Crítica
'Vamos Juan': menos política y mucha ruina en una secuela con el mismo gancho
Reír es el ejercicio más sano para el alma, más todavía en momentos en los que evadirse de la realidad resulta casi imposible por mucho que lo intentemos. El encierro ya empieza a pasar factura y las noticias del exterior no ayudan, pero es ahora donde el entretenimiento y la ficción pueden colaborar más que nunca.
Como un bálsamo en un frasco de cristal llega este domingo Vamos Juan, la secuela de la aplaudida sátira política Vota Juan. Tras dejarnos ver por la mirilla la mezquindad de la clase política en sus intentos por ascender hasta la cima, la serie de TNT y Mediapro mete ahora a Juan Carrasco en el barro para demostrarnos que hasta el más mediocre puede llegar lejos.
Esta nueva tanda de capítulos sitúa al personaje interpretado por Javier Cámara dos años después de donde le dejamos, pero en un lugar bien diferente. Ya no es vicepresidente ni ministro, sino un profesor de instituto de Logroño. Sin embargo, su ambición desmedida y sus ansias de venganza le llevan a reunir a su equipo para fundar un nuevo partido con el que poner contra las cuerdas a sus excompañeros en las siguientes elecciones generales, cueste lo que cueste.
Vamos Juan arranca su segunda vida con un concepto, el de ecdisis, que acompañará al protagonista durante toda la temporada. Juan Carrasco, al igual que la ficción, quiere mudar de piel, reinventarse. Pero por mucho que lo intente, él sigue siendo igual de ruin. Y la serie, por mucho que se aleje del Ministerio, sigue siendo igual de buena.
Lo que comenzó como una sátira de nuestros dirigentes es ahora una sátira de la vida misma a través de unos personajes que han tocado fondo y buscan remontar. Obviamente no se olvida de la política, que sigue envolviendo todo lo que ocurre en la serie, pero ya es casi lo de menos.
Diego San José y Víctor García León, a los que se ha sumado en esta temporada Borja Cobeaga, vuelven a dar una clase magistral de cómo hacer humor sin recurrir a los chistes ni a los diálogos forzados y exprimidos hasta el límite. Sus silencios y sus pausas funcionan mejor que cualquier chascarrillo, pues no hay nada más patético que lo que genera el propio Juan Carrasco.
Uno de los personajes mejor perfilados de nuestra ficción
Quien también da otra masterclass es Javier Cámara, que consigue, al igual que en la primera temporada, que empaticemos con un personaje tan indeseable y mediocre como los que podemos encontrar en nuestra clase política.
Javier y Juan son dos polos opuestos, pero en cuanto se enfunda el traje y se anuda la corbata logra que no veamos nada más que el reflejo de lo que tantas veces hemos imaginado que hay detrás de los que nos gobiernan. Es, sin duda, uno de los personajes mejor perfilados de nuestra ficción.
El fichaje de Jesús Vidal y el protagonismo de Esty Quesada, los grandes aciertos
Él es la estrella, pero no el único que brilla. Al igual que en la primera temporada, María Pujalte se enfunda magistralmente el traje de una Macarena que ya no tira de Juan, sino que se deja arrastrar y baila a su compás, aunque no le parezca buena idea.
Pero para idea brillante, la de incorporar a la causa a Esty Quesada y Jesús Vidal. La primera ya tomó la alternativa en Vota Juan, pero es ahora cuando cobra un protagonismo más que merecido. El papel de Eva no es más que una versión edulcorada de ella misma (o una rebajada de su personaje Soy una pringada), quizás por eso está tan fina en cada una de sus intervenciones.
En el caso de Vidal, es el revulsivo ideal para una temporada en la que Juan tiene que pelear contra sus propios prejuicios. Una lucha que deja secuencias tan incómodas como cómicas, sin más aderezo que las propias situaciones.
En momentos en los que la realidad supera a cualquier ficción, nada mejor que asomarse a un mundo paralelo (o no tanto) de la mano de una de las mejores comedias que podemos ver actualmente. Larga vida al humor.