La vuelta al prime time de la ficción nacional se convirtió en uno de los ejes de la anunciada “nueva etapa” del Cuatro, allá por marzo. Caronte, drama jurídico-policíaco con Roberto Álamo fue la serie elegida para convertirse en punta de lanza de esa estrategia, en un momento en el que el consumo de ficción en televisión lineal se ha visto afectado de forma irremediable por el streaming.
No en vano, este había sido uno de los primeros títulos que llegaron antes a Amazon Prime Video que a Mediaset, como parte del acuerdo que habían alcanzado ambas partes. “Lo hacemos en este momento en el que disponemos de una gran cantidad de ficción producida y que ha llevado a cabo con éxito su recorrido por las grandes plataformas”, justificaba Manuel Villanueva, director de contenidos de la compañía, la apuesta de convertir a su segundo canal en alojamiento de series nacionales.
La táctica había sido valorada en términos muy positivos a nivel empresarial, aunque a la vez evidenciaba el papel secundario que inevitablemente ya tiene aprehendido Cuatro. Aunque aunque por su género y naturaleza era una ficción ideal para su programación convencional, Caronte llegaba, en efecto, casi un año después de haberse podido consumir en su primera, y podemos decir prioritaria, ventana de exhibición.
El hecho de que a diferencia de El pueblo y la primera temporada de Madres no pasara por Telecinco también llamaba la atención sobre las expectativas depositadas en este lanzamiento en abierto. Y a la vez, marcaba el camino que seguir para otras ficciones producidas por Mediaset o distribuidas a través de Mediterráneo, habida cuenta del progresivo descenso de interés del género en abierto, y que se ha experimentado, sin ir más lejos, por la mencionada Madres, o por Señoras del (h)AMPA. El anunciado estreno de Los relojes del diablo, coproducción del grupo de Fuencarral con la RAI italiana rodada en 2019 y estrenada hace 8 meses en el país transalpino, lo confirma.
El caso perdido de 'Caronte'
La experiencia de Caronte como primera de las ficciones de producción propia en asaltar el prime time de Cuatro previene del problema de base, pero apunta a una posibilidad que Mediaset debería impulsar, si quiere revitalizar la imagen de Cuatro como cadena autónoma y no como un cajón desastre de su hermana mayor. En lo que respecta a lo negativo, las audiencias dictan sentencia: pese a un inicio estimable, con un 7.9% y 1.119.000 espectadores, la serie fue perdiendo fuelle progresivamente hasta despedirse con un 3.5% y 347.000 televidentes para su último episodio.
Su promedio después de 13 entregas se quedó en un 4,9% de cuota de pantalla y 618.000 espectadores de media. Este último número es inferior al de la serie que ostentaba el dudoso honor de ser la serie española menos vista de la historia de las privadas, 45 Revoluciones (630.000 espectadores). Eso sí, la comparación tiene importantes matices: primero, la duración, pues la de Big Bang Media para Mediaset mantuvo el estándar de los 70 minutos por los 50 de la de Bambú para Atresmedia; y por otro el horario, pues Caronte había acabado emitiéndose a las puertas del late night, al optar Cuatro por duplicar la ración de First Dates y retrasar la serie a las 23:30 horas en sus últimas entregas, con la bajada de televidentes inevitable. Y, no olvidemos, Caronte ya había estado durante un año disponible a través de otra ventana de exhibición.
Lo que no tiene vuelta de hoja es la debilidad que había mostrado Cuatro, más visible por la revalorización que especialmente durante los últimos meses ha tenido Días de Cine Clásico, capaz de superar no solo a este canal sino a laSexta. La capacidad prescriptiva del contenedor cinematográfico de La 2 ha sido clave para asentarse de esta manera en la parrilla: la posibilidad de identificar la primera noche de la semana como la noche del cine de oro ha sido una labor de fondo, favorecida por la paciencia y determinación de la cadena pública, frente a una programación de cine más mecánica en el segundo canal de Atresmedia y frente a la falta de una identidad clara en el equivalente de Mediaset.
