“Soy un director de cine navegando en la televisión... Y encantado”, proclama Enrique Urbizu, infatigable bajo el sol que preside Morón de la Frontera durante el rodaje de Cuando nadie nos ve. Tres años después del estreno de Libertad en Movistar Plus+, el realizador bilbaíno asume la dirección de esta nueva serie, que nace con la presión de ser la primera producción española surgida bajo el nuevo sello Max, a punto de establecerse a nivel global tras el rebranding de la plataforma HBO Max que se inició en 2023 en Estados Unidos.
Adaptación de la novela homónima de Sergio Sarriá, de cuyo desarrollo se ha encargado Daniel Corpas (Malaka) y que produce Zeta Studios para Warner Bros. Discovery, Cuando nadie nos ve ha tomado la localidad sevillana como base de operaciones, concentrando la atención y el interés de sus gentes, sus autoridades y sus cofradías, que han abrazado la llegada de las cámaras a su hogar.
Así será durante ocho semanas de rodaje, en las que cuentan con plena colaboración institucional y social, y así se observa durante la multitudinaria jornada de rodaje a la que asiste verTele, la del primer viernes de abril que se convierte en celebración de Domingo de Ramos en la ficción, con una recreación del paso de La Borriquita, eso sí, sin la imagen original.
La Semana Santa, desde el respeto: “No desvirtuamos”
Las empleadas en las grabaciones de las procesiones no son las reales y sacralizadas, sino unas reproducciones moldeadas por el equipo de producción, buscando el máximo realismo y también el respeto por la tradición. Urbizu rechaza una visión “iconoclasta” del material religioso que, ya desde la novela, pone el contexto para una trama de intriga policíaca: “No estamos desvirtuando ni tratando de cambiar nada, ni de resultar irreverentes”, recalca el director, que ha buscado una reproducción fidedigna de la realidad de la Semana Santa de Morón. A tal fin comenzaron a localizar en 2023, para ir empapándose del lugar y ayudar a sustanciar del sabor local la historia.
Cuando nadie nos ve sigue dos líneas narrativas que terminarán por ensamblarse: por un lado, la que investiga la sargento de la Guardia Civil Lucía Gutiérrez (Maribel Verdú) en torno a un extraño suicidio de un vecino del pueblo durante la primera procesión de Semana Santa; por otro, la que corresponde a Magaly Castillo (Mariela Garriga), agente especial del ejército estadounidense que aterriza a la base aérea de Morón para dar con el paradero de un soldado americano, cuya desaparición parece relacionarse con negocios potencialmente sucios del máximo responsable del fortín. Las pesquisas llevarán a estas dos mujeres a aliarse una vez descubren las conexiones entre ambas.
Con el título se hace alusión “a los momentos que tienen los personajes a solas, con sus miedos, fantasmas y problemas”, lo que permite enlazar con el espíritu de la Semana Santa por dentro: el retranqueo, el interior de un paso, cómo se preparan los costaleros. “No es un material que debamos moldear demasiado”, aclara el director. Todas esas interioridades y mecánicas serán objeto de la mirada de la cámara en el proyecto, cuyo equipo de guionistas se completa con Arturo Ruiz, José Antonio Valverde, Germán Aparicio e Isabel Sánchez; Sarriá no ha intervenido en la adaptación: “Es otra víctima del cine”, ironiza el director, antes de aclarar que el novelista parece satisfecho.
No solo estamos en un nivel de thriller, hay misterio y drama, y un cierto sentido del humor costumbrista
Revisado el material trabajado por todos ellos, el interés radicaba, pues, en dos vértices, entrelazados: por un lado, el cruce de protocolos y jurisdicciones que implica la historia, que engarza lo español con lo americano, la benemérita con el ejército yanqui y a su vez estas con loas cofradías y el estamento religioso. Por otro lado, la mezcolanza de géneros: encallecido en la labor del policíaco y el thriller, para Urbizu hay en Cuando nadie nos ve “cosas nuevas y estimulantes”: “No solo estamos en un nivel de thriller, hay misterio y drama, y un cierto sentido del humor costumbrista, cotidiano de calle”. Y por encima, dos aguerridas protagonistas femeninas, Verdú y Garriga, que siguen la senda de personajes como los de Yolanda Torosio en Gigantes y Bebe en Libertad, por citar los referentes previos en el corpus de Urbizu. “La buddy movie son ellas dos”.
“Es más responsabilidad esta serie que 'Misión Imposible'”
Por encima de todo, en el ánimo, se advierte la fragancia del western. No hay más que ver al propio Urbizu, ajustándose la gorra en rodaje cual sombrero para protegerse bajo el sol justiciero, sujetando un cigarrillo pardo al culminar su labor en el set, ayudándose de un bastón y sin perder el ritmo ni la actividad cuando hay que retomar la acción y volver a la calle principal por la que transita el paso. Se siluetea en el escenario como un genuino personaje de western, y a su imagen se moldea también a sus héroes y heroínas.
“Ella es un vaquero”, sintetiza Maribel Verdú sobre la postura y actitud del personaje, y se relame estableciendo una comparación con el de Sam Elliott en 1883. “Hacer algo que no tenga nada que ver contigo, tan para dentro, es apasionante”, afirma de la sargento Gutiérrez, un personaje “opuesto” a ella, que se define como más andaluza por carácter. “No es una mujer que abrace y que bese, no. Es dura”.
