramos el modo de seguirla: con un spinoff en Movistar+”.