El Festival de Cine de San Sebastián vuelve a servir como emplazamiento de excepción para los planes a largo plazo de Atresmedia con la ficción. Durante dos jornadas, el grupo de comunicación ha tenido sitio preferente en el certamen vasco, cada vez más abierto a las confluencias entre cine y televisión, con verTele como testigo. En el caso de La red púrpura, la esperada continuación de La novia gitana, esta premisa queda clara ya en el discurso de sus principales responsables creativos, que definen la producción en términos cinematográficos.
“Cada vez diferenciamos menos películas y series”, afirma Paco Cabezas sobre el mismo hecho de que el festival acoja producciones televisivas dentro de su programa. En el caso de la nueva adaptación de la saga literaria de Carmen Mola, el propio realizador reitera que “parece una peli” en cuanto a su factura y construcción. Sin embargo, quedarse solo con ese juicio es simplificar en exceso el valor que tiene una producción como esta que protagoniza Nerea Barros en el esquema de Atresmedia para posicionarse en el panorama como “héroe local” en sus propias palabras.
Junto a La red púrpura, el evento vasco también albergaba el lanzamiento de Camilo Superstar, la serie centrada en la producción de Jesucristo Superstar en España de la mano de Camilo Sesto. En conjunto, las dos series muestran la variedad que pretende reivindicar Atresmedia como rasgo de su faceta productiva, del thriller al relato histórico. Con la segunda, serán 12 las series estrenadas en 12 meses por parte del grupo a través de Atresplayer: “Somos la plataforma que más series hemos estrenado en este 2023. Es una apuesta muy decidida por la ficción, y por la ficción de calidad”, afirma Emilio Sánchez Ceballos, director de la plataforma, a este respecto.
La red púrpura, como extensión a La novia gitana, es también un ejemplo de su empeño por competir a lo grande en el mercado del streaming. Tomando como base las novelas del tridente creativo detrás de Carmen Mola (Agustín Martínez, Antonio Mercero, Jorge Díaz), la adaptación que hace de ellas en colaboración con Diagonal TV supone una franquicia de alto espectro que explotar por parte del sello OTT de la empresa audiovisual. Frente a una serie aclamada por la crítica y aupada en las premiaciones como Veneno, que también tiene pendiente descubrir su siguiente ramificación, Vestidas de azul, la presente apela al público amplio con una apuesta de género, el thriller, con vocación internacional a partir de marcados rasgos locales.
“Hemos cambiado muchas cosas de las novelas”
Con el estreno fijado para el domingo 8 de octubre, la confianza por el producto es plena, como demuestra el tono de la presentación en sociedad en el Kursaal. Apenas hizo falta que los directivos tratasen de embellecer el resultado; había actitud de victoria por adelantado con el estreno: “Es la mejor o una de las mejores series de este año”, afirmaba Montse García, directora de ficción de Atresmedia. Jordi Frades, productor ejecutivo a través de Diagonal TV, también hablaba con orgullo: “Es mucho mejor serie que la primera, estamos a un nivel espectacular”.
Cabezas, modélico promotor de sus proyectos, transmitía esa misma euforia en sus parlamentos. Incluso, antes de empezar la proyección en los cines María Cristina de San Sebastián del primer episodio, el sevillano solicitaba no quedarse solo ahí, y encadenar los siete siguientes para el público presente.
Sin miedo a meterse en charcos, reitera sin ir más lejos la reclamación de una categoría televisiva en los Goya: “El cine y las series son ahora mismo equiparables”. El ejemplo de su serie serviría como medida del estado de las cosas, pues asegura que “hay una fuente creativa brutal y una libertad que se nos está dando a los creadores”. Preguntado por La red púrpura, esa libertad de maniobra explica que considere esta como superior a su antecesora. “La primera temporada la adoramos, pero esta va más arriba. Va más a saco, Paco”, asevera, jugando con la sonoridad de su nombre.
Ganar en libertad, en detalle, implica haber podido desligarse progresivamente de la novela de partida al desarrollar esta segunda temporada. “Hubo reacciones increíbles”, dice con respecto a La novia gitana, pero sin embargo recuerda que “hubo gente que dijo que el libro era mejor”. Cabezas ha apostado no solo por satisfacer a los creyentes, sino por tratar de convencer y convertir a los escépticos, partiendo de un dibujo de personajes diferente, con más peso para el reparto en torno a Nerea Barros dentro del BAC (Brigada de Análisis de Casos): “Hemos cambiado muchas cosas, los mismos personajes nos pedían cambiar la historia y evolucionar con la historia. Nos parecía que el libro se quedaba mucho con Elena, y el resto estaban un poco huérfanos. Hemos querido contar la historia de esos personajes”.
Nerea Barros: “Es el personaje de mi carrera”
De hecho, la convicción de continuidad anticipa “un caramelito” de cara a una tercera temporada que ya está en preparación desde hace meses. Desde Atresmedia prefieren no dar detalles ni jugar con la anticipación, pero sí destacan la importancia del grupo humano que ha hecho posible estas dos ficciones.