Para ella, Cuando nadie nos ve le otorga la oportunidad de trabajar por primera vez con Urbizu, con quien llevaba años tratando de “enredar”, sin resultado. Ambos lo recalcan. “En cuanto leí, vi que un personaje con tantas esquinas necesitaba de alguien con una gran empatía con la gente”, explica el bilbaíno, que destaca la capacidad de la madrileña de “navegar entre el costumbrismo, la comedia y el drama” con personaje que aglutina “muerte, soledad y dolor”.
“Desde el principio me tenía en la cabeza”, reitera ella, complacida de que el cineasta tuviera tan clara su presencia en el proyecto. Y también, agradecida por haber descubierto con otros ojos la fiesta cristiana. “Qué malos son los prejuicios”, reconoce, con lágrimas en los ojos, al confesar el impacto emocional que ha supuesto ver por primera vez una procesión: “Nunca había vivido nada de esto y ya tengo la obsesión del año que viene estar viendo algún paso”.
Hacer algo que no tenga nada que ver contigo, tan para dentro, es apasionante
Frente a ella, Mariela Garriga, para quien el misterio de Cuando nadie nos ve llega entre medias de sus participaciones en la franquicia Misión Imposible junto a Tom Cruise. El empujón a su carrera que ha supuesto la séptima entrega de la serie cinematográfica, Sentencia mortal, y su continuidad en la octava entrega, coloca a esta actriz cubana en un nuevo estadio profesional, después de una prolífica década trabajando entre Italia y Estados Unidos. En España la pudimos ver ejerciendo de musa de dos artistas diferentes, en Luis Miguel: la serie y en Bosé, y ahora toma las riendas con este personaje, que no se halla en el material literario de partida.
“Me atrajo que fuera una mujer extranjera en Estados Unidos y en España. Tiene muchas capas culturales, habla dos idiomas, navega en un mundo de hombres y se tiene que buscar la vida siendo compañeras de trabajo de otra mujer”, explica la intérprete. “Es un desafío pero me está aportando muchísimo”.
De hecho, pone en valor el hecho de coliderar la primera serie española del nuevo sello: “Es mucha más responsabilidad este proyecto que Misión Imposible”, afirma tajante.
Morón se abre a rodajes: “Aunque sea para una de vaqueros”
El estadounidense Austin Amelio, conocido por dar vida a Dwight en The Walking Dead, debuta también fuera de Estados Unidos con este proyecto, que cuenta también con Ben Temple, Dani Rovira, Abril Montilla, Lucía Jiménez, Numa Paredes, María Alfonsa Rosso y Eloy Azorín, así como un habitual ya en los repartos de Urbizu, Óscar Higares. Sin desvelarse su personaje, él forma parte del dispositivo del rodaje de la jornada que nos toca contemplar; una jornada que sirve para comprobar la manera en que la ciudad ha acogido esta primera experiencia cinematográfica.
“El despliegue es enorme. Por mucho que nos hayan advertido que eran invasivos, la presencia se nota, pero estamos intentando estar a la altura de las circunstancias”, afirma el socialista Juan Manuel Rodríguez, alcalde de Morón desde 2011. Ha costado más de un año llegar a este punto, desde que en febrero de 2023 una delegación del proyecto de Warner Bros. Discovery pasó por Morón para tantear las posibilidades. El retraso que implicaba la huelga de actores en Estados Unidos, que ha afectado también a la puesta en marcha de Cuando nadie nos ve, sirvió para que la ciudad enamorase al equipo. Esto es particularmente meritorio teniendo en cuenta que Morón de la Frontera no está acogida a la Andalucia Film Commission, la que allanó por ejemplo el terreno para Juego de tronos en la comunidad.
Por mucho que nos hayan advertido que eran invasivos, la presencia se nota, pero estamos intentando estar a la altura
“La gente está entusiasmada y está ayudando a colaborar lo máximo posible”, añade el dirigente, que confía en que su localidad pueda “ponerse a tiro” para futuros rodajes. “Aunque fuera para una película de vaqueros”, ríe, recordando el impacto que tuvieron las coproducciones de spaghetti westerns en Almería en los años sesenta.
Probablemente Urbizu gustase de rodar una de vaqueros, pero por delante queda mucho por hacer en Cuando nadie nos ve en Morón. A sus calles se llegaba tras tres semanas de grabación de interiores en Madrid, y en el horizonte varias semanas de grabaciones, en las que seguir trabajando en el cruce de caminos de las diferentes jerarquías, la religiosa y la policial, la española y la estadounidense. Urbizu, en este caso, se debe a Max en este caso, aunque también deja clara su obediencia.
“Siempre digo lo mismo. Para mí la autoridad reside en la puesta en escena. El producto son imágenes y sonidos y están más allá de las palabras”, manifiesta el director, sin “ningún ánimo de convertirlo en algo mío necesariamente”. Cuando nadie nos ve llegará en primavera de 2025, según previó Max. Para entonces, habrán transcurrido 14 años desde el lanzamiento de No habrá paz de los malvados, la última película del bilbaíno. Ahora navega en televisión. O, mejor dicho, procesiona con seriedad. Y encantado.