La oportunidad que conlleva una crisis
Que Caronte recalara en Cuatro y no en Telecinco para su puesta de largo en la televisión generalista solo era el reflejo de una tónica que viven ahora todas las series, en mayor o menor medida, y de la que ni siquiera escapan ya vacas sagradas como La que se avecina, cuya emisión en abierto de la primera mitad de la duodécima temporada también ha notado los efectos de su disponibilidad previa en Amazon Prime Video. “Gracias a todos los montepinarianos que seguís los capítulos en abierto. ¡Sois la resistencia!”, llegó a decir el creador Alberto Caballero ante la nueva tesitura.
El consumo en diferido se ha convertido en la tabla de salvación definitiva para la ficción en abierto, cuando no directamente en su último recurso: el reciente ejemplo de Estoy vivo, que cerró su cuarta temporada apenas dos días después de Caronte, lo evidencia: un 5.6% y 807.000 espectadores para el último episodio. Con apenas un par de semanas de antelación Cuéntame cómo pasó clausuraba su peor temporada histórica, tambaleándose sobre la barrera psicológica de los dos dígitos de share. En Atresmedia, La cocinera de Castamar está demostrando un aplomo digno de aplauso con su pase en abierto, realzado en el diferido, mientras que otras series como Perdida, El Nudo o La Valla habían tenido estancias más discretas en el prime time.
Los ejemplos recientes de Mediaset resultan igual de esclarecedores. Nada más evidente que lo ocurrido con Señoras del (h)AMPA, relegada al late night de Cuatro tras un debut de segunda temporada tibio en Telecinco. Aunque tan relevante como este es el ejemplo de Madres, otra de las ficciones pensadas para su consumo preferente en Amazon Prime Video, que vio interrumpida sine die la emisión de su primera tanda de episodios. El melodrama creado por Aitor Gabilondo está así pendiente de continuar su tránsito en la generalista, no solo con los episodios faltantes de la primera, sino con la segunda ya enlatada, la tercera ya rodada y la cuarta en camino; como también están por verse Desaparecidos, estrenada hace un año ya y con su continuación en preparación.
Caronte tenía una misión ímproba, la de escenificar el desembarco de series en Cuatro, de abanderar esa nueva imagen. Y eso es algo que se consigue con el tiempo. Si la entendemos como una apuesta solitaria, o peor, como un trámite inevitable para la empresa, habría poco que salvar. Ahora bien, con semejante catálogo de producciones, no convendría que Mediaset desmereciera su condición de avanzadilla para construir una nueva identidad de un canal desdibujado. Porque, por más que la dupla de actualidad vespertina compuesta por Todo es mentira y Cuatro al día se haya probado efectiva, y por más que Jesús Calleja e Iker Jiménez sigan inamovibles como sus principales, no hay rasgos reconocibles que ayuden a definir la esencia de la cadena.
'Los relojes del diablo', la previsible sucesora
Está así la posibilidad de hacer de la franja nocturna de los lunes de Cuatro un parapeto para la ficción con el sello Mediaset, que permita una fidelización básica de la audiencia, que la acostumbre a la existencia de una noche dedicada a una ficción con valores de producción y dinámicas fácilmente identificables (ya solo desde la estética, las tonalidades frías y azuladas son una constante en las producciones de Mediterráneo). Si la amortización de la ficción nacional del grupo está pensada para hacerse hueco en otras plataformas, por qué no asegurar que quien quiera verla en sus dominios tenga por seguro dónde y cuándo hacerlo, sin importar otros condicionantes.
A falta de que se precise su fecha de estreno, parece probable que Caronte empalme con Los relojes del diablo, habida cuenta de la necesidad de relleno de programación y con la Eurocopa centrando la atención. A favor, esta coproducción con Italia cuenta cuenta con el atractivo de su temática, el narcotráfico, y el exotismo de colocar a figuras autóctonas como Álvaro Cervantes y Alicia Borrachero en su localización internacional. Y también, que como con la serie que la precede, su amortización ya comenzó antes de que se anclara en la parrilla.
En el peor de los casos, sería solo un siguiente paso para continuar ese proceso anunciado, seguir allanando el terreno para el resto de títulos que se acumulan. Porque más importante que los datos de audiencia que se pretenden conseguir, está la necesidad de saber qué quiere ofrecerse para alcanzarlos.
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