'Las Abogadas' recordó la existencia de la licencia marital en España y el gesto de Cristina Almeida para tener autonomía

Elisabet Casanovas en 'Las abogadas'

Redacción verTele

El segundo episodio de Las abogadas de TVE sirvió para volver a dar visibilidad a las situaciones que se producían aún en la mitad de los años setenta en España con respecto a la mujer. La entrega, que sufrió en audiencias durante su segunda semana ante el cambio de estrategia de programación, abordó un hecho clave: la licencia marital.

De acuerdo al Código Civil imperante desde 1889 y hasta primavera de 1975, las mujeres casadas estaban bajo la tutela de sus maridos, asumiendo estos su representación y responsabilidad legal hasta que enviudaban. Para trabajar y percibir un salario, tener una cuenta corriente o para poder sacarse el carnet de conducir, habían de conseguir previamente el permiso de sus maridos.

En la serie esto se refleja en Las abogadas, a través de una circunstancia con la que se encontró Cristina Almeida, encarnada en la ficción por Elisabet Casanovas. La abogada estaba acostumbrada a poner denuncias en nombre de sus representados, pero al querer interponer una en el suyo propio, se encontró con la imposibilidad de hacerlo. “Este país es de locos. Para irse y no volver”, se queja ante el funcionario, que le indica: “Para viajar también necesita el permiso de su marido”.

La serie también muestra qué tuvo que ocurrir para resolverlo: el matrimonio formado por Almeida y por Jesús García Varela (interpretado por Javier Ariano) firmaban un poder notarial para devolverle a ella su autonomía y representación legal. “¿Usted se ha leído bien esto? ¿Seguro? Que no es que le dé permiso para comprar una lavadora, esto se le puede ir de madre”, le preguntaba el notario al marido, antes de dar fe. “Mi mujer va a hacer lo que le dé la gana, tenga mi permiso o no”.

La licencia marital, vigente hasta 1975

Este gesto que se ve en la serie ocurrió en la realidad, cuando un directores de prisiones de una cárcel de Jaén le impidió el acceso para entrevistarse con unos presos políticos. Al decidir denunciarlo al Juez de Guardia, quien le indicó que necesitaba la autorización de su marido al estar casada. La existencia de un libreto amarillo era clave entonces para que la mujer pudiera ejercer su autonomía ante cualquier trámite.

La tesitura de la mujer cambió el 2 de mayo de 1975, cuando se reformaron los artículos del Código Civil y el Código de Comercio sobre la situación jurídica de la mujer casada y los derechos y deberes de los cónyuges. Fue entonces cuando se devolvió la capacidad jurídica a las mujeres. Eso sí, la plena igualdad legal y jurídica no se completó hasta mayo de 1981, cuando se reguló la filiación de los hijos, la patria potestad y el régimen económico del matrimonio. Fue entonces cuando pudieron estar en igualdad de condiciones en términos de administración y bienes gananciales con respecto a los maridos.

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