Las segundas temporadas siempre son un reto. Presentados los personajes, sus conflictos y el universo en el que se desenvuelven, los guionistas han de hallar el equilibro entre la novedad y la continuidad. Entre ofrecer algo distinto para seguir sorprendiendo y hacerlo sin desdibujar aquello que funcionó durante la primera entrega.
En el caso de la segunda temporada de Vergüenza, que llega hoy a Movistar+, Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero demuestran ser como los mejores funambulistas: caminando sobre la línea con firmeza y sin caer hacia ninguno de los dos lados. También es cierto que su cuerda era más gruesa de lo habitual. Al fin y al cabo, la primera temporada solo tuvo 10 capítulos, menos de la mitad que una comedia americana al uso. Por tanto, la necesidad de introducir grandes cambios era menor. Y las ridículas situaciones reservadas para Jesús y Nuria demasiadas como para alterar su esencia. La misma que nos hizo compadecernos de ellos, y sobre todo, de los que presenciaban, cuando no sufrían, sus múltiples meteduras de pata un año atrás. Ahora, sin embargo, hay un importante matiz a tener en cuenta: Jesús y Nuria son padres.
Y es que la paternidad, como ya se introdujo al final de la primera temporada, es el eje vertebrador de esta segunda tanda. Pero lo es en su justa medida, sin acaparar todos los sudores fríos que la pareja protagonista nos “regala” en estos 6 nuevos capítulos. Lo fácil hubiese sido dirigir todo el surrealismo hacia la paternidad, pero no es el caso. De hecho, a uno le queda la sensación de que la nueva condición de Jesús y Nuria podría haberse explotado mucho más. Y se agradece que no haya sido así, porque de esta forma los personajes interpretados por Javier Gutiérrez y Malena Alterio han podido llevar su capacidad para hacer el ridículo por otros derroteros.
Una tanda más redonda y madura que la anterior
Aunque para ser justos, cuando más meten la pata es en su relación con otros padres primerizos. Principalmente con Guillermo (Jaime Zarataín) y Andrea (Marta Nieto), que representan el prototipo de pareja ideal. Guapos, modernos, inteligentes, triunfadores… Lo tienen todo, y eso llevará a nuestros protagonistas a querer ser como ellos, con las situaciones cómicas que esto nos dejará por el camino. Pero para desgracia de Jesús y Nuria, su realidad no se parece tanto a la de Guillermo y Andrea como a la de Ramón (Pol López) y Vanesa (Teresa Cuesta), una pareja tan zafia -incluso más- que ellos. Sobre todo él, que llevará al fotógrafo -ahora de platos de comida y no de bodas y bautizos- por dudosos caminos ambos se erigen casi en lo mejor de la segunda temporada. Especialmente con una secuencia en la que Javier Gutiérrez demuestra, si no lo hizo ya durante la primera entrega, que ha nacido para interpretar un papel como éste.
Y decimos que juntos son “casi” lo mejor de los nuevos capítulos porque cuando la serie se desata por completo es en el sexto y último, con Jesús y Nuria alcanzando unas cotas de vergüenza ajena que hasta entonces se habían mantenido en los estándares de la primera. Con la diferencia de que esta segunda es una tanda más madura que funciona mejor pese a su brevedad.
Esto no impide, sin embargo, que la acumulación de situaciones vergonzosas y la previsibilidad de algunas de ellas hagan que no todas funcionen igual. Ni que la relación entre las tres parejas de padres resulte un poco forzada. Aun así, estas imperfecciones quedan en meras anécdotas visto el resultado final. Y más aún cuando guion y elenco vuelven a ir de la mano, con cada intérprete asumiendo perfectamente su rol y, en algunos casos, como los del mencionado Pol López o Vito Sanz (Óscar), quitando responsabilidades cómicas a un colosal Javier Gutiérrez.
Lo que no quitan, ni ellos ni nadie, son las ganas de que Jesús y Nuria nos sigan dando más vergüenza tras esta segunda temporada. Si es que esto es posible.