“Estamos esperando a que todos se queden libres”, anota García, la jefa de ficción del grupo. Esta pretensión queda argumentada por Cabezas. Tras años trotando por sets estadounidenses, el cineasta ha encontrado una familia sólida a la que no quiere renunciar. Preservarla es una exigencia para continuar, exigencia respondida por descontado. “Si se hace, tenemos que hacerla juntos. No queremos parar”, señala el también director de The Umbrella Academy, que se reparte de nuevo la dirección con Juan Miguel del Castillo; en los guiones, por cierto, se mantiene el núcleo casi intacto, con José Rodríguez liderando un equipo donde sigue presente Antonio Mercero, junto a Susana Martín Gijón, Carmen Jiménez y Daniel Sánchez Arranz.
Dentro de ese grupo humano, Nerea Barros es, por motivos lógicos, imprescindible. Ya con su trabajo en La novia gitana logró satisfacer incluso a quienes veían en ella a una mujer muy distinta a la Elena Blanco de las letras impresas. En esta segunda temporada, el personaje romperá su hermetismo ante el conflicto de ver a su hijo desaparecido 10 años atrás convertido en uno de los monstruos de esa red de torturas, secuestros y asesinatos que investigan. “Algo que me encanta de la segunda es que en la primera era la antiprotagonista […] En la segunda hay una gran cantidad de grietas”, abunda sobre la composición del que ya “es el personaje de mi carrera”, confiesa.
Frente a ella tiene a Roberto Álamo como nuevo archienemigo. El actor apenas aparece brevemente en la primera secuencia del estreno de temporada, aunque bastan apenas un par de frases cortas para inferir en él una presencia intimidatoria. Dimas, su personaje, es en palabras de Cabezas un “animal encerrado, alguien criado como si fuera el Azarías de Los santos inocentes, pero convertido en asesino”. El actor, por alusiones, elogia al director sin necesidad de haber visto aún el producto final: “Cuando alguien es como Paco, hay que decirlo. Te hace sentir muy bien. Trata muy bien a los actores”. Esto mismo es algo que comparte Barros, que recuerda no haber tenido que rodar ninguna escena con una marca preestablecida por motivos de luz o composición.
“Nos enfangamos, pero desde una honestidad muy fuerte”
Hay, pues, una sensación de efervescente alegría en un producto, por otro lado, tenebroso: si El silencio de los corderos o Seven eran referentes ineludibles en La novia gitana, La red púrpura transita terrenos comunes a películas centradas en las leyendas urbanas (o no tanto) de las películas snuff, con ejemplos como Asesinato en 8mm en la recámara. El tratamiento no evita lo escabroso, aunque Cabezas tiene claro el componente metafórico que se esconde en el subtexto.
“Nos enfangamos, pero desde una honestidad muy fuerte. Por debajo de la serie está un trasfondo social”, advierte Barros sobre La red púrpura, que se inicia con la redada a un lujoso hogar, aparentemente convencional, donde los padres de un adolescente desconocen que este ha desembolsado 3.000 euros para asistir a una transmisión en directo de un crimen. La idea de la sobreexposición a toda clase de estímulos, especialmente de aquellos que apelan a las pulsiones más primitivas y violentas, se observa de forma clara en el primer capítulo, como declaración de intenciones.
“No he visto ninguna serie que [trate de esto]. Va a levantar unas cuantas ampollas. Tenemos a nuestros hijos adolescentes que no sabemos lo que están viendo y que no diferencian el sexo y la violencia”, reflexiona Cabezas, deseoso por contar “temas que están en la actualidad”, pero que no olvida la función de producto de gran consumo que tiene entre manos.
Para facilitar e impulsar dicho consumo, Atresmedia tiene una estrategia de impulso a esta segunda temporada de su franquicia: una semana antes del estreno de La red púrpura, desde el domingo 1 de octubre, La novia gitana estará disponible al completo en abierto a través de Atresplayer. Es la manera del grupo por crear vínculo y adicción antes del que previsiblemente sea su lanzamiento del año.
Así es 'La red púrpura'
La inspectora Elena Blanco ha descubierto que su hijo Lucas está vivo, pero pertenece a la siniestra Red Púrpura, de la que le habló Vistas antes de su dramático desenlace. Han pasado seis meses y la inspectora oculta a su equipo que su hijo está entre ellos; solo Mariajo, su fiel confidente, conoce la verdad.
La BAC ha sido penalizada por el desenlace del caso Macaya, siendo trasladados a otra nave. Lo único que pueden hacer es tirar de ese hilo que les dejó Vistas, una red que se oculta en las profundidades de internet. Niños secuestrados, menores sin futuro, trata de mujeres... La mercancía se negocia, los espectadores pagan y hasta se puja por los desenlaces de las víctimas.
La BAC sufrirá las consecuencias de hurgar donde no se debe. El equipo no volverá a ser el mismo. Todos arriesgarán, pero pueden perder demasiado por meterse en la profunda